COPILOTAJE SILENCIOSO
El pasado mes de julio, antes tan siquiera de que el Taycan perdiera su camuflaje, tuve la suerte de copilotarlo en el circuito de Grevenbroich (Alemania). La verdad es que hubiera preferido que a la palabra copilotaje se le cayera el prefijo ‘co’, pero visto que era una de las primeras personas en subirme a él la experiencia resultaba igualmente emocionante. Así que allí estaba yo, dentro del primer coche 100% eléctrico de Porsche, en este caso en su versión más potente: la Turbo S.
Cuando afrontamos la línea de salida al circuito, el piloto me miró y me dijo: “iremos en Sport Plus y llegará un momento en el que desactivaré todas ayudas. Si tienes miedo, me lo dices”. “¿Debería tenerlo?” Bueno, con el ‘Launch Control’, el Porsche Taycan llega a ofrecer 761 CV y 1.050 Nm. Y ese par motor, disponible desde el segundo cero que el conductor pisa el acelerador, es mucha tela. Logra alcanzar los 100 km/h desde parado en solo 2,8 segundos y, créeme, el cuerpo no está acostumbrado por norma general a esas prestaciones, así que tras la primera aceleración a fondo noto que las fuerzas G se apoderan de mis órganos internos. Es impactante -cojo aire- pero también adictivo.
A medida que vamos recortando metros a este ratonero circuito, me sorprendo con la pasmosa facilidad con la que se desenvuelve el chasis. Parece que, en lugar de ruedas, el Taycan llevara raíles. Es capaz de descolocar la trasera y mantener el ángulo más allá de los 90 grados hasta completar toda la curva y salir disparatado a la siguiente recta. Con un centro de gravedad más bajo que en un 911, todas las sensaciones a bordo se intensifican. Si esto es el futuro, déjame quedarme.