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POLESTAR 1

¿ Puede el híbrido sueco Polestar 1 frente a mejores paisajes de Noruega?

- TEXTO OLLIEM ARRIA GE FOTOS MARKRICCIO NI

Viajamos hasta las impresiona­ntes islas Lofoten para familiariz­arnos con este recién llegado de tierras nórdicas. ¿Se sentirá cómo en casa?

Olo hago sin pensar, o no lo hago. No hablo de lanzarme agua (eso vino después, tras haber reunido una segunda dosis de coraje y hay foto que lo prueba), sino de comerme un trozo bacalao rico en proteínas, de sabor indefinido y la segunda mayor exportació­n de Noruega que está presente en casi cualquier menú del país.

En invierno, este pez nada hacia el sur desde el mar de Barents hasta aguas más templadas alimentada­s por la corriente del Golfo alrededor del archipiéla­go de Lofoten. Temporada de apareamien­to. Durante miles de años los pescadores han estado interrumpi­endo el coito de bacalao; los desafortun­ados amantes sometidos a un destino bárbaro medieval: les cortan la cabeza, les quitan las tripas y los ponen fila atados por la cola y colgados en bastidores de madera.

De enero a marzo son capturados, y de marzo a junio cuelgan silenciosa­mente en estos estantes sin fin ( llamados hjell) a

lo largo de las costas del sur. Allí, los vientos predominan­tes se llevan el olor y la humedad mar adentro hasta que todo lo que queda son restos desecados. ¿Quieres comértelo? Mételo en agua durante unos días antes, por tu bien.

Puede que pienses que conoces Noruega: un país con una costa rota en el sur, estrecho y escarpado por el costado, y estrechánd­ose en el norte mientras se junta con Suecia y Finlandia. Pero a lo mejor no sabes que más allá de la línea del Círculo Polar Ártico están las Islas Lofoten: más de 150 km de largo hacia el Atlántico Norte. Debería ser el final de todo, y así fue hasta que artistas y escritores en el siglo XIX se dejaron encandilar por la brutal violencia del paisaje.

Segurament­e conozcamos mejor la otra cara del país: repleta de petróleo, centrada en la electricid­ad, rica y con visión de futuro. Las ganancias que genera (ingresos por patentes y licencias, impuestos de su industria petrolera del Mar del Norte) se invierten en un fondo de pensiones nacional, el mayor fondo soberano del mundo, con un valor de 200.000 dólares por cada uno de los 5,2 millones de habitantes de Noruega. El país tiene un enorme superávit presupuest­ario, casi ninguna deuda nacional, invierte en infraestru­ctura... Alrededor del 98 por ciento de la electricid­ad proviene de fuentes renovables, principalm­ente hidroeléct­ricas. Los ventajas geográfica­s que la naturaleza ha otorgado a esta nación se explotan con cabeza y sentido. Como resultado, las remotas Islas Lofoten tienen 4G y combustibl­e E10. Y puentes que se arquean entre islas, túneles que se sumergen en el agua y bellísimas carreteras. Nadie está exento de admirar tanta belleza: al menos, yo no.

El Polestar 1 tiene un techo de cristal que solo sirve para encender mis ánimos: alucino por lo que veo a través de los cristales, disfruto de los increíbles acantilado­s. ¿Cómo demonios se supone que me voy a concentrar en conducir cuando a

tu alrededor la tierra y el agua se contorsion­an en formas tan fascinante­s? Todo el archipiéla­go es un orgasmo geográfico: comienza bajo y redondeado, oscuros picos se vislumbran en la distancia, crestas dentadas sobresalen del mar. La vegetación retrocede, la roca domina, los verdes se oscurecen, los grises de la roca ganan la partida. Alrededor de Reine el camino salta entre islotes. Muchos dicen que es como El señor de los anillos. Yo creo que es más Cómo entrenar a tu dragón.

Estoy enfrascado un pensamient­o profundo: el bacalao y el paisaje; tal vez no pueda haber belleza sin fealdad. Y me descubro a mí mismo traicionán­dome. Por lo general, algunos paisajes parecen pedir a gritos que conduzcas con un V8 mientras el sonido rebota en túneles y paredes de piedra. Pero ya sea por la actitud progresist­a de Noruega, la sorprenden­te claridad del agua o por no atreverme a molestar al sueño de estas cumbres milenarias, creo que el ruido de un motor de combustión simplement­e no encaja. La energía eléctrica sí, y mucho mejor. El Polestar 1 se siente como en casa. Tiene un aspecto estilizado una belleza que se siente feliz en este escenario.

Funciona con gasolina, sí (el único Polestar que lo hará), con un motor de 2.0 litros, 4 cilindros y 308 CV sobrealime­ntado y turboalime­ntado que impulsa las ruedas delanteras. En cambio, está en equilibrio con los 300 CV generados por tres motores eléctricos: uno para cada una de las ruedas traseras y otro en el cigüeñal para actuar como motor de arranque. Los tres se abastecen de una batería de 34kWh que proporcion­a una autonomía de algo más de 150 km.

Comenzamos la ruta con el 100% de la carga cerca de Narvik y, aunque hemos probado los diversos modos de conducción, necesitamo­s solo 7,82 litros de combustibl­e para llenar el depósito cuando paramos a repostar esanoche a 160 km de distancia en Svolvær. Hemos hecho 2,7 l/100 km... aunque pasa a 8,1 una vez que la batería se agota y el motor tiene que hacer todo el trabajo pesado. Palabra que define de maravilla los 2.350 kilos del coche.

Híbrido, en lugar de puro eléctrico, es la elección mayoritari­a en Lofoten. Las distancias son demasiado grandes y las poblacione­s demasiado pequeñas para soportar una infraestru­ctura de carga completa. Nos dirigimos a Leknes a un centro de carga pública. Allí y nos encontramo­s con los mismos problemas que tenemos en casa: descargar aplicacion­es, configurar cuentas, hablar con un centro de llamadas... Necesitamo­s dar un número de teléfono noruego antes de que poder comenzar a cargar. Mark y yo nos dirigimos a un café y, 45 minutos más tarde, estamos llenos al 85 por ciento, así que reiniciamo­s la marcha en silencio.

“HÍBRIDO, EN LUGAR DE PURO ELÉCTRICO, ES LA ELECCIÓN MAYORITARI­A EN LOFOTEN”

Es fácil ignorar al Polestar. Conduzco admirando el paisaje, entrando y saliendo para tomar fotos. Solo hay que estar pendiente de las puertas, que son laaaaaarga­s. Desde fuera, en conjunto, su diseño fluye. No impacta de primeras, no se impone a ti. Esto puede decepciona­r: si estás gastando 180.000 euros en un automóvil (aunque no hay precio cerrado), aunque sea un modelo a solo 1.500 unidades en todo el mundo, debería destacarse, ¿verdad? ¿O no? Tal vez sea más impresiona­nte tal y como es, con múltiples capas que acentúan su misterio.

Primera capa: es muy Volvo. Infoentret­enimiento, botonera, un sistema híbrido que funciona como un XC90 T8. Segunda capa: caracteriz­ada por la forma en que la fibra de carbono mate encaja en los acabados brillantes. Es una perfección muy discreta: abre el maletero y, en lugar de fijarte en la falta de espacio, admira el hueco en que puedes ver el cableado eléctrico. Tercera capa: el híbrido al que más me recuerda es un Porsche 918 Spyder. De Verdad. Es lo que sucede cuando pones ambos a una marcha alta a bajas revolucion­es del motor, pisas a fondo y sientes que el par del eléctrico se dispara cuando tu cerebro te dice que todo lo que debes sentir a 2.000 rpm es puro letargo. Última capa: dinámica. Está equipado con suspensión ajustable. Lleva muelles convencion­ales, pero monta amortiguad­ores Öhlins de alto rendimient­o con 22 posibles ajustes. Al principio no quise andar metiendo mano ahí. Pero la curiosidad se apoderó de mí. Después de eso, no pude dejar de tocar...

Es fácil en la parte delantera: solo abrir el capó y girar el control. Pero la parte trasera requiere un gato y quitar una pieza para poder llegar al mando. Para empezar, los pongo en modo suave, aunque no lo es tanto como esperaba. Luego, dureza máxima. Un par de cientos de metros después de salir de un descanso, encontramo­s una junta en la carretera. La forma en que el Polestar hunde la suspensión y luego se recupera instantáne­amente completame­nte imperturba­ble, es sencillame­nte hermosa. Lo definiría como “compostura absoluta”. El chasis me hace anhelar curvas más cerradas.

Las encontramo­s en la zona de Stamsund y más tarde en Nusfjord. Al lo largo de las Lofoten las carreteras (y sin duda toda presencia humana) generalmen­te ocupan una delgada franja junto al agua, serpentean­do suavemente entre el océano y la montaña. Aprovecho esta rara oportunida­d que me dan las tortuosas rutas de la zona. Encuentro una precisión sorprenden­te. ¿ A dónde se fue el peso? En serio: ¿cómo un coche de 2,3 toneladas combina un control tan bueno?

Lo que tenemos aquí es, cuando profundiza­s en ello, bastante fascinante. Ocupa el extremo más deportivo del espectro

GT, pero se niega a actuar de esa manera. Los asientos son simplement­e geniales. La carrocería no es llamativa, pero, incluso rodeada de estas vistas, sigo mirándolo. No dirías que es un coche rápido al primer vistazo, pero cuando se lo exiges, hay una cantidad desconcert­ante de km/ h esperándot­e.

Las islas Lofoten no son un lugar para ir a fondo. Por eso el modo que más quiero usar es el Pure. No es solo un nombre sin más para avanzar en modo eléctrico. Es algo más refrescant­e. Funciona hasta los 145 km/ h y te permite aumentar la regeneraci­ón de la carga batería.

Lo que distingue al 1 es que puedes elegir tu nivel de interacció­n, elegir cuánto quieres profundiza­r. Lo usamos para explorar, para conducir por un camino de tierra en busca del rorbu perfecto (casa de pescadores), lo llevo a Fredvang en plena medianoche solo para hacer una caminata nocturna a la luz del día (esas cosas que solo pasan aquí) cuando el sol se pone solo 13 minutos, visitamos Henningsva­er y su notable campo de fútbol (rodeado, inevitable­mente, por hjell, lo que debe hacer que jugar aquí en temporada alta del bacalao sea interesant­e y, por supuesto, conduzco hasta el final de este impresiona­nte archipiéla­go.

Ahí está el pueblo de Å. Es la última letra de su alfabeto, un léxico que se extiende desde A hasta, bueno, la Å. No te molestes en conducir más allá de la señal que te da la bienvenida: el archipiéla­go de Lofoten termina después de un túnel, en un parking lleno de autocarava­nas y carteles, algo increíble, en italiano. Pero es que resulta que es ahí donde va la mayor parte del bacalao que se captura.

La economía de Lofoten parece haberse construido sobre este pescado salado, pero no es así como quiero que se registre en mi memoria. Volvemos sobre nuestros pasos hacia una pista que encontré durante mi paseo nocturno. Y allí abajo, como si estuviese hecho a medida, encontramo­s el rorbu perfecto, sobre pilotes, cuesta abajo, junto a un pequeño muelle. Es exquisito: tranquilo, silencioso.

Me siento en el borde y reflexiono. Hay un genio silencioso dentro del Polestar 1: un concepto inteligent­e dirigido a personas reflexivas. Es diferente e interesant­e, no sigue a la manada; marca su propio camino.

Me siento otros cinco minutos antes de decidirme. Me quito el jersey, del que debo contarte que tiene más de 50 años, y que había elegido especialme­nte para acompañarm­e hasta aquí. Es una auténtica reliquia familiar de cuando mi padre y un grupo de amigos condujeron una Bedford Dormobile por Noruega. Miro al infinito y me lo pienso. El jersey está a buen recaudo. No se hable más. Me tiro a bomba.

“OCUPA EL EXTREMO MÁS DEPORTIVO DE LOS GT”

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 ??  ?? Niños: esto es lo que pasa si sales en verano a pleno sol sin protección solar
Niños: esto es lo que pasa si sales en verano a pleno sol sin protección solar
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Los amortiguad­ores ajustables te harán descubrir lo poco que sabes acerca de amortiguac­ión Una barcaza sueca entre dos barcos escandinav­os. Los tres pesan casi lo mismo De repente, el fotógrafo se arrepintió de haber comprado tantos globos de helio...
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 ??  ?? Y así es como un periodista inglés se hizo amigo de lso habitantes de las Lofoten
Y así es como un periodista inglés se hizo amigo de lso habitantes de las Lofoten
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