Mónica Naranjo, su entrevista más personal
La cantante, que publica nuevo disco tras siete años, nos confiesa sus miedos, las cosas que le emocionan y sus proyectos en la tele.
La cantante y juez muestra su faceta más humana rodeada de niños. Pequeños gigantes. Lunes 23, 22.30 h. Telecinco.
“Lo de ir de diva era una máscara y fue divertido”
“De Dalí aprendí que hay que guiarse por la pasión
CONCURSO
Lunes, 21.50 h
Lejos de aquel la imagen transgresora que la persiguió años en la música, Mónica Naranjo lleva tiempo mostrando su verdadero yo en televisión. Carácter le sobra, pero la jurado del espectáculo Pequeños
gigantes, de Telecinco, es una mujer sensible y sencilla, a la que le gusta cocinar, bañarse en el mar y jugar con sus mascotas.
¿Te incomodaba ir de diva?
No, fue muy divertido. De hecho, todavía me pongo esa máscara en según qué momentos. Aquello fue un personaje, casi una parodia. Quisimos hacer algo extremo porque yo he visto que a una artista se le cae algo y vienen 50 personas a recogérselo. A ver señores, que cagas y meas…
Te derrites con los niños…
Trabajar con ellos es un mundo aparte, mi primera experiencia fue en Tu cara me suena mini. La inocencia, la espontaneidad y la veracidad que transmiten no te la da ningún adulto. En Pequeños
gigantes las emociones están a flor de piel y te preguntas cómo son capaces de montar unas coreografías tan geniales, por ejemplo. Si yo a su edad era un pato (risas)… Con la música, igual. Los mayores estamos hablando horas y horas por teléfono, que es fatal para la voz, pero los críos guardan una disciplina envidiable. ¡Cuánto tenemos que aprender!
Te imaginábamos a lo Cruella de Vil.
Florentino Fernández y Marbelys Zamora me pintan así siempre, pero aquí una se quiebra. Vienen con tantas ganas de transmitir y compartir cosas… Eso sí, hay que exigirles porque se juegan una beca de formación.
¿Ves tu infancia reflejada en ellos?
Sí, mis recuerdos están vinculados con la música, es mi segunda piel. En casa cantaba continuamente y era como un juego en el que focalizaba mis sentimientos. Desgraciadamente, mis padres no tenían nada que ver con esto y no me apoyaron demasiado. Querían que estudiara.
Conociste a Salvador Dalí.
Figueras [Girona] ahora es una ciudad, pero antes era un pueblo fronterizo. Él vivía allí y tratábamos bastante con él. Fue un genio, una persona maravillosa, que, además, era íntimo de unos amigos de mi familia.
¿Te dio algún consejo?
Con 14 años, me daba mucho respeto. De él aprendí que había que guiarse por la pasión. Mezclaba tantos caminos e idiomas, que su sola presencia ya te sorprendía. Era increíble.
¿Sabía que querías ser artista?
Se lo dijo mi madre… Antes pasaba de mí, pero en cuanto lo supo se abrió un canal de comunicación entre nosotros, ¡hasta me guiñó un ojo! Pero no le llegué a cantar porque era vergonzosa.
¿Te hubieras presentado a un concurso como Pequeños…?
Viniendo de una familia humilde, mis hermanos y yo [Enrique y Raquel] no hemos tenido una formación hasta los 15 años, cuando pudimos compaginar el trabajo con el estudio. La oportunidad que te da un espacio así es enorme porque que no te toca un viaje a DisneyLand, sino una beca de estudios. El que sueñe con ser artista, tiene una gran oportunidad porque los conservatorios son muy caros.
Jesús Vázquez te regaña por ser demasiado técnica.
¡Es un exagerado! Solo ha habido un crío que no me ha entendido en todos los programas… ¡Pobre! Es normal porque son pequeños y cuando les mencionas la disciplina o les comentas que hay que trabajar un ejercicio les suena a chino. Los músicos hablamos con mucho tecnicismo.
¿Cómo reaccionas cuando lloran?
Me siento un bicho. Cuando trato con adultos, llevo mejor tomar decisiones. Por mucho tacto que tengas, son sensibles y es fácil quebrarlos emocionalmente. Al final se lo toman como un juego para aprender y hacer amigos.
¿Tú cómo encajas las críticas?
No leyéndolas (risas). Para mí es más sano no leerlas e ignorarlas.