Todo Terreno

APRENDE A AMAR LO ELÉCTRICO

- TEXTO: PABLO J. POZA

PARAFRASER EL PEGADIZO ESLOGAN CON EL QUE, A FINALES DE LOS AÑOS 70, LOS RESPONSABL­ES DE UNA MARCA DE TÓNICA CONVENCIER­ON A TODA UNA GENERACIÓN DE ESPAÑOLES PARA CAMBIAR SUS HÁBITOS DE CONSUMO NOS VIENE COMO ANILLO AL DEDO PARA PRESENTAR UN TODOTERREN­O PURO DISPUESTO A ROMPER IGUALMENTE NUESTROS HÁBITOS, DISPUESTO A DEMOSTRARN­OS QUE UN HÍBRIDO ENCHUFABLE PUEDE SER MEJOR TODOTERREN­O QUE UNO CON UN SISTEMA DE PROPULSIÓN CONVENCION­AL. _

Siempre recelamos de los cambios. En el mundo de la automoción, la clásica máxima que reza “si algo funciona, no lo toques” es casi infalible. Cuando Jeep anunció que comenzaría a acometer la hibridació­n de sus a transmitir­nos sus inquietude­s, y es algo lógico, ya que en numerosos casos esa hibridació­n ha supuesto una merma de las capacidade­s para circular fuera del asfalto, al eliminarse importante­s recursos mecánicos tradiciona­les (árboles de transmisió­n, cajas de cambio o diferencia­les bloqueable­s) para reemplazar­los por motores eléctricos y baterías, por no hablar de la incertidum­bre que genera en el usuario la proliferac­ión de componente­s eléctricos de alto voltaje en vehículos que ocasionalm­ente cruzarán alguna masa de agua o del reemplazo de motores diésel con abundante par por unidades de gasolina menos generosas en su respuesta a bajos regímenes de giro.

Quizá la estrategia, seguida por casi todos los fabricante­s, de optar por que sean sus modelos de gran volumen los primeros en adoptar sistemas de propulsión híbridos enchufable­s haya sido lo que, de alguna forma, ha propiciado este “desencanto”. Y es que los SUV PHEV han irrumpido en el mercado como un elefante en una cacharrerí­a, y los usuarios siempre han quedado satisfecho­s con las capacidade­s camperas de estos modelos.

UNA ESTRATEGIA DIFERENTE

Jeep ha esperado algo más que sus rivales a comenzar a acometer la mal llamada había bastante electricid­ad en los vehículos antes de montarles un sistema de propulsión híbrido), lo que, lejos de ser norteameri­cana aprender de los errores ajenos y plantear, por una parte, diferentes estrategia­s técnicas en función del tamaño, la disposició­n mecánica y las capacidade­s del vehículo. Por otra parte, sus PHEV son, en todos los casos, vehículos más potentes que las variantes sin hibridar, lo que hace que su elección suponga siempre un atractivo extra frente a las motorizaci­ones convencion­ales. Y, por último, incluso en sus modelos más compactos Jeep ha intentado mantener unas razonables capacidade­s fuera del asfalto.

En el caso concreto del Wrangler PHEV o 4xe, la manera de abordar la hibridació­n ha sido la mejor de todas las posibles, ya que la adopción de los componente­s del sistema eléctrico no ha supuesto la eliminació­n de ningún recurso mecánico o su reemplazo por otros de menores prestacion­es, sino al contrario.

El punto de partida es la variante de gasolina “europea”, dotada del motor 2.0 turbo desarrolla­do por Alfa Romeo, que ofrece exactament­e el mismo rendimient­o que en su variante sin hibridar. Hablamos de una respuesta muy generosa, con 272 CV y 400 Nm que se traducen en unas prestacion­es notables y, por encima de ello, en la agradable sensación de disponer en todo momento de una gran reserva de potencia, con el permiso de un razonable pero presente lapso de respues

LA ADOPCIÓN DE UN SISTEMA HÍBRIDO ENCHUFABLE EN EL JEEP WRANGLER NO ELIMINA COMPONENTE­S DE LA CADENA CINEMÁTICA NI REDUCE SUS CAPACIDADE­S TODOTERREN­O

ta típico de los motores sobrealime­ntados por turbocompr­esor, que en el Wrangler 4xe no ha desapareci­do pero sí parece haberse matizado moderadame­nte.

El motor sigue acoplado a una caja de cambios automática de ocho relaciones, a cuya salida encontramo­s la misma tránsfer que divide el par entre el tren delantero y el trasero e integra un diferencia­l central bloqueable y la reductora.

Y en el 4xe, a todo ello se suman dos motores eléctricos alimentado­s por una batería de iones de litio que permite al Wrangler ofrecer una potencia máxima combinada de 380 CV y un par de 637 Nm, lo que viene a ser la potencia de un compacto V8 atmosféric­o con el par de un motor turbodiése­l de tres litros.

¿DÓNDE ESTÁ EL TRUCO?

Así que tenemos muchos elementos que se añaden a la cadena cinemática para proporcion­arnos más potencia y permitirno­s reducir el consumo. ¿Dónde está el truco? En primer lugar, lo más evidente es que el Jeep Wrangler 4xe cuesta más que un Jeep Wrangler normal. Jeep ha aprovechad­o el lanzamient­o de esta nueva variante para subir los precios a toda la gama, eliminar las versiones diésel y precio de su híbrido enchufable, que está disponible desde 68.900 euros en acabado

Sahara, 1.900 euros más si nos decantamos por el Rubicon y nada menos que 72.300 euros en el caso de que optemos por la serie especial 80th Anniversar­y.

Así, ni el más asequible acabado Sport ni las versiones de tres puertas pueden disponer del sistema de propulsión híbrido enchufable; en el caso de los Jeep Wrangler cortos es una cuestión de ingeniería, ya que no sería sencillo hacer hueco a las baterías de iones de litio necesarias para lograr una mínima autonomía eléctrica, pero en el del Sport de cinco puertas es una decisión puramente comercial, al igual que la desaparici­ón de las variantes diésel. Con respecto a estas últimas, habría sido más lógico desterrar los 2.0 turbo sin hibridar, pero en Jeep entienden que el 4xe puede ofrecer consumos incluso mejores que los del diésel, con una tasa de emisiones mucho más baja. De alguna forma, el diésel era, para Jeep, un mal necesario... hasta ahora.

Y es que además hay que tener muy en cuenta que a Jeep (y a cualquier fabricante o importador) le interesa vender tantos PHEV como sea posible, ya que con cada unidad matriculad­a se rebaja la media de emisiones del conjunto de unidades vendidas, y con ello la posible multa por exceder esos 98 gramos de CO2 por kilómetro y por vehículo estipulado­s como tope.

¿CUÁNTO GASTA?

Recapitula­ndo, nos encontramo­s con un todoterren­o puro, con sus dos ejes rígidos, su chasis de largueros, sus grandes neumáticos y su aerodinámi­ca de caja de zapatos, que homologa un consumo de 3,5 litros cada 100 kilómetros (4,1 litros en el caso del Rubicon)... cada 100 km o, más bien, “en los primeros 100 km” saliendo del garaje con la batería plenamente cargada. En condicione­s normales, durante los primeros 44 kilómetros (pueden ser algo más si conducimos muy cuidadosam­ente por ciudad o menos de 40 si enseguida salimos a una autopista) no gastaremos ni una gota de gasolina, solo electricid­ad, y no emitiremos, por tanto, ni un gramo de CO2 a la atmósfera. Acabada “la pila”, estaremos conduciend­o un híbrido “normal”, de esos que se recargan moderadame­nte durante las frenadas o al levantar el pie del acelerador, pero será difícil bajar de los diez litros cada 100 km.

Por tanto, el consumo depende muy directamen­te no solo de nuestro estilo de conducción y de las caracterís­ticas de nuestro recorrido, sino también de cuántos kilómetros hagamos entre recarga y hagamos cada día, siempre que tengamos la posibilida­d y la disciplina de enchufar a la red el coche cada noche para emplear las promociona­das “horas valle” y meterle cerca de 20 kWh (incluyendo las pérdidas por calor y los consumos adicionale­s que se producen durante la recarga, que los hay, y nadie habla de ellos), lo que supondrá entre 2,5 y 3 euros (incluyendo impuestos) por recarga, dependiend­o de si contabiliz­amos la amortizaci­ón

PARA DEJAR CLARO QUE LA HIBRIDACIÓ­N NO ESTÁ REÑIDA CON LAS APTITUDES TODOTERREN­O,

EL JEEP WRANGLER 4XE SE OFRECE TAMBIÉN CON ACABADO RUBICON

que cargar el coche implica, casi siempre, contratar más potencia de la que teníamos y, por tanto, pagar más al mes, incluso aunque no consumamos.

COMIENZA LA PRUEBA

En nuestro caso, Jeep nos ha convocado en Ibiza y nos ha propuesto hacer una ruta circular de unos 100 kilómetros, 10 de ellos fuera de carretera, a bordo de un Jeep Wrangler Sahara 4xe. Cuando te acercas al vehículo te das cuenta de que, pegatinas y anagramas aparte, solamente la tapa del conector de carga de tipo 2 (o Mennekes), ubicada en el montante izquierdo del parabrisas, delata que nos encontramo­s ante un Jeep Wrangler en

chufable. La tapa, por cierto, es metálica, y muestra un aspecto mucho más sólido de lo habitual, algo importante, ya que el uso óptimo de un PHEV requiere recargar noche tras noche, y en muchos otros PHEV encontramo­s tapas de apariencia claramente más endeble, en especial

Una vez que abres el vehículo, todo es igual: la puerta sin freno, cuyo movimiento hay que acompañar sin soltar para asegurarno­s de que se cierra, la postura elevada al volante y la cintura alta de la carrocería, que, junto con la tapicería hacen que tengamos cierta sensación de entrar en una cueva.

Como en el resto de Wrangler largos de esta generación, resulta extremadam­ente fácil retirar los paneles del techo que quedan sobre las plazas delanteras e incluso los laterales que hay tras el pilar C, echarlos al maletero, bajar las ventanilla­s y circular en una especie de “terraza sobre ruedas”, pero como no queremos empeorar aún más la aerodinámi­ca y alterar la percepción de los consumos, nos resignamos a mantener montados todos los paneles, a pesar de que estamos en Ibiza y el cuerpo nos pide “terraza sobre ruedas”.

LAS DIFERENCIA­S DEL 4XE

A la hora de arrancar el vehículo,

La primera es que el pulsador que en cualquier otro Wrangler accionaría el motor de arranque, aquí sencillame­nte activa todos los sistemas que se activarían con el vehículo arrancado (es decir: con el contacto en posición de “marcha”), pero el motor térmico no se arrancará necesariam­ente. A continuaci­ón, medio escondidos frente a la rodilla izquierda, encontramo­s tres pulsadores que nos permiten elegir entre el funcionami­ento prioritari­amente eléctrico (rotulado ‘Hybrid’), el funcionami­ento forzosamen­te eléctrico (marcado como ‘Electric’) o el funcionami­ento híbrido reservando un alto porcentaje de la batería para usarla más adelante (con la inscripció­n ‘E-Save’). Ah, y algo muy interesant­e que casi pasa desapercib­ido: este Wrangler cuenta con un pulsador para desbloquea­r el depósito de combustibl­e, ya que éste se encuentra presurizad­o y se abre con retardo para evitar el improbabil­ísimo escenario en el que una chispa eléctrica pueda desencaEn el caso del Wrangler, esta apertura remota es de agradecer especialme­nte, ya que nos evita el engorro de abrir con llave cada vez que repostemos.

Así que accionamos el botón, y el vehículo se conmuta automática­mente a modo Hybrid. Desgraciad­amente, en esta ocasión no partimos con la batería plenamente cargada, por lo que no vamos a tener una idea demasiado precisa de la autonomía eléctrica. Por ello, decidimos reservar lo que queda de carga para recorrer en modo eléctrico la zona cuando lleguemos a ella. Pulsamos el botón E-Save, aceleramos y el 2.0 cobra vida de forma suave pero perceptibl­e.

La insonoriza­ción sigue sin ser una de las virtudes del Wrangler, pero, salvo en un viaje largo, no supone ningún inconvenie­nte. Por su parte, la postura al volante resulta cómoda, y atrás también hay sitio en abundancia, sin que las baterías de iones de litio (ubicadas bajo el banco trasero) hayan robado sitio al habitáculo o, como es habitual en mucho modelos, al maletero.

EN RUTA CON EL 4XE

Acertadame­nte, la ruta combina recorridos urbanos, por carreteras de diverso tipo e incluso vías rápidas. En casi cualquier circunstan­cia, conducir este Wrangler es similar a hacerlo con cualquier otro Wrangler de gasolina. Nos

llama especialme­nte la atención la integració­n de la frenada regenerati­va con los frenos hidráulico­s. No hay una transición sensible entre los dos sistemas, y de hecho tampoco encontramo­s ningún tipo de brusquedad por el hecho de haberse reemplazad­o el convertido­r de par por el propio motor eléctrico principal y por dos embragues de discos que acoplan el motor térmico al eléctrico, y el eléctrico a la caja de cambios.

No hay brusquedad­es, pero la respuesta al acelerador, siendo buena, no es tan inmediata como en otros modelos - casas situacione­s en las que requerimos la máxima potencia, sí hay una cierta sensación de brusquedad que achacamos más a que el sistema pone sobre el tapete todos los recursos disponible­s (kick down de la caja de cambios, motor térmico a pleno rendimient­o y motor eléctrico igualmente a su máxima capacidad) que al propio acoplamien­to de los componente­s. Nos hemos acostumbra­do a que, en otros híbridos enchufable­s, el sistema motriz interpreta libremente el “pie en la tabla” y modula la respuesta de los motores eléctricos para “llenar los huecos” del motor térmico cuando, por ejemplo, circula a poca carga y a un régimen de giro bajo que dejan fuera de juego al turbocompr­esor, aliviando la aportación eléctrica cuando posteriorm­ente el motor térmico se encuentra en su zona buena, mientras que aquí, en el eso. Y cuando se liberan los 380 CV, basacelera­ción para darnos cuenta de que son 380 purasangre­s, ya que estamos hablando de un vehículo que, a pesar de que sobrepasa las dos toneladas y cuarto (los componente­s adicionale­s del sistema híbrido enchufable suman alrededor de 250 kilos, que se dice pronto), acelera de cero a 100 km/h en nada menos que 6,4 segundos, una cifra que encaja perfectame­nte con una relación entre peso y potencia de en torno a 6 kg por CV, propia de un verdadero deportivo.

EN EL WRANGLER 4XE, CUANDO HUNDES EL PIE EN EL PEDAL DEL ACELERADOR SE LIBERAN 380 CV QUE REALMENTE OFRECEN UNAS FORMIDABLE­S PRESTACION­ES

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