El teleadicto Lady
”Por si andáis despistados,
Di murió hace 20 años. De nada”, escribía estos días una amiga en Facebook. La coña tiene su miga: a nivel mediático y más aún en redes, ciertas vueltas al pasado se meten tan radicalmente en el presente que se borran las barreras entre lo de verdad relevante y lo que no es más que regocijo en sentimientos facilones. Por muchos adjetivos que se incrusten en los arranques de nostalgia, por mucho que se empeñen en conspirar hasta en
Cuarto Milenio, está todo contado. En serio. Todo. De la ‘princesa del pueblo’ –en España ese título está más que heredado– ya solo me interesa ver cómo la van a retratar en The Queen, la obra maestra de Netflix. Es decir, la parte intuida, cuando no ficticia. Me pasa lo mismo con Pablo Escobar. Al ver el cartel de la película de Bardem y
Pe, se me ha escapado un “uf, otra vez”. En este caso, porque esa vida interior ya se ha explorado de una forma casi insuperable en
Narcos hace cuatro días, y las comparaciones van a ser, como poco, difíciles de digerir. De hecho, esa serie ha gestionado la memoria de su ‘héroe’ de una forma arriesgada pero muy inteligente. En lugar de estancarse en el personaje que la ha hecho grande, los nuevos protagonistas bailan sobre su tumba sin apenas una mención al pasado. La tercera temporada va como un tiro gracias a que las biografías que aborda están menos trilladas y hay más margen para la ficción, de manera que se han dado permiso para marcarse una brutal trama de acción, espías dobles y, sobre todo, de corrupción, tanto institucional como íntima. Eso también pasó hace 20 años, pero no hay que recurrir a la nostalgia para darle el latido de la actualidad.