El teleadicto
En tiempos de pandemia, todos hemos reinterpretado nuestras ideas sobre la muerte. Lo más chocante e inesperado es que quien mejor se ha enganchado a ese debate filosófico y que está en la base del sentido que le damos cada uno a la vida, ahí es nada, han sido los programas más vilipendiados de Telecinco. Ya sé que suena a sacrilegio intelectualoide, pero tengo la certeza de que el testimonio de
Paz Padilla sobre cómo actuó en los últimos días de vida de su marido ha provocado impacto en cientos de miles de personas, además de arrojar luz sobre el trabajo de los profesionales de paliativos. Claro que se puede diferir de su visión, pero el hecho de que un personaje público ahonde en un tema tabú, siempre fuera de la agenda por incómodo, y que además lo haga en el mismo plató en el que se agitan todas las pulsiones banales, redobla su efecto trascendental. Casualidad o no, ha coincidido con la promoción de la última entrevista que Jordi Évole hizo a Pau Donés un par de semanas antes de morir. También con la confesión de
Jesús Vázquez a Bertín Osborne sobre cómo montó un compasivo teatrillo ante su madre para hacerla creer que había sido absuelto de aquella asquerosa trampa que fue el caso Arny. Al día siguiente, murió. Es verdad que ya no cala aquel mensaje de que de esta saldremos todos mejores, pero gracias a impulsos como estos, quizá sí salgamos más conscientes.