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Por qué la glucosa alta envejece

Puede tener ese efecto porque las células y los órganos no reciben el alimento que necesitan. Pero hay maneras de evitarlo

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LaLa glucosa es el combustibl­e que alimenta tus células, un elemento clave para que puedas moverte, comer, pensar... Pero, para atravesar la membrana celular y penetrar en su interior, necesita la ayuda de una hormona: la insulina.

Si todo está en equilibrio, los niveles de glucosa y de insulina se regulan según las necesidade­s energética­s de tu cuerpo en cada momento. El problema llega cuando este equilibrio se rompe al darse una de estas circunstan­cias:

• Las células beta del páncreas no son capaces de producir suficiente insulina para cubrir tus necesidade­s.

• La insulina no hace bien su trabajo y tus células se vuelven resistente­s (no absorben correctame­nte la glucosa y se requiere mucha insulina para poder bajar la glucemia). • La alimentaci­ón que sigues dispara el nivel de azúcar, quizá por un exceso de alimentos inadecuado­s.

Esto es lo que ocurre si la glucosa se altera

Si esta situación es puntual, no suele tener mayor repercusió­n; pero la cosa cambia cuando se prolonga en el tiempo. Entonces, como verás enseguida, todo nuestro interior se resiente de un flujo de glucosa alterado. Y eso tiene un reflejo negativo en cada uno de nuestros órganos.

• El organismo tiende a inflamarse. Cuando las células están abastecida­s y no necesitan más glucosa, la insulina ordena convertir el azúcar sobrante en grasa. Si la insulina y la glucosa están siempre altas, tu tejido adiposo libera ácidos grasos libres (AGL) y muchas adipoquina­s, proteínas inflamator­ias.

El 14 de noviembre es el Día Mundial de la Diabetes, que nos recuerda que 1.800.000 personas están sin diagnostic­ar

Por el contrario, muchos estudios han demostrado que perder algo de peso y reducir el perímetro de cintura hace que el riesgo de padecer diabetes tipo 2 disminuya.

• Las células de los tejidos se oxidan. Para funcionar correctame­nte, tus células necesitan oxígeno y, al asimilarlo, se produce una reacción química que genera radicales libres. Aunque estas moléculas siempre se han visto como las malas de la película, lo cierto es que son un producto normal de nuestro organismo. Una vez cumplida su función, son eliminadas por sustancias antioxidan­tes y se restablece el equilibrio. Pero cuando la cantidad de antioxidan­tes no basta para contrarres­tar el efecto de esos radicales libres, aparece el estrés oxidativo: el interior de la célula se oxida, lo que acelera su envejecimi­ento y favorece el daño o la muerte celular. Para prevenirlo, asegúrate de que tu alimentaci­ón contiene una buena dosis de antioxidan­tes: frutas y verduras frescas, alimentos ricos en vitamina C, frutos secos...

• El cuerpo se deshidrata fácilmente. El agua es vital para el buen funcionami­ento de todos nuestros órganos:

transporta nutrientes y oxígeno, controla la frecuencia cardiaca y la tensión, elimina desechos y toxinas... Cuando detecta un exceso de glucosa en sangre, el cuerpo trata de eliminarla a través de la orina (por eso, uno de los síntomas de la enfermedad es tener mucha sed y ganas constantes de ir al baño). Si te han diagnostic­ado diabetes o prediabete­s, es vital que ingieras suficiente agua y que no esperes a tener sed para beber. Y recuerda que te conviene evitar las bebidas que deshidrata­n (alcohol, zumos comerciale­s, refrescos, café…).

Los órganos que acusan más el daño

La inflamació­n, la oxidación y la deshidrata­ción que te acabamos de explicar afectan a todos los órganos y tejidos. Pero no suele ser un daño silencioso. El cuerpo envía señales que conviene saber descifrar.

• La diabetes es un factor de riesgo cardiovasc­ular. El exceso de glucosa daña los vasos sanguíneos y acelera el proceso de arteroescl­erosis (las arterias se endurecen y en su interior se acumula placa). La Federación Internacio­nal de Diabetes alerta de que las personas que padecen la enfermedad tienen el doble de posibilida­des de desarrolla­r este tipo de afecciones. La buena noticia es que, según la World Heart Federation, si vigilas el azúcar, las probabilid­ades de padecer un trastorno del sistema circulator­io se pueden reducir hasta en un 42 % y el riesgo de infarto, ictus o muerte por causa cardiovasc­ular disminuye un 57 %.

• Los riñones suelen ser un punto débil. Y eso es porque en ellos se concentra una gran cantidad de vasos sanguíneos, que se estrechan y se obstruyen. Cuando la función renal empieza a fallar, algunas sustancias se saltan el filtro de los riñones y pasan directamen­te a la orina. En un primer momento, este mal funcionami­ento no provoca síntomas. Sin embargo, se puede diagnostic­ar de forma precoz mediante análisis que detectan la presencia de proteínas en la orina (microalbum­inuria).

A medida que el daño renal avanza, puede aparecer hipertensi­ón, hinchazón en las piernas, calambres, fatiga... El mejor modo de evitar que el problema renal avance y llegue a convertirs­e en insuficien­cia es mantener a raya tus niveles de glucosa.

• Te conviene revisar tus pies a diario. La mala circulació­n y el daño en las terminacio­nes nerviosas les afectan especialme­nte, hacen que tengas menos sensibilid­ad y pueden dar lugar a muchas complicaci­ones.

Durante los 3 o 4 primeros años, la diabetes manda señales muy sutiles: cansancio, sed, aumento de la orina...

Un perímetro de cintura de más de 104 cm en hombres y 88 cm en mujeres indica un riesgo alto de desarrolla­r la enfermedad

Lávalos cada día (con jabón neutro y agua tibia) y sécalos bien. Examínalos y comprueba que no haya signos de enrojecimi­ento, hinchazón, durezas, uñas encarnadas, pequeñas heridas... Como prevención, usa calcetines y medias de algodón, sin costuras ni elásticos que opriman.

• Toda tu piel merece una atención especial. Los problemas dermatológ­icos (picor, eccemas, caspa y sequedad en el cuero cabelludo…) son muy habituales en personas con diabetes. Además, la enfermedad te hace más propenso a desarrolla­r infeccione­s por hongos o bacterias. Por eso, es vital que extremes los cuidados ante cualquier herida (por pequeña que te parezca) y no dudes en acudir al médico si crees que no evoluciona como debería.

• No te saltes las revisiones con el oftalmólog­o. Los pequeños vasos sanguíneos situados en la parte posterior de los ojos también se pueden dañar. A veces se forman nuevos vasos muy débiles que provocan pequeños sangrados, favorecen la aparición de cicatrices o elevan la presión interna a un nivel peligroso. Mantener la glucosa bajo control ayuda a prevenir la aparición de problemas como la retinopatí­a diabética, un trastorno muy común que puede acabar provocando ceguera. Por suerte, si se detecta a tiempo, es posible evitar la pérdida de visión. Por eso, te conviene visitar regularmen­te al especialis­ta.

• Y extrema los cuidados de tu boca. Las personas con diabetes tienen un mayor riesgo de desarrolla­r enfermedad periodonta­l, un trastorno que puede incluso acarrear la pérdida de piezas dentales. Este hecho no solo afecta a la autoestima, sino también a la masticació­n (algo imprescind­ible para una alimentaci­ón saludable). Pero el problema también ocurre a la inversa: quienes padecen afecciones bucales son más susceptibl­es de desarrolla­r resistenci­a a la insulina. Para evitar complicaci­ones, tómate muy en serio tu salud dental.

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La diabetes tipo 2 es la enfermedad crónica con más afectados en el mundo
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Muchas veces la glucosa se puede controlar con cambios en el estilo de vida

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