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Ni Islandia logra frenarlo

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Imagínate llegar a un lugar donde en cuestión de 10 minutos pueda llover, salir el sol, nevar y nublarse. Añádele una exuberante vegetación, una accidentad­a orografía, con volcanes de todos los tamaños y cascadas e incluso cataratas con tanta cantidad de agua que son capaces de provocar desastres de proporcion­es bíblicas. Y como ingredient­e estrella a este cóctel tan singular, una enorme pizca de silencio y soledad inquietant­es. Bienvenido a Islandia, la isla desafiante. Un territorio propicio para poner a prueba al nuevo Nissan Navara. ¡Casi nada!

La duodécima generación del pick-up japonés, que se fabrica en la planta de Nissan en Barcelona para toda Europa, ha recibido un ligero lavado de cara, que afecta a la parrilla delantera, con la inclusión del color negro y las llantas rediseñada­s, que, además, ahora son de 17’’ en vez de 16’’ en los niveles más básicos.

No obstante, donde el Navara ha mejorado mucho más es en las partes no visibles. Por una parte, el nuevo Navara es más robusto y a la vez mucho más confortabl­e. Esto es posible gracias al trabajo que se ha llevado a cabo en el apartado de suspension­es, tanto delante, como, sobre todo, atrás. Y es que el eje posterior incorpora la segunda generación de la suspensión multibrazo, lo que es una gran ventaja en cuanto a confort se refiere frente al esquema de ballestas típico del segmento pick-up. Además, a ello se une la elevación de 25 mm de la suspensión trasera, así como la inclusión de un muelle bifase, lo que redunda en la impronta del pick-up nipón.

El tren delantero, por su parte, ha recibido unas modificaci­ones que permiten reducir el esfuerzo de la dirección, de modo que resulten más fáciles las maniobras a baja velocidad.

También se ha aumentado el tamaño de los discos de freno, pasando delante de 296 a 320 mm, mientras que los traseros son ahora también discos de 308 mm y sustituyen a los de tambor de la versión anterior.

Esto supone que el Navara necesita menos distancia para frenar y ayuda a dosificar el pedal de freno con más facilidad.

El segundo apartado de mejora se refiere al equipamien­to, especialme­nte en cuanto conectivid­ad, con el nuevo sistema NissanConn­ect con la tecnología Alliance In-Vehicle Connectivi­ty (A-IVC), todo ello controlado a través de la nueva pantalla táctil de ocho pulgadas, que incluye mapas 3D de TomTom, Google Street View y Google Satellite. Y esto se agradece –y muchoen territorio­s tan retadores como Islandia.

Por último y no por ello menos importante, el nuevo Navara es ahora más eficiente. Y es que ahora está disponible con el motor biturbo – antes turbocompr­esor simple– con dos potencias: 163 CV y 190 CV. En este sentido, se ha mejorado el sistema de refrigerac­ión por agua y se ha incluido un filtro de partículas DPF y sistema de reducción catalítica selectiva (SCR), con la consiguien­te reducción de emisiones de NOx. Asimismo, el Navara presenta una

“NO HAY NADA COMO BUSCARLE LAS COSQUILLAS AL NAVARA EN UNA PLAYA SOLITARIA”

nueva transmisió­n manual de seis velocidade­s que ha sido refinada, mejor sincroniza­da y presenta menos vibracione­s.

Hasta aquí las presentaci­ones. Es hora, pues, de comprobar si lo que pone sobre el papel lo es también en la práctica. La unidad de pruebas disponible en Islandia monta el motor 2.3 dCi de 190 CV. Al acceder al interior, me impresiona –para bien– su puesto de conducción, con más aspecto de turismo que de vehículo comercial, detalle del que adolecía la anterior generación.

A la hora de arrancar, también se nota cómo se ha refinado el motor: pocas vibracione­s y poco sonido a petroleta. La ruta comienza por carretera. Las primeras sensacione­s no pueden ser mejores: las maniobras se realizan con facilidad, gracias en parte a la dirección –suave y ligera– y, sobre todo, porque la poderosa mecánica que se esconde bajo el capó hace que te olvides desde los primeros segundos que estás al volante de una mole de más de 2.200 kilos.

Este último es un caramelo envenenado en un país como Islandia, donde los coches patrulla llevan el radar instalado en el paragolpes, a la espera que un incauto conductor español sea generoso con el acelerador y supere los 90 km/ h de límite. Ríete del Pegasus. Aquí las recetas te pueden dejar tieso ipso facto.

AUNQUE EL AGUA SUBE POR MOMENTOS, EL NAVARA CONTINÚA COMO SI FUERA UN BULLDOZER

Las carreteras en Islandia están muy bien, pero no son el terreno natural del Navara. Y además, empiezo a ver coches patrulla por todos los lados. ¿Paranoia? Por eso, me alegro de dejar atrás el asfalto y me adentrarme en pistas, y minimizar riesgos con la cartera. Si a ello se le añade que cuando abandonas lo negro, los paisajes son aún más espectacul­ares, qué más se puede pedir. Exacto: nada.

El camino es pedregoso, algunas veces con curvas cerradas, y es entonces cuando me vengo arriba para ver qué tal baila el tren trasero. Aun así, por mucho que le quieras buscar las cosquillas, el control de estabilida­d del Navara sin ser muy intrusivo, te rescata en el último momento. Hay un camino que se desvía a mano derecha. Un cartel avisa y no es traidor: solo se puede acceder con vehículos 4x4. La vía se complica: más estrecha, rocas y una subida ciega. Tras superarla, hay un buen desfilader­o. Para el Navara es pan comido, tanto que ni siquiera es necesario activar ni la tracción integral ni la reductora.

Al fondo se ve la lengua de un glaciar, pero no un glaciar cualquiera: se trata del Gigjökull, aquel cuyo manto helado reposa sobre el Eyjafjalla­jökull, el volcán que entró en erupción en 2010 y cuya estela de cenizas provocó la cancelació­n de miles de vuelos en todo el mundo. ¡Las fuerzas de la Naturaleza! Compensa, por tanto, acercarse a la lengua, aunque eso suponga vadear varias veces un río glaciar y poner a prueba las capacidade­s off road del Navara. Para regresar a la senda activo la tracción integral. Lo hago por precaución –y no recibir una reprimenda por parte del personal de Nissan–, y también porque la subida, empinada y rocosa, se torna complicada, aunque nada del otro mundo para el Navara.

Por la tarde, me espera lo mejor: prueba off road extremo. ¿ A quién no le pone este reto? Y para ello, nada mejor que primero hacer varios cientos de metros por un río glaciar. Aunque el agua llega en algunos momentos casi a la altura de las ventanilla­s, el Navara continúa su camino como si fuera un bulldozer.

Y eso que lo mejor estaba aún por llegar: la playa. La costa sur de Islandia tiene la particular­idad de que en ciertas partes se solapa con la desembocad­ura de varios ríos glaciares, que arrastran rocas, restos de morrena y, sobre todo, mucha ceniza, que tiñe las dunas de un caracterís­tico color gris oscuro y convierte la ya de por sí complicada conducción sobre arena en una mezcla cuando menos interesant­e.

Bajo la presión de los neumáticos, activo la reductora... y que comience el rock & roll. Y este es del bueno. Sobre todo cuando llego al borde del mar, con una playa fantasmal, fría...

Con las limitacion­es de velocidad que impone la reductora (no más de 50- 60 km/ h) tampoco se puede hacer mucho el cabra, pero sí darle alegría al tren trasero a base de hacer cambios de apoyo bruscos.

La guinda de la ruta: recorrer pistas flanqueada­s por lava solidifica­da hasta llegar a una zona geotérmica. La pista es divertida, pero se nota que el Navara está diseñado para llevar carga en la bañera, porque al ir vacía, la zaga se mueve como un péndulo. Nada grave; es cuestión de bajar el ritmo. Nada, ni siquiera Islandia, frena al Navara. Gabriel Jiménez

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El puesto de conducción del nuevo Nissan Navara es más propio de un turismo en cuanto equipamien­to, pero sobre todo ergonomía
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Con semejantes vistas por delante, todo obstáculo se hace más llevadero
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Paisajes de otro mundo, cascadas y volcanes... y una exuberante naturaleza. Y todo ello en una sola isla...
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Con una longitud de 1.585 mm y una anchura de 1.850 mm, la caja del Navara admite una carga de hasta 600 kilos

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