El teleadicto
Es una muy buena noticia que un programa de naturaleza se estrene en el prime time de cualquier cadena, casi un milagro si además presenta un concepto divulgativo y juvenil. Pero me temo que eso es lo más positivo que puedo escribir sobre Espíritu Salvaje, el reality de Cuatro sobre una familia que viaja por el mundo. El principal problema es que no capto ese espíritu del título; al contrario de lo que sucede con Jesús Calleja o con Frank Cuesta, los referentes actuales, el matrimonio no transmite ni por un segundo esa supuesta pasión por la fauna y la flora de los cinco continentes y aún menos la sensación de estar viviendo una aventura. No comunican absolutamente nada. Solo veo a un fotógrafo y a una escritora marcándose el clásico viaje por África de agencia de lujo con gastos pagados, mientras hacen marketing de sus trabajos. Que no pongo en duda su calidad, pero tampoco me consta que sean brillantes. La palabra que me viene a la cabeza sin parar es snob. Turistas con ínfulas. Su nula empatía con el espectador relega el cien por cien de la carga emocional del programa a sus hijos, lo que plantea el dilema de siempre: ¿hasta qué punto es lícito utilizar a los niños en televisión? La pequeña, que no tiene edad para entender qué significa que la graben, es para comérsela, como cualquier crío de cinco años; el adolescente ejerce de narrador a través de un guión con tonito ‘sabelotodo’ que parece escrito por los publicistas de sus padres, y para mi gusto se expone demasiado. En conclusión, creo que el programa podría haber funcionado si Cuatro hubiera encontrado a unos padres naturales, y no es el caso.