Lo último de Arroyo
MUSEO DE BELLAS ARTES. Bilbao. Hasta el 9 de abril.
Eduardo Arroyo, uno de los artistas españoles más destacados de la segunda mitad del siglo XX, protagoniza Le retour des croiafes, una exposición que reúne un destacado grupo de pinturas. Entre ellas se encuentran la que da título a la muestra, inspirada en el monumental lienzo de Ignacio Zuloaga, y Víctima de la fiesta, cedida por la Hispanic Society of America. Todas son de gran formato, realizadas en los dos últimos años, y están acompañadas de algunas esculturas.
En 1874, Mariano Fortuny, el artista español más famoso desde Goya, firmó una de sus obras maestras, titulada Los hijos del pintor en el salón japonés. Poco después, murió de malaria en su casa de Roma, conmocionando al mundo. Tenía 36 años y ya era una figura perseguida por coleccionistas y admirada por sus colegas. Su viuda, hija de Federico de Madrazo, subastó los cuadros y su legado quedó desperdigado.
El Museo del Prado le dedica su primera retrospectiva con 169 cuadros – 67 de los cuales no han salido de sus colecciones y otras 12 son inéditas– que recorren sus diferentes etapas, en las que real izó gran cantidad de óleos, acuarelas, dibujos, grabados. Incluye además su faceta como coleccionista de antigüedades.
El gran renovador
Huérfano desde niño, triunfó antes de cumplir los 30 años gracias a su abuelo, un escultor que potenció su talento, y al marchante Adolphe Goupil, que vendió La vicaría por una fortuna.
Fortuny renovó la técnica de la acuarela, el aguafuerte y el dibujo, fue el primero en colorear las sombras y, como Delacroix, se inspiró en el Lejano Oriente. Roma, don- de estudió, y Granada, donde se refugió, marcaron a este artista que atesoró en sus viajes al norte de África gran cantidad de objetos mobiliarios, armas y vasijas.