El teleadicto
Con el cine, los teatros y cualquier espectáculo tiritando por culpa de catástrofes varias, sus profesionales tienen que buscarse la vida. La tele es de las pocas vías abiertas en pleno temporal, de ahí que las cadenas lo tengan más fácil para armar equipos de celebrities en diferentes formatos. Esta semana me ha sorprendido el éxito de
El desafío, ese concurso de Antena 3 con aires de súper producción. No sé si fue por la presencia de un Pablo Motos engalanado, pero me pareció una versión grandilocuente de los retos de El hormiguero. Algo que, al contrario que a millones de espectadores, siempre me ha transmitido un aire impostado, artificioso, como si, valga la redundancia, estuvieran vendiéndome la moto todo el rato. Entiendo que no soy su público objetivo. Tampoco de El juego de los
anillos, que me lleva a esos códigos de verificación de la identidad en internet que te piden que marques las casillas en que se ve un semáforo. No le pillo la gracia. Si soy sincero, me interesa más cuando esos famosos, y me refiero a los de nivel, se dejan de apneas y brain games y se sientan a hablar de su vida y su carrera. Tal y como han hecho Verónica Forqué o Anabel Alonso en los últimos Sábado Deluxe. Digan lo que digan, en esas largas charlas hay chispazos de sabiduría y cachondeo, dos ingredientes que no necesitan efectos especiales para deslumbrar.