El teleadicto

“Hueles igual que cuando eras pequeño”. Esa escena de

Cuéntame en la que Carlos Alcántara se despide de su abuela con un abrazo maravillosamente real supuso la apertura de compuertas para que los seguidores de la serie se dejaran inundar por la emoción. Era un adiós que trasciende el lenguaje televisivo o la creatividad audiovisual, ya que está más cerca de un evento familiar que del visionado del capítulo de una ficción, pero no se conformaron con esa lágrima más o menos fácil. Aplaudo el esfuerzo por darle un sentido mucho más potente. Es cierto que desde el principio todos sabíamos que la trama está contada por el propio Carlitos porque suya fue siempre la voz en off, pero el mérito ha sido darle otra dimensión a ese recurso: como un ‘show de Truman’ inverso y bidireccional, en una secuencia muy bien resuelta, descubrimos que el personaje es a la vez creador y creación, y que ese bucle que suena a paradoja cuántica se generó en un momento concreto. Ese genial juego narrativo cobra un sentido extra en una serie que siempre ha estado trenzada con la realidad del país. Es verdad que situar el clímax en un barco camino de Nueva York quizá se pasó un poco de frenada peliculera, pero encaja con otra de las capas de significado que estaba presente en este final: el paralelismo entre Carlos y Ricardo Gómez. La serie le ha hecho un regalo enorme en esta última temporada al cargar su salida de una trascendencia inédita, y él ha respondido con una entrega y una exposición total. Han arriesgado para marcar un hito en la historia de nuestra televisión y lo han conseguido.