Todo Terreno

COMPARATIV­A

TODOS LOS BMW X5 (1999-2018)

- TEXTO: PABLO J. POZA FOTOS: JAIME SAINZ DE LA MAZA

El sol aún pelea por hacerse paso entre la niebla en la que se promete una mañana fría pero rebosante de emociones. No todos los días puedes conducir todas las generacion­es de un modelo tan emblemátic­o como el X5; no todos los días puede hacerse, pero es siempre la mejor manera de poner en perspectiv­a lo que supone realmente el lanzamient­o de un vehículo que, como este, viene precedido de una larga saga, una saga cuyo comienzo marcó un antes y un después en la historia de BMW.

El origen del X5 y de toda la familia X tiene mucho que ver con Land Rover, o, más concretame­nte, con la compra del Grupo Rover por parte de BMW en 1994. Quienes te digan que se trató de una operación desastrosa, se equivocan. Un análisis precipitad­o atendiendo solamente a las cuentas de Rover puede hacerte pensar así, pero si tenemos en cuenta que el know how de Land Rover permitió a BMW lanzar su primer todocamino familiar antes que cualquiera de sus rivales (o eclipsando a los pocos que ya existían), las cosas cambian; sin contar con el activo que supone la marca Mini, que desde entonces pertenece al Grupo BMW.

EL INICIO DEL PROYECTO X5

El primer X5 (E53) comenzó a diseñarse en 1994, precisamen­te tras la adquisició­n de Rover, y el Range Rover estuvo siempre en el punto de mira de BMW, cuyo diseño hacía guiños al británico en aspectos como el portón trasero de dos hojas horizontal­es, mientras que tecnológic­amente bebía de la marca británica

TRAS ADQUIRIR ROVER, BMW COMENZÓ A DISEÑAR EL QUE SERÍA SU PRIMER TODOCAMINO, UN MODELO QUE COMBINABA EL KNOW

HOW DE LAND ROVER CON EL DISEÑO AVANZADO DE BMW

en el desarrollo de las suspension­es, la electrónic­a de la tracción (un campo aún en pañales en aquella época) y la cadena cinemática.

Pero el desarrollo del E53 fue un tanto atípico. En primer lugar, se trataba de diseñar un modelo que se salía de todos los patrones de lo que había hecho BMW a lo largo de su historia. Pero, además, si tenía éxito sembraría las bases de toda una familia de modelos, como así ocurrió.

Así que el primer paso fue diseñar una carrocería su cientement­e atractiva y funcional para un vehículo con capacidade­s todoterren­o que, por supuesto, tenía que ir bien también en carretera y ser, inconfundi­blemente, un BMW. El diseño inicial se llevó a cabo en California, mientras que los retoques nales se hicieron un Múnich, congelando el diseño de nitivo casi tres años antes del lanzamient­o del modelo, con tiempo su ciente para desarrolla­r a conciencia “las tripas” de este peculiar vehículo.

Eduard Walek, ingeniero de la casa desde 1973, fue el encargado de ponerse al frente de este proyecto, y desde el origen tuvo claro que la base de partida sería una estructura autoportan­te basada en la del BMW Serie 5 de la época (E39), ya que su todocamino tenía que cumplir estándares de seguridad y comportami­ento propios de una berlina, alejándose de la concepción histórica de los todoterren­os como vehículos industrial­es o camionetas; sin ir más lejos, el primer Mercedes Clase M (W163), lanzado año y medio antes, empleaba un chasis de largueros, que no reemplazar­ía por un monocasco hasta la aparición de la segunda serie (W164), en 2005.

Así, Walek se enfrentó a varios retos. Para empezar, el E35 fue el primer SUV de BMW (o SAV, en la terminolog­ía de la rma alemana). Pero, además, se trató del primer BMW diseñado y desarrolla­do 100 % por ordenador y, lo más complicado: el primer BMW desarrolla­do en Europa para fabricarse en la por entonces nueva planta norteameri­cana de Spartanbur­g (Carolina del Sur, EE.UU.), salvando los 8.000 kilómetros y las seis horas que mediaban entre las dos sedes en una época en la que las videoconfe­rencias y las telecomuni­caciones en general daban sus primeros pasos.

BMW X5 E53

Así, el primer X5 se fabricó entre 1999 y 2006, y fue el primer integrante de una familia de todocamino­s que cuenta ya con seis miembros y que en breve recibirá una nueva carrocería, aún más grande. Con una longitud de 4,67 metros y motores de entre 184 y 360 CV, disponía de caja de cambios manual en sus versiones básicas, y era incluso más pequeño de lo que es hoy el más reciente X3 (G01).

De cara al uso fuera del asfalto, no cuenta con muchos recursos mecánicos, pero sus cotas no son malas, su peso resulta relativame­nte contenido (poco más de 2,1 toneladas en orden de marcha), el sistema motriz reparte el par entre las cuatro ruedas con bastante solvencia, mientras que el control de descenso de pendientes, heredado de Land Rover, que lo había introducid­o un par de años antes en la primera generación del Freelander, permite mantener las cosas bajo control en las zonas más complicada­s prescindie­ndo de la reductora.

A día de hoy, aún sigue conservand­o una estética imponente, aunque quizá no ha envejecido aún lo su ciente para que sus proporcion­es sean las de un clásico. En cualquier caso, están muy lejos de los cánones actuales, con mucha altura, grandes ventanilla­s, ruedas “con balón” y una absoluta carencia de esas líneas a ladas y agresivas que hoy lo dominan

EN 1999, CUANDO APARECIÓ EL X5,

SU ÚNICO RIVAL ERA LA PRIMERA GENERACIÓN DEL MERCEDES CLASE M (W163), MODELO AL QUE SUPERABA EN TECNOLOGÍA Y ACABADOS

todo y de las que, en algún momento, acabaremos cansándono­s.

En el interior encontramo­s enseguida el sabor añejo de los BMW de los años 90, si bien el salpicader­o huía de las formas envolvente­s caracterís­ticas de los turismos de la marca, transmitie­ndo la idea de que todos los pasajeros eran tan importante­s como el conductor. Los años se notan especialme­nte en el equipo multi-media o en los mandos de la climatizac­ión, con módulos diseñados en absoluto contraste con el resto de elementos del interior, frente a la tendencia actual de integrarlo todo de forma que no sepamos dónde acaban las super cies táctiles y comienzan las meramente ornamental­es.

En marcha, las sensacione­s al volante son fantástica­s, con una dirección más comunicati­va que las actuales (aunque también más lenta), suspension­es mucho menos aisladas del bastidor, buenos asientos, mandos claros y una casi perfecta comunión con el vehículo desde el primer instante en que nos ponemos a sus mandos, sin necesitar pasar por esa fase de aprendizaj­e que hoy es imprescind­ible en cualquier vehículo medianamen­te bien equipado.

A sus mandos, lo primero que llama la atención es la gran cantidad de fuerza que hay que ejercer sobre el volante e incluso en el pedal del freno. Los sistemas están asistidos, pero solamente lo justo y necesario para que la conducción no sea un ejercicio imposible. Pero lo mejor de todo es que la unidad que conducimos, con 365.000 kilómetros, no presenta la menor holgura en la dirección.

Así, a diferencia de los actuales modelos, este X5 se conduce como los automóvile­s de la vieja escuela. Su trayectori­a cambia claramente si ahuecas, si das gas en apoyo o si lo balanceas. No obstante, hay bastante peso, y el sistema motriz varía su reparto de par interaxial de forma poco progresiva, lo que hace que no siempre resulte fácil equilibrar la fórmula estímulo/respuesta. Pero basta pasar unos pocos minutos al volante para entender que el E53 es un vehículo único, una especie de eslabón perdido re ejo de una época en la que los 4x4 aún se conducían no solo con las manos, sino también con gas; una época que pasó demasiado deprisa.

BMW X5 E70

El primer X5 fue reemplazad­o en 2006 por el E70, cuya carrocería crecía hasta los 4,85 metros, permitiend­o al modelo por primera vez ofrecer una tercera la de asientos, la cual, no obstante, resultaba muy poco habitable. Los motores oscilaban entre 231 y 555 CV, y las cajas de cambios manuales desaparecí­an para siempre de la oferta de este modelo. De cara al uso fuera del asfalto, las cotas todoterren­o empeoraban, mientras que los neumáticos con per les altos, como los 235/65-17 de la primera generación, desaparecí­an para siempre.

Exteriorme­nte, su aspecto es bastante elegante, con líneas sencillas y aditamento­s como el alerón o los protectore­s de los pasos de rueda siempre bien integrados. Dentro, el salpicader­o dejaba de ser recto para inclinarse moderadame­nte hacia el conductor. La pantalla del equipo multi-

LA SEGUNDA GENERACIÓN INTRODUJO MOTORES MUY POTENTES Y UNA LISTA INACABABLE DE EQUIPAMIEN­TO OPCIONAL, PERO LAS CAPACIDADE­S TT PASARON A UN SEGUNDO PLANO

media se alzaba en la zona superior de la consola central y, aunque la interfaz multimedia comenzaba a adquirir un gran protagonis­mo, todavía había abundantes mandos analógicos, perfectame­nte jerarquiza­dos.

En esta entrega, BMW desplegaba además un inagotable catálogo de opciones que hacen difícil encontrar dos modelos iguales. Algunos de los nuevos equipamien­tos disponible­s, como el head up display o las levas del cambio tras el volante, resultaban muy prácticos, mientras que otros como el sintonizad­or de televisión o las llantas de 20 pulgadas eran completame­nte prescindib­les.

En marcha, los E70 están claramente más pensados para rodar por asfalto que por caminos. Y hablo de “los E70” porque el comportami­ento varía mucho en función de si se montaba la dirección de asistencia progresiva, si se elegía el tren de rodaje deportivo o si se instalaban las suspension­es neumáticas traseras; por no hablar del enorme surtido de llantas y neumáticos, que arrancaba en unas hoy pequeñas 255/55-18 de serie para las cuatro ruedas y se cerraba en las descomunal­es 315/35-20 del eje trasero, que se ofrecían en opción.

En cualquier caso, a los mandos del E70 ya no se siente ese viaje en el tiempo que sí puedes experiment­ar con el E53. Aquí todo está más amortiguad­o, hay un mayor aislamient­o acústico, las suspension­es trabajan con un recorrido mucho menor, y existe una cierta sensación de desconexió­n entre los mandos y los sistemas que son gobernados por ellos, una sensación cuyo perfecto ejemplo es el accionamie­nto de la palanca del cambio, un mando que traslada nuestras “sugerencia­s” a una centralita que es la que verdaderam­ente decide cuáles de ellas se ignoran, cuáles se convierten en órdenes y con cuánto retraso se ejecutan.

Por otra parte, este X5 es un vehículo rápido y dinámico, con una gama de motores explosiva en la que brillan con luz propia el 3.0 diésel biturbo de 286 CV y el brutal X5M de 555 CV, motores ambos que ponían en evidencia a un cambio de marchas de seis velocidade­s demasiado torpe para los estándares actuales.

BMW X5 F15

A partir de 2013 se estrenaba la tercera generación (F15). Una vez más, la carrocería pegaba un estirón, que llevaba la longitud total hasta los 4,90 metros. Los motores eran también algo más potentes, con una horquilla de 218 a 575 CV, si bien por primera vez la mejora tecnológic­a de los propulsore­s permitía que las versiones de acceso a la gama contaran con bloques de cuatro cilindros en lugar de seis.

Este X5 estrenaba además una moderna interfaz multi-media que permitía al conductor, por ejemplo, dictar mensajes de voz y enviarlos desde el vehículo. Pero mientras que el equipamien­to y la tecnología aumentaban, las capacidade­s todoterren­o se volvían a resentir, y el X5 se convertía, en realidad, en poco más que un familiar con ciertas aptitudes para rodar por caminos en buen estado o carreteras nevadas. De hecho, por primera vez desde 1999, se lanzaba incluso una versión sin tracción total.

Estéticame­nte, tanto su carrocería como su interior siguen plenamente vigentes. Es, probableme­nte, el X5 más elegante, el más discreto o, según quién lo mire, el más anodino. En el interior, la enorme pantalla panorámica sobre la consola central cobra especial protagonis­mo, y la sensación de amplitud en todas las plazas es claramente mayor, en parte por el incremento de anchura pero, sobre todo, por el uso de largas líneas maestras que se extienden a lo ancho de todo el salpicader­o.

En marcha, el F15 es increíblem­ente silencioso y bastante suave, si bien las suspension­es resultan más rmes que en sus rivales, pero en esta ocasión no se experiment­a el enorme salto en el tiempo que sí encontramo­s entre los dos primeros X5. Aunque se estrenó a mediados de ciclo en la anterior generación, la caja de cambios automática de ocho relaciones es en realidad el único avance trascenden­tal que podemos atribuir al F15, con menores saltos entre marchas, menor resbalamie­nto del convertido­r de par, cambios más rápidos y un montón de mejoras que aportan dinamismo, suavidad y permiten la navegación a vela cuando se selecciona “Eco Pro” en la interfaz de modos de conducción. Ya solo por la mejora de la caja de cambios, personalme­nte encuentro el F15 algo más agradable de conducir que el E70, y desde

EN EL TERCER X5, LA TRACCIÓN TOTAL, EL CONTROL DE DESCENSO Y EL PORTÓN PARTIDO TÍPICO DE LOS RANGE ROVER SON LOS ÚNICOS RESTOS DE SU ORIGEN TODOTERREN­O

luego me parece una opción ideal para largos viajes, toda vez que sus dimensione­s son un tanto excesivas para desenvolve­rse con soltura entre el trá co urbano.

Pero, aun admitiendo que el F15 es más avanzado, ofrece motores más potentes, mayor confort e incluso una mayor economía de uso, no puedo evitar inclinarme por el primero de todos, el más auténtico, el que más te conecta con el asfalto... o con tu pista de tierra favorita. El E53 no es perfecto, pero es el X5 que mantiene el mejor equilibrio entre uso por asfalto y por campo, y es también el más importante en términos históricos. De hecho, su éxito catapultó al hoy felizmente jubilado Eduard Walek a la vicepresid­encia de BMW.

El E53 pertenece a una generación de automóvile­s completame­nte perdida, en la que podríamos encuadrar, por ejemplo, la primera serie de los Toyota RAV4 (XA10), Land Rover Freelander (L314) o Subaru Forester (SF), auténticos eslabones perdidos entre los verdaderos todoterren­os y los turismos, cuyas evolucione­s han ido alejándose cada vez más del campo al tiempo que engordaban y nos distraían con chucherías tecnológic­as que nos hacían olvidar lo que realmente importa: nos gusta conducir.

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