La heredera de Jobs que acabó sudando la gota
Elizabeth Holmes abandonó sus estudios en la Universidad de Stanford para crear Theranos en 2003, cuando tenía 19 años. La compañía desarrollaba una supuesta técnica de análisis de sangre capaz de lograr resultados con costes y plazos muy inferiores a los habituales, únicamente a partir de una pequeña cantidad de sangre del paciente. El proyecto de la joven emprendedora consiguió atraer el interés de numerosos inversores y convenció a exdirectivos de Apple, Oracle y Tesla de que su empresa revolucionaría los ensayos clínicos. Llegó a asociarse con la cadena de farmacias Walgreens y recibió el apoyo de Rupert Murdoch y Bill Clinton, entre otros. Theranos no sólo se convirtió en unicornio, sino que alcanzó una valoración cercana a los 10.000 millones de dólares entre 2013 y 2014.
El magnetismo que provocaba Holmes no se limitaba sólo a su faceta profesional: su juventud y su confianza la llevaron a ocupar portadas como el icono perfecto de la ambición y el emprendimiento femenino. Como llegó a declarar a la revista ‘Glamour’, “soy la prueba viviente de que, si puedes imaginarlo, puedes lograrlo”. Su pelo rubio, sus característicos jerséis negros de cuello alto –llegó a admitir que tenía “alrededor de 150” iguales en su armario– y su voz grave eran parte de una estética estudiada al milímetro para crear un personaje digno de confianza y capaz de engañar a todos. En 2015, una investigación del periodista John Carreyrou en ‘The Wall Street
Journal’ desveló que todo era un fraude: la tecnología de Theranos no funcionaba de
forma consistente y los análisis se realizaban utilizando equipos de laboratorio tradicionales. Después de esto, el Departamento de Justicia de Estados Unidos acusó a Holmes y a su exsocio –y exnovio– Ramesh Balwani de convencer a los inversores con información falsa al afirmar que la empresa tenía entre manos un sistema revolucionario de análisis de sangre. La fundadora de Theranos argumentó que Balwani manipuló y abusó de ella durante los años en los que se produjo la estafa, defendiendo la idea de que el engaño no fue deliberado. Sin embargo, el jurado rechazó esta defensa y ambos tuvieron que enfrentarse a juicio en casos separados.
En enero, y tras un juicio federal que se prolongó durante varios meses, Holmes fue hallada culpable de cuatro cargos de conspiración por defraudar a los inversores que creyeron en sus promesas. En cambio, el jurado no alcanzó un consenso en torno a tres cargos más y absolvió a Holmes de otras cuatro acusaciones, como la vinculada a los pacientes que acudieron a los tribunales tras someterse a las ineficaces pruebas de Theranos.
Este viernes, mientras entre lágrimas aún decía que sigue adorando a Theranos, fue condenada en un tribunal de San José, en California, a 11 años y tres meses de prisión y a una multa de... 400 dólares.