El teleadicto
El estado crítico de los presupuestos televisivos ha convertido la nostalgia en tendencia; tirar de archivo es el género más barato. Las ideas están igual de secas que los números. Si no, no se explica que tanto Hormigas blancas como Lazos de sangre dedicaran sendas entregas a la misma persona, Ana Obregón, con reportajes prácticamente calcados y coloquios con muchas aristas. Carlota Corredera aseguró que esta etapa del programa de Telecinco iba a ser diferente a la anterior, marcada por la búsqueda voraz de morbo; de hecho vendió su análisis de la biografía de la presentadora y actriz como un homenaje a una madre que acaba de perder a su hijo. Pero la sensación es que el respeto y el cariño (que no pongo en duda) eran los dos panes de un sándwich relleno de intenciones más parecidas a las de las ‘hormigas’ que bailaban al son de Jorge Javier Vázquez hace 13 años. Que son las que afilan el colmillo del espectador, qué duda cabe. Pero esas dosis racionadas de hipocresía no son tan venenosas como la doble moral que respiró la alternativa de Boris Izaguirre en La 1. El show de las sagas funciona por la valiosa hemeroteca de TVE, pero el debate posterior es otro cantar. La inocencia algo impostada de Boris dio alas a unos juicios de valor rancios y machistas, incompatibles con el dolor de la protagonista. ¿Esta es la única forma de honrar a sus estrellas heridas?