10 FALSOS MITOS SOBRE EL ENTRENAMIENTO DE FUERZA
Mito número 1: ¡Pero si yo lo que quiero es perder grasa!
A nivel metabólico, la inclusión de sesiones de fuerza que permitan la activación de los grupos musculares más grandes de nuestro cuerpo (piernas, glúteos, hombros, espalda) junto al entrenamiento interválico de alta intensidad y alguna que otra sesión semanal de carácter aeróbico será la mejor estrategia para la mejora de nuestra composición corporal. ¡No caigamos en el error de olvidarnos de construir músculo para bajar nuestra grasa corporal y optimizar nuestra composición corporal!
Mito número 2: Nadando ya lo ejercito todo
Pues bien, dentro de que el ejercicio físico en el medio acuático nos puede beneficiar en multitud de ocasiones, el entrenamiento de fuerza fuera de la piscina (“en seco”) será vital para complementar lo que puedas hacer dentro del agua. No sólo se trata de mover muchos músculos a la vez (argumento que emplean asiduamente los enamorados de la natación), sino de que ese movimiento también sea estimulante para la progresión de nuestro entrenamiento. Conclusión: ¡hay que entrenar también fuera del agua!
Mito número 3: ...no, gracias, yo no me quiero poner grande
Este es el eterno temor de quien se inicia en el entrenamiento de fuerza. Tenemos que entender que no es nada fácil, en la inmensa mayoría de los casos, aumentar la masa muscular. Y, una consideración importante, necesitarías de mucho entrenamiento semanal de este tipo y de una dieta extraordinaria para poder ponerte “muy grande”. De dos a cuatro sesiones semanales de fuerza (lo recomendable por salud) no van a hacer que te pongas enorme. Al contrario, harás disminuir tus perímetros corporales.
Mito número 4: ¿Embarazada?
Durante el proceso de gestación, el entrenamiento de fuerza, siempre correctamente programado y supervisado por un profesional que sea todo lo competente que se necesita para la adaptación de los estímulos en esta etapa del proceso vital de la mujer, será de gran ayuda tanto para el buen desarrollo fetal así como para el proceso de gestación y la recuperación post parto. Una mujer embarazada puede ¡y debe! hacer entrenamiento de fuerza.
Mito número 5: Es cosa de hombres… ¿y de mujeres?
Las mujeres necesitan hacer mayor énfasis que los hombres en el entrenamiento de fuerza. Debido a que su entorno hormonal es menos favorable para los procesos anabólicos (de construcción de masa muscular) que en el caso de los hombres, una especial atención en el entrenamiento con sobrecargas le permitirá mejorar su composición corporal, estabilizar y regular ciertas ondulaciones hormonales, generar beneficiosas adaptaciones metabólicas
Mito número 6: Pero si yo corro, a mí lo que me gusta es el cardio
A ti, amante empedernido de las actividades cardiovasculares, aficionado al circuito de carreras populares, triatleta, ciclista recreacional… el entrenamiento de fuerza te interesa mucho. Te ayudará a mejorar tu rendimiento deportivo, compensar patrones o alteraciones no deseadas fruto de las acciones repetidas de tu deporte, y además, evitará riesgos de lesiones deportivas, la mayoría vienen precedidas de una carencia de masa muscular.
Mito número 7: Necesito tener un gimnasio con todo el equipamiento
Falso, hay multitud de variantes y adaptaciones que un profesional cualificado te podrá presentar a modo de alternativa eficaz para que puedas entrenar aún en condiciones de austeridad en equipamiento deportivo. Autocarga, bandas elásticas, poleas… son también medios válidos para el desarrollo de buenas sesiones de entrenamiento de fuerza.
Mito número 8: Me duele la espalda, por eso no hago entrenamiento de fuerza
… Precisamente por dejar de entrenar la fuerza y estimular a tu tejido muscular es por lo que probablemente tu dolor de espalda no remita. Largas jornadas en sedestación, un notable descenso de movimiento y la ausencia de un buen programa de fortalecimiento muscular van a ser grandes hándicaps para poder superar esas molestias que llevas arrastrando desde hace un tiempo.
Mito número 9: Yo ya estoy muy mayor para eso
Esta es otra de las creencias erróneas más extendidas entre nuestros mayores. Démosle la vuelta al enunciado y ganaremos calidad de vida a raudales. Y es que es precisamente cuando dejas de hacer cosas como entrenar en general y entrenar la fuerza en particular, cuando comenzamos a envejecer prematuramente. Numerosos estudios muestran cómo el entrenamiento de fuerza mejora la calidad de vida, ayuda en la prevención de caídas y mejora la funcionalidad en las actividades de la vida diaria,… ¡en octogenarios y nonagenarios!
Mito número 10: ¡No hasta los 16!
No, no puede repercutir negativamente en su desarrollo óseo, ni el niño se va a quedar bajito ni es una actividad poco saludable para un menor, nada más lejos de la realidad. Ya hay la suficiente evidencia tanto científica como clínica para cambiar nuestro paradigma en este sentido, siempre que esté programado, dosificado y supervisado por un profesional del ejercicio físico competente.