Si te lo perdiste…
En esta revista habéis visto un millón de veces a Màxim Huerta: cuando era el contrapunto serio y pintón a Crónicas marcianas en la edad dorada de Informativos Telecinco, en la década de ‘chico AR’ tocando todos los palos (incluidos los que son pecado para los dictadores de la calidad televisiva), después con la presentación de cada una de sus novelas... Es curioso porque cada vez que saltó de una de esas tres fases a la siguiente, esos mismos censores lo acusaban de vendido o de intruso, como si hubiera que pedirles perdón por evolucionar. Con esto quiero decir que la metamorfosis va en el ADN del flamante ministro Huerta, de hecho me divierte que todos estemos mucho más sorprendidos por su nombramiento que él mismo. Ese desfase quedó patente en la entrevista que concedió a su ex, Ana Rosa. Ella quiso conectar de forma muy brusca con su vínculo personal, pero él le devolvió una cara institucional con más aplomo que complicidad. Y se le notaba mucho más cómodo que a su maestra en ese revolcón jerárquico. La capacidad de adaptación es una gran cualidad para el mundo en el que acaba de entrar, y si lo combina con un proyecto rico y entendible, quizá sea un interesante líder. Ahora bien, debería cuidarse de palmeros para no venirse demasiado arriba: igual que ni las ventas, ni siquiera los premios te convierten en un gran escritor, la ostentación de un cargo no incluye el superpoder de la buena gestión. Y una petición, que no se pase marcando distancias con sus raíces: estos días, el ministro ha hablado de cine, libros, teatro... Que no se olvide de la tele, de las series, el puntal cultural del momento.