El V8 de Buick y Rover
■ El primer antepasado de este Defender V8 ni siquiera tenía aún un apellido. Era un Land Rover, a secas, y tampoco nació en el momento más lógico, ya que hablamos de un lejano 1976 en el que aún no estábamos concienciados sobre las emisiones, pero sí sobre el consumo. La crisis del petróleo de 1973 había duplicado el precio del combustible, y los vehículos más sedientos no estaban especialmente de moda. Pero para Land Rover, recurrir a un motor V8 era la mejor manera de garantizar una buena cifra de par máximo disponible desde bajo régimen, una clara demanda de sus usuarios, y al mismo tiempo suponía la oportunidad de dar salida a la producción de los motores 3.5 V8, cuya demanda en la berlina Rover P6 había caído de manera drástica.
Se trataba de un motor de aluminio derivado de un bloque de Buick (General Motors) nacido en un lejano 1953, alimentado por carburadores y dotado de una cilindrada de 3.528 cm³. Prestó servicio en los Land Rover 101 Forward Control, Serie III 109 y en los posteriores 90, 110 y Defender, además de en los 6x6 australianos.
Inicialmente entregaba 91 CV a 3.500 r.p.m. y 226 Nm a 2.000 r.p.m., aunque en 1984 el Land Rover Ninety V8 comenzó a montar una versión de 114 CV, y posteriormente, en 1986, la potencia aumentaría hasta los 134 CV a 5.000 r.p.m. En los años 90, el V8 adoptó la inyección electrónica y se incrementó la cilindrada hasta los cuatro litros, aumentando el diámetro de los cilindros. Se comercializó en los Defender vendidos entre 1994 y 1998 con unos respetables 181 CV y 315 Nm, mientras que, posteriormente, en los Range Rover P38 y en los Discovery destinados a EE.UU. llegaría a cubicar 4,6 litros y a ofrecer 218 CV antes de dejar de producirse, definitivamente, en 2004.