Expansión C. Valenciana - Start up
Silicon Valley ya no es un país para jóvenes
El nuevo chico de moda del sector tecnológico es Sam BankmanFried, el fundador del exchange de criptomonedas FTX. SBF, como le apodan, tiene exactamente el aspecto que cabría esperar de un joven emprendedor. A sus 30 años, utiliza pantalones cortos y camisetas, suele dormir en un puf en la oficina y se convirtió en multimillonario a los veintitantos. Pero lo que realmente le hace destacar es la ausencia de otros semejantes.
Hace tiempo que no sale del sector una generación de fundadores veinteañeros que alcance el estrellato. Uno de los últimos ejemplos es el de los hermanos Collison, que crearon el gigante de pagos Stripe.
Durante décadas, este perfil de emprendedor ha representado la innovación, la disrupción y la visión de la que se enorgullece el sector tecnológico. La juventud implica una alta tolerancia al riesgo y un saludable desprecio por el orden establecido. Algunas de las mejores historias de éxito se deben a adolescentes que crearon empresas y las convirtieron en gigantes, desde Bill Gates con Microsoft, hasta Mark Zuckerberg con Facebook. Steve Jobs cofundó Apple cuando sumaba 21 años, Larry Page y Sergey Brin tenían 25 cuando crearon Google y acababan de cumplir 30 cuando salió a Bolsa.
El mito de la juventud aún es fuerte. Las sudaderas con capucha de Zuckerberg son un cliché recurrente cuando se habla de la cultura empresarial de Silicon Valley. Da igual que ahora tenga 38 años, sea padre de dos hijos y luzca jerséis de marca con cuello redondo.
Puede que el sector tecnológico no sea más inmune a la gerontocracia estadounidense que cualquier otra industria. Incluso en el ámbito de las criptomonedas, uno de los más disruptivos en los últimos años, los fundadores más destacados son de mediana edad. Changpeng Zhao, de 44 años, creó Binance con poco más de 30. El CEO de Coinbase, Brian Armstrong, tiene 39 años.
En realidad, un sector tecnológico envejecido encaja con la demografía estadounidense. La edad promedio de la nación superó los 38 años en 2020, frente a los 28 de 1970. Joe Biden es su presidente más longevo, con 79 años, y se encamina a unas elecciones en las que el principal candidato de la oposición podría ser Donald Trump, que entonces tendrá 78.
Sin embargo, la escasez de emprendedores veinteañeros sorprende si se tiene en cuenta la cantidad de dinero invertido en start up en la última década. Los datos de Crunchbase apuntan que los inversores inyectaron unos 330.000 millones de dólares el año pasado. No cabe duda de que no faltan jóvenes ambiciosos con ideas brillantes para crear empresas, y la edad media en California sigue siendo una de las más bajas de Estados Unidos.
Pese a ello, la mayoría de las empresas que alcanzan valoraciones altas están dirigidas por fundadores más mayores. Ali Tamaseb, socio de la firma de capital riesgo DCVC, sitúa en 34 años la edad media de los fundadores de start up que han llegado a ser unicornios desde 2007.
Precedentes
Quizá los inversores sean ahora más reacios a la hora de regar de fondos a emprendedores sin experiencia y, desde luego, el caso de Elizabeth Holmes ha hecho un daño irreparable a la idea de que quienes abandonaron sus estudios universitarios pueden crear empresas sólidas. Peter Thiel, cofundador de PayPal y firme defensor de los jóvenes fundadores, ha criticado que la población es cada vez más anciana y está menos dispuesta a asumir el riesgo necesario para cambiar el mundo.
Los jóvenes siguen creando empresas y no faltan ideas, pero la escasez de estrellas podría explicarse por el modo en que ha crecido el sector. Aunque ha aumentado el número de inversores que financian compañías jóvenes, también lo han hecho las adquisiciones por parte de las corporaciones más grandes. El dominio de los gigantes tecnológicos hace más probable que los emprendedores con potencial sean captados antes de que tengan la oportunidad de alcanzar reconocimiento. Cuanto más éxito hay en Silicon Valley, más tiende a devorar a sus jóvenes.
La juventud implica una alta tolerancia al riesgo y un saludable desprecio por el orden
34 años es la edad media de los fundadores de firmas que han llegado a unicornios