Avanzamos por este pequeño pero guerrero no-país. Con mucha prudencia con las fotos y vídeo, circulando con mucho cuidado, tratamos de no tener ningún percance. Ningún país tiene delegación diplomática; por tanto, si nos ocurre algo, estamos completamente solos en este limbo territorial.
El culto a la antigua Unión Soviética es constantemente palpable, con la gigan del Soviet Supremo, con los símbolos de la hoz y martillo por doquier, y un tanque conmemorativo con una llama eterna encendida por los caídos que recuerda el enfrentamiento fratricida.
Transnistria solamente tiene 4.163 km2 y, como ocurre en Moldavia, dan mucha importancia a la agricultura y los campos de cereales; verduras y frutales envuelven su pequeño territorio, el río Dniéster da riqueza a estas tierras y marca la “no-frontera” entre ambos.
Cuando llegamos a la ciudad de Bender, tras cruzar la frontera, de nuevo los tanques y la simbología pro-soviética de hoces y martillos salpican calles y plazas. En la capital, Tiraspol, una imponente estatua de Lenin preside la antesala de la gran escalinata que conduce al enorme - mento se sigue llamando así en Transnistria). Mientras captamos con nuestras cámaras la imagen del líder de la revolución bolchevique, un policía se apresura - cio y nos da a entender que no podemos o “prohibido”) y el rotundo “niet, niet” no dejó lugar a dudas sobre lo que nos quería decir. No fue a más, ni nos pidió las cámaras, ni nos hizo borrar las fotos ni las imágenes en vídeo ya grabadas, que fueron muchas hasta que se dieron cuenta de lo que estábamos haciendo.