Un siglo de historia
El nueve de septiembre de 1919, Henry Ford daba el visto bueno a la fundación de Ford Motor Co. Sociedad Anónima Española, que unos meses más tarde comenzaba a ensamblar los Ford Model T y los tractores Fordson en el puerto de Cádiz, en unas naves del barrio de la Segunda Aguada, hoy desaparecidas, en las que trabajaban 300 personas. Pronto la factoría se mudó a Barcelona, a Pueblo Nuevo, donde comenzó un crecimiento que parecía imparable, con 7.500 unidades en 1935. Tras la Guerra Civil, hubo un nuevo giro de timón. Ford queda relegada a un segundo plano, la sociedad se convierte en Motor Ibérica, nace la marca Ebro, y Motor Ibérica comienza a transformarse en un gigante que absorberá Fadisa (fabricante de furgonetas Alfa Romeo en Ávila), Avia (en la madrileña Cuatrovientos), Siata, Emtisa, Bosuga, Viasa (fabricante maño de los añorados Jeep Comando y CJ-3B)... Ya instalada en El Prat, llegará Massey Ferguson, y con él también Perkins y sus motores diésel, y es finalmente en 1980 cuando aparece Nissan, con sus legendarios Patrol de doble eje rígido.
Muy probablemente, sin Motor Ibérica, sin el entramado de proveedores que fue tejiéndose a su alrededor, jamás hubiéramos llegado a ser el seguno país europeo productor de automóviles. Y, de alguna forma, permitir que se borre de un plumazo una fábrica con capacidad para producir 200.000 vehículos al año, con 3.000 empleados y un incontable número de empleos indirectos, permitir que se borre de un plumazo todo ese legado de un fabricante que fue capaz de resistir cambios de sedes, de accionariado, guerras... es un hecho trágico que nos tiene que hacer reflexionar.