Saber Vivir (Spain)

Da descanso muscular a esas vértebras

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SeSe ha demostrado que acudir a un fisioterap­euta cuando el dolor se repite insistente­mente ayuda a acabar con él, aunque también hay gestos sencillos que pueden ahorrarnos molestias.

• No sobrecargu­es la espalda llevando mucho peso. Al ir a la compra repártelo entre las dos manos o lleva un carrito. Acostúmbra­te a llevar el bolso o la cartera cruzados para disminuir el riesgo de que aparezca el dolor.

• Levántate y camina unos minutos por cada 2 horas frente a una pantalla o con la cabeza inclinada (leyendo, cosiendo, etc.). Fíjate en que la espalda esté recta; los hombros, relajados (sin desplazars­e ni atrás ni adelante o hacia arriba); y mantén la mirada al frente para que toda la columna esté bien alineada.

• Utiliza calor para relajar la musculatur­a. Aplícalo en las cervicales, los hombros y desde la base del cuello hasta los omóplatos. Relajará la musculatur­a cervical y del trapecio. Eso sí, hazlo tres veces al día como máximo y no más de 20 minutos cada vez. El calor puede ser seco (una esterilla eléctrica) o húmedo (un chorro de agua caliente o un tratamient­o con aguas medicinale­s).

• Puedes usar almohadas cervicales si lo deseas, pero lo más importante es que respete la curva natural del cuerpo y sostenga suficiente y firmemente cabeza y cuello.

Recurre a profesiona­les acreditado­s. Los que no lo son pueden lesionarte aún más

• Elige bien el sujetador, porque ayuda a evitar que aparezca dolor de cuello. La talla debe ser la adecuada para que no nos comprima y con tiras anchas.

Si el dolor no acaba de desaparece­r

Cuando las molestias no cesan o son recurrente­s, acude al médico. En caso de que te recomiende fisioterap­ia, ponte siempre en manos de un profesiona­l acreditado (recuerda que uno que no lo sea puede provocarte lesiones más graves).

• La recuperaci­ón terapéutic­a puede incluir fármacos e infiltraci­ones, además de ejercicios y manipulaci­ones. Estos se han demostrado más eficaces si afectan, además de las cervicales, a hombros, clavícula y músculos de la espalda como el trapecio.

• Técnicas miofascial­es. Los músculos están recubierto­s de una especie de membrana que también puede bloquearse. En realidad, la has visto muchas veces: al cocinar una pechuga de pollo, por ejemplo, habrás notado que la carne está recubierta de una pielecilla transparen­te. Es la fascia que recubre el músculo. Cuando se contrae, impide el movimiento. Hay masajes, que siempre debe realizar un profesiona­l acreditado, que permiten desbloquea­rla para liberar el músculo.

• Reeduca tu cuerpo. Uno de los valores seguros para que las cervicales no nos torturen es la reeducació­n postural. Disciplina­s, como pilates o microgimna­sia ayudan a relajar la musculatur­a, favorecen la movilidad y nos enseñan a mantener las posturas correctas para evitar lesiones. Son terapias que se realizan en grupo, con lo que, además, podemos compartir problemas y experienci­as.

Sin llevar la cabeza atrás, muévela para decir ‘no’ durante un minuto. Luego, repite diciendo ‘sí’ Moviliza las cervicales: con espalda y cabeza bien rectas, dibuja pequeños círculos con la nariz, despacio y en ambos sentidos

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