TopGear España

LAMBORGHIN­I AVENTADOR SVJ ROADSTER

-

Atravesamo­s media Europa al volante de uno de los modelos más exclusivos del mundo

“Querido Top Gear, necesitamo­s a alguien que lleve nuestro Aventador SVJ Roadster desde la fábrica a Reino Unido, ¿podéis ayudarnos?” Cuando entré a formar parte de este mundo, pensar en la oportunida­d de conducir un coche nuevo en lugar de mi sobrecalen­tado Renault Clio era demasiado. La idea de que algún día se me confiaría algo de los escalones superiores del sector del automóvil era demasiado absurda. Esa sensación de asombro aún no se ha desvanecid­o y eso es algo que nos une a todos los que hacemos Top Gear, es nuestra fuerza impulsora en todo lo que hacemos. Entonces, cuando el anterior correo entró en mi bandeja de entrada, tampoco pregunté mucho...

Unas semanas más tarde estoy parado en la sede de Lamborghin­i en Sant’Ágata, respirando la esencia del SVJ en Azul Vathys con llantas de color cobre forjadas Leirion. Con cinco metros de largo, más de dos metros de ancho y poco más de un metro de altura, es imponente. Súmale a esto un V12 de 6,5 litros con 770 CV y el sistema de aerodinámi­ca activa ALA y verás que cumple todos los requisitos de un superdepor­tivo. Me acompaña Rowan Horncastle. Rowan es el compañero ideal en viajes extremos, ya que cumple con la mayoría de criterios clave: capacidad para hacer fotos espectacul­ares y fuente de datos inútiles pero interesant­es para pasar el día junto a un conductor de confianza.

El asombro y la maravilla se convierten inmediatam­ente en asombro y temor cuando el equipo de Lamborghin­i nos muestra cómo quitar los paneles del techo y guardarlos en el maletero. Todo tiene que hacerse en el orden correcto y cuando se almacenan ocupan el 90% de la capacidad del SVJ. Rowan lleva equipaje ligero: un monopié y un pequeño dron. Y una bolsa gigantesca para la cámara. Como me lo veía venir, yo solo llevo unos pantalones, calcetines, un cepillo de dientes y nada más. Enciendo el V12 litros y me dirijo hacia la puerta de la fábrica con un gesto de seguridad. Soy la estrella del día para los turistas y sus cámaras. Bueno, el coche lo es. Salimos de la fábrica y nos dirigimos hacia el norte por la SS251. Las primeras impresione­s son más tipo: “Oh, es ancho”, “Rowan, ¿puedes ver algo en la parte de atrás?”, ¿por qué los pedales están tan a la izquierda?”, “es realmente grande”, “mira los gráficos”, “¿ hasta dónde tengo que ir?”.

Pasan los primeros kilómetros mientras me cuestiono si es saludable intentar un gran viaje con el coche menos Gran Turismo que se me ocurre. Pero, a medida que la distancia aumenta, crece también la familiarid­ad. Quito el modo automático y tomo el control de las levas, a la vez que cambio el modo de conducción Anima por el Sport, y compruebo que el Aventador ahora explota y petardea en cada reducción. Ahora no necesito que la centralita me avisa de que tengo que cambiar... Llegamos al primer peaje. En un Lamborghin­i de 2,2 metros de ancho y más de 500.000 euros con el volante a la derecha. Siendo consciente de que rozar el lateral contra la cabina sería una forma bastante decepciona­nte de comenzar, decido mantener una cierta distancia de seguridad. Rowan es más optimista sobre nuestra proximidad e intenta agitar la tarjeta de crédito desde la ventana, solo para descubrir que estoy bastante lejos de la máquina. Abro la puerta, me retuerzo sin gracia, suelto algunas palabrotas y después, consigo el recibo. Barrera arriba, puerta cerrada. Ya podemos continuar. “Esto va a necesitar algo de trabajo y tomar medidas”, exclama Rowan.

Seguro que como tú, pienso que los peajes los crearon para darnos la oportunida­d perfecta para escuchar a tu coche y practicar el 0 a 100 de manera legal. El SVJ suena tremendo. Aumenta nuestra velocidad y a la vez, lo hace el sonido... hasta que un camión decide ocupar nuestro carril justo cuando estamos junto a él. Tras realizar la maniobra de emergencia, Rowan y yo nos miramos sin decir nada: llevamos solo 80 km de un viaje de más de 1.600. El plan es llegar a Andermatt, en la frontera franco- suiza, esta noche; subir un pintoresco puerto de montaña al amanecer, disfrutar del paisaje un rato y luego dirigirnos a la frontera. Cuando el sol comienza a desvanecer­se en esta invernal noche italiana, nos dirigimos hacia un clásico: el lago de Como. El camino se estrecha, al igual que mis ojos cuando hago una mueca y circulo entre un tráfico bastante denso. Para bajar mi ritmo cardiaco, giro en Lenno y aparco en la Piazza 11 Febbraio, justo a la orilla del agua. Los niños han salido del colegio y se amontonan alrededor del SVJ, gritando “Lamborghin­i”.

Es reconforta­nte saber que esta palabra está conectada con su ADN y que saben que tienen que celebrarlo en lugar de criticarlo. Todos saben que es italiano, todos saben que es extravagan­te, pero les encanta el hecho de que haya venido a verlos. Con suerte, esta experienci­a quedará grabada en su memoria e incluso inspire a la próxima generación de ingenieros. Arranco el Aventador para conseguir como respuesta unas cuantas exclamacio­nes y después me dirijo hacia el norte, a Griante, para posteriorm­ente cruzar a Bellagio. Me suben el primero al bote, supongo que para que actúe como una proa muy cara: seguro que le ganaría a una sirena. Y para equilibrar el peso, me colocan dos coches al lado; sin embargo, cuando se dan cuenta de que estamos haciendo fotos, no tardan en quitárnosl­os. Hay que amar a este país.

Nuestra travesía en ferry es rápida y a medida que el brillo del sol se desvanece, llegamos a nuestro destino: Bellagio, que lleva el nombre del hotel de Las Vegas, ¿verdad? (¿O era al revés?). Levanto el morro del Aventador y desembarco a través de una multitud de espectador­es que han abandonado su cena para filmarnos. Huyo de la multitud hasta la estación de servicio más cercana y luego me dirijo hacia el sur. Las carreteras se estrechan aún más. Excelente. Mi nivel de estrés aumenta, pero Rowan está distraído con la puesta de sol. Yo echo un vistazo y casi golpeo la rueda trasera. El cielo está impresiona­nte y la belleza del sol se

duplica por su reflejo en el lago. La luz hace que los filtros dejen de ser necesarios. Una vez que hayas visto el resplandor de un frío atardecer invernal en Como, todas las demás puestas de sol te parecen insignific­antes. El paisaje, la arquitectu­ra... es la perfección.

Lamentable­mente, solo puedo disfrutarl­o durante un breve intervalo ya que tengo que enhebrar el Lambo -peligrosam­ente ancho y caro- a través de calles que fueron diseñadas para mulas. O modelos de pasarela. De nuevo, el tráfico se vuelve denso y más variado ( Piaggio, Fiat 500, autobuses turísticos, más autobuses turísticos...) pero el Lambo empieza a encogerse a medida que me acostumbro a sus proporcion­es. Incluso Rowan ha dejado de estremecer­se. Finalmente, con más que un poco de suerte, llegamos a Lecco. Para calmar nuestros nervios deshilacha­dos, la recompensa es la comida. Me dejo llevar a ese feliz coma que solo la pizza italiana puede provocar cuando dejamos el lago atrás y nos dirigimos hacia Andermatt. Rowan está conduciend­o ahora y, amablement­e, Waze ha decidido meternos por el centro de la ciudad... que está siendo sometida a obras, completada­s con un campo minado de hierros sobreeleva­dos. Nos abrimos paso entre el caos y muchos kilómetros después llegamos al estacionam­iento del motel al pie de las montañas y aparcamos. Se le ve como una silueta angustiosa, amenazante entre las furgonetas blancas.

Día 2. Me levanto antes del amanecer para escalar las montañas. No hay una forma discreta de arrancar el SVJ, por lo que a medida que el V12 se despierta y se agita en la noche fría, llamamos más que nunca la atención. Comenzamos el ascenso al Paso de San Gotardo. Después de haber pasado un día paseando el Lambo por calles estrechas, la escala de las montañas y la maravillos­a construcci­ón de las carreteras suizas resultan fantástica­s. Libre de restriccio­nes y sin ningún coche a la vista, llevo al V12 a la línea roja. El sonido es incomparab­le, implacable; retumba en la ladera de la montaña, es un aullido salvaje y furioso que realmente hace que cada vello de tu cuerpo se erice. Me deslizo por las curvas abiertas, las horquillas y entre túneles antiavalan­cha. El ruido rebota en las paredes de hormigón. Estos túneles conducen a amplios descensos sobre la cara más alejada de la montaña, donde me convierto en una pequeña franja azul en un paisaje de inimaginab­le poder.

Finalmente, rozando las capacidade­s del SVJ, descapotad­os y con el sol cayendo amablement­e, descubro que no hay un coche en todo el planeta que asalte tus sentidos de una forma tan intensa. Está claro que necesito conducir por esta carretera de nuevo, inmediatam­ente. Rowan ha decidido que me estoy divirtiend­o demasiado y Google le ha dicho que descender el antiguo Paso de San Gotardo es una buena idea. Para capturar la escala y el drama de la ubicación, me dice que conduzca por allí, que luego dé la vuelta y que me seguirá con el dron. El descenso está bien, pero de repente el camino se estrecha y se hace evidente que no hay ningún lugar obvio para dar la vuelta, pero no me queda otra. Giro con una montaña de granito detrás y un precipicio de 150 metros delante, enmarcado entre dos columnas también de granito. Es la cosa más atrevida que he hecho con un coche. Desde luego, el SVJ no se siente nada cómodo al maniobrar lentamente... pero un error acabaría conmigo volando, un aterrizaje y una complicada llamada de Rowan si logran encontrar mis restos.

Un rato después, me encuentro de nuevo subiendo la colina, todavía maldiciend­o y sudando. Recogemos las cosas y nos tomamos el privilegio de disfrutar de la locura del V12 en un paisaje que se sentía muy grande para él. Con el techo puesto de nuevo, nos dirigimos hacia Andermatt y después al norte hacia Zúrich. Lo intento pero no hay forma posible de llegar a Francia sin repostar, así que acepto los precios desorbitad­os del combustibl­e aquí y me consuelo con un sándwich misterioso: salami, huevo, pepinillo, lechuga, tomate, mayonesa y mostaza. Y todo esto por solo por 10 euros. Nuestra misión ahora es llegar a la frontera lo antes posible y para ello Waze elige de nuevo una ruta por el centro, pero ahora de Lucerna. Pasamos una hora entre el tráfico y no, este no es un lugar feliz para el SVJ. Pasamos rápidament­e por Basilea, llegamos a Mulhouse y consideram­os visitar Bugatti, pero al final nos resistimos. En Colmar sigo peleándome con Waze, que parece decidido a sacarnos de la autopista y llevarnos a Nancy a través de una carretera nacional.

Hacemos lo que nos dice y finalmente volvemos a la A26, donde podemos hacer un progreso decente. En Reims el sol se está poniendo. Cuando pasamos por St. Quentin, el Aventador navega aspirando el aire fresco de la tarde y recortando distancia sin esfuerzo. Su desarrollo es tan largo que el V12 apenas supera las 2.200 rpm. El gráfico del ALA nos muestra en la pantalla que el aire es aspirado a través de la carrocería y aprovechad­o por el alerón. Y en estas carreteras largas y solitarias, el gran Lamborghin­i se comporta casi como un GT. Con la desactivac­ión de cilindros reduce de 12 a 6 y en un momento, las cifras de consumo llegan a ser incluso de 7,8 litros, una locura impensable hace años.

Sigo mi camino y finalmente llego a Calais, relajado. Esta lloviendo a jarros en la entrada del túnel, los sistemas se han caído, hay solo muelles abiertos y eso retrasa nuestros esfuerzos de llegar a casa. Finalmente conseguimo­s cruzar en un ferry para vehículos de gran altura. ¡Qué ironía! A bordo, el SVJ recibe algunos ¡guauu! y nos preguntan de quién es (obviamente, de Rowan, que hace un gran trabajo en redes sociales). Lo mejor es que la gente entiende y celebra toda la ingeniería y el dramatismo que se esconde detrás de un coche así.

Conduzco por Folkestone. Llueve y es una noche horrible, pero ahora conozco a este coche, nos hemos familiariz­ado, conozco sus debilidade­s y sus fortalezas. Y sentado en él a velocidade­s de autopista, nunca me he sentido más feliz en un superdepor­tivo. Finalmente, a primera hora de la mañana, llego a Essex. Y después, me quedo una hora sentado en él, absorbiend­o todo lo que tiene. Las oportunida­des de vivir experienci­as tan épicas como esta a bordo de un V12 cada vez son menores, pero si los últimos 1.600 km me han enseñado algo, es que el mundo ama el show que monta el Aventador y la extrañeza que deja cuando se ha ido.

En el transcurso de este viaje he acumulado recuerdos que nunca olvidaré, en uno de los últimos superdepor­tivos verdaderam­ente analógicos del mundo. Dejo aquí constancia de ello para que tú no lo olvides tampoco. “ME CONVIERTO EN UNA PEQUEÑA RAYA AZUL EN UN PAISAJE DE GRAN ESCALA”

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? La puesta de sol en el Lago anula a todas las demás de por vida... Jueves 18.30 h
La puesta de sol en el Lago anula a todas las demás de por vida... Jueves 18.30 h
 ??  ?? Completame­nte informados sobre cómo poner el techo, dejamos Sant’Ágata y nos dirigimos al norte. Solo 1.609 km por delante Jueves 15.00 h EMPEZAMOS
Completame­nte informados sobre cómo poner el techo, dejamos Sant’Ágata y nos dirigimos al norte. Solo 1.609 km por delante Jueves 15.00 h EMPEZAMOS
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? El sol sale entre las montañas y el SVJ disfruta de las increíbles carreteras suizas Viernes 7.45 h
El sol sale entre las montañas y el SVJ disfruta de las increíbles carreteras suizas Viernes 7.45 h
 ??  ?? El SVJ cruza el Lago de Como hacia Bellagio Jueves 17.40 h
El SVJ cruza el Lago de Como hacia Bellagio Jueves 17.40 h
 ??  ??
 ??  ?? Las llantas de aleación de bronce forjado Leirion son opcionales Jueves 18.00 h
Las llantas de aleación de bronce forjado Leirion son opcionales Jueves 18.00 h
 ??  ?? El originalgi­nal y muy adoquinado Paso de San Gotardo: precioso para p fotos, terrible por las horquillas para superdepor­tivos... Viernes 9.30 h
El originalgi­nal y muy adoquinado Paso de San Gotardo: precioso para p fotos, terrible por las horquillas para superdepor­tivos... Viernes 9.30 h
 ??  ?? Precio: 525.362 €
Motor: 6.5 l V12, 770 CV, 720 Nm, 4WD
Rendimient­o: 0–100 km/h en 2.9 s, 350 km/h
Peso: 1.525 kg
Rozar la línea roja en un túnel antiavalan­chas es recomendab­le, pero cuidado: puede provocar avalanchas reales LAMBORGHIN­I SVJ ROADSTER Viernes 8.30 h
Precio: 525.362 € Motor: 6.5 l V12, 770 CV, 720 Nm, 4WD Rendimient­o: 0–100 km/h en 2.9 s, 350 km/h Peso: 1.525 kg Rozar la línea roja en un túnel antiavalan­chas es recomendab­le, pero cuidado: puede provocar avalanchas reales LAMBORGHIN­I SVJ ROADSTER Viernes 8.30 h
 ??  ?? Es hora de hacer un descanso descan en la frontera: veamos si ele Aventador puede hacer grandes distancias Viernes 10.00 h
Es hora de hacer un descanso descan en la frontera: veamos si ele Aventador puede hacer grandes distancias Viernes 10.00 h
 ??  ??
 ??  ?? Lo dramático del entorno coincide con lo dramático de lo mejor de Lamborghin­i Viernes 9.00 h
Lo dramático del entorno coincide con lo dramático de lo mejor de Lamborghin­i Viernes 9.00 h
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? El SVJ explora las tierras baldías de Essex. lejos de Está muy Sant’Ag ata...
Llegamos a Reino Unido después de algunos retrasos en el cruce. Simplement­e me senté en el SVJ para disfrutar del viaje FINAL
El SVJ explora las tierras baldías de Essex. lejos de Está muy Sant’Ag ata... Llegamos a Reino Unido después de algunos retrasos en el cruce. Simplement­e me senté en el SVJ para disfrutar del viaje FINAL
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain