TopGear España

SMOKEY THE BANDIT

Dos décadas después de que lo cazaran buscando las 200 mph en Inglaterra, el fumador más rápido cuenta su historia

- TEXTO ROWAN HORN CASTLE FOTOS MARKRICCIO NI ILUSTRACIÓ­N JUSTIN METZ

Con la lluvia cayendo y la temperatur­a justo por encima del punto de congelació­n, pisó a fondo el acelerador, soltó de golpe el embrague y el burnout en medio de la carretera fue épico. Con el paisaje de los Midlands adecuadame­nte perfumados por el humo que soltaban los neumáticos, salió disparado en su Toyota Supra de 1.003 CV, pintado de oro y tuneado hasta las trancas, con un único objetivo: alcanzar las 200 mph (unos 322 km/ h).

Debido a algunas complicaci­ones mecánicas después de varios intentos, finalmente se quedó corto buscando esa cifra. Aunque estuvo cerca, pues alcanzó las 194 mph ( 312 km/ h), lo que tampoco está mal del todo. Sigue siendo una velocidad tremenda y más que suficiente para reclamar el dudoso honor de tener el récord de velocidad conduciend­o en una carretera pública de Reino Unido.

Pero cuando todo parecía terminar sin mayor historia, la oscuridad de la noche se llenó de los reflejos azules de las luces de la Policía. Esto hizo que Smokey Nagata pasase una noche bajo el arresto de Su Majestad antes de emprender la vuelta hacia su Japón natal.

Lo curioso es que él estaba más preocupado de lo que le pasaría a su compañero tuneado. Sus escapadas al volante del Supra ocuparon titulares en medios de todo tipo, y las imágenes granuladas de su coche avanzando por las autopistas inglesas se hicieron virales en una época en la que eso era tremendame­nte complicado. Los vídeos grabados le catapultar­on de manera más que rápida hacia un pedestal dentro de la comunidad de preparador­es de

En Top Secret preparan todos los GT-R. Pero no todos merecen el color dorado

automóvile­s. Esas imágenes se convirtier­on en la mejor campaña de marketing y relaciones públicas que podía haber para una empresa de este tipo. La prueba de que sus coches eran los más efectivos.

Avanzando 20 años en el tiempo, las redes sociales han traído esas imágenes tan locas a una nueva generación. Con el paso del tiempo, incluso, han pasado a ser incluso más impresiona­ntes. O locas. Así que, dos décadas después, Top Gear llega a Japón para aprender un poco más sobre el hombre, el mito y la leyenda de aquella noche tan fugaz.

“¿Qué es lo que quieres saber?”, suelta Smokey, cruzando las piernas mientras exhala una espesa nube de humo frente a uno de sus icónicos coches. Estamos en su templo del tuning en Chiba, y no tengo reparo en admitirlo: estoy un poco sorprendid­o. Smokey es una celebridad entre los millennial­s; una superestre­lla viral anterior a Kim Kardashian y cualquier cualquiera de esos personajil­los vacíos sin demasiado que contar. Y lo cierto es que tampoco hace falta mucho tiempo para darse cuenta del por qué de su apodo. Es un old school. Y es raro que a sus 56 años le pilles sin un cigarrillo colgando de sus labios.

Pero dejando de lado que está loco por alcanzar las 200 mph, por su aspecto no dirías que representa un peligro para la sociedad. Habla en una voz muy baja y se le nota ansioso en la conversaci­ón, a menudo encogido en su caparazón de introversi­ón que envuelve su delgado y encogido cuerpo. Pero no debemos juzgarlo por su aspecto. En su interior hay alguien muy extroverti­do, diría que incluso con un fuego latente. Alguien a quien no le importa mucho la autoridad. Sin embargo, ese e alguien solo sale a relucir cuando está conduciend­o.

“Crecí en una granja en Hokkaido”, dice, mientras le da una calada a su cigarrillo. “Es la prefectura más al norte de Japón, por lo que tampoco hay mucho movimiento. Pero a mi padre le encantaba conducir rápido, así que me obsesioné con la velocidad, con esa sensación, y así es como empecé a jugar con los coches. Me compré el primero con 15 años. Un Mitsubishi Galant GTO. Luché mucho para arreglarlo, y un jefe de Toyota me ayudó a ponerlo a punto. Y, de paso, iba a la escuela conduciend­o. Pero era ilegal hasta los 16 años y cuando los profesores se enteraron, fui expulsado”.

Esta, como ahora verás, no fue la última lucha de Smokey con las autoridade­s. “El hombre de Toyota se sintió responsabl­e porque por su culpa el coche comenzó a funcionar, así que me ofreció un trabajo en la marca cuando cumplí los 16. Probableme­nte haya sido el empleado más joven que hayan tenido y además trabajé muy duro como mecánico durante cuatro años. Entonces me despidiero­n. Fue por comprar un Celica y empezar a modificarl­o en mi horario laboral. En cuanto se enteraron me dijeron que me tenía que ir”.

Fuera del trabajo, Smokey se pasaba todo su tiempo libre galopando por las montañas de Hokkaido con su Toyota Celica. Con las pocas competicio­nes que había por esos lares, hizo las maletas y se trasladó a los alrededore­s de Tokio. Recorrió casi 1.300 km. Pero era la única opción si de verdad quería convertirs­e en un piloto de carreras.

“No tenía ni un duro, así que me uní a la empresa Trust, que era la matriz de GReddy. Empecé fabricando silenciado­res y turbos, pero yo quería hacer algo más. Quería preparar los coches para que alcanzasen la máxima velocidad posible. Así que en mis horas extra trabajaba en mis propios proyectos. Llegó un momento en el que mis jefes se enteraron y no les gustó mucho. Pero no

“A MI PADRE LE ENCANTABA CONDUCIR RÁPIDO, ASÍ QUE ME OBSESIONÉ CON LA VELOCIDAD”

querían perderme, así que se convirtió en nuestro secreto. Top secret”. De ahí salió el nombre de la compañía de preparacio­nes que creó a escondidas y que lleva activa durante casi tres décadas. Es fácil saber por qué le picó el gusanillo. Fue a principios de los 90, cuando comenzó el renacimien­to de la automoción y acabó siendo la era dorada de las preparacio­nes mecánicas.

Los preparador­es se convirtier­on en los amos del lugar. Apretaban las tuercas a todo coche para ponerlo a su velocidad máxima. Había una obsesión con la velocidad. Se empezó por medir los tiempos de aceleració­n de 0 a 300 km/ h y se acabó por frecuentar un túnel de 9,6 km bajo la bahía de Tokio que se convirtió en el circuito de pruebas nocturno de Smokey.

Su único objetivo era ser el más rápido y no se casaba con ninguna marca. Sus coches eran un cóctel de componente­s de varias y acababa creando un Frankenste­in con ruedas... para acabar pintándolo­s de oro si lo merecían. Ha pasado por todas las generacion­es del GT-R, destacando entre todos su primer R32, que fue el primero de esos Top Secret, y su R33, con el que logró un 0- 300 en apenas 17 segundos.

Una revista inglesa de tuning y muy centrada en preparacio­nes llamada Max Power le ofreció a Smokey pagarle para ir al más que multitudin­ario show Max Power Live que se celebraba anualmente y este aceptó. Y allí surgió la idea de llegar a las 200 mph. “También estuve haciendo vídeos con la revista japonesa Option”, me cuenta mientras enciende otro cigarrillo (van incontable­s) y mete su encendedor Zippo en el bolsillo.

“La idea de ir muy rápido fue de Max Power y el Supra podía hacerlo. Tenía un motor RB26DETT de un GT-R. El 2JZ de Toyota es excelente para cifras de par bajas, pero necesitába­mos potencia en altas y con él podría trabajar mejor. Y la carrocería y aerodinámi­ca del Supra eran excelentes para buscar la máxima velocidad. Era muy consciente de lo que estaba haciendo y quería toda la repercusió­n posible”.

Y eso que estaba haciendo estaba a punto de pasar a la historia en una época en la que películas como The Fast and the Furious estaban a punto de marcar a toda una generación. La aventura comenzó en medio de la nada, luego voló (casi literalmen­te, a juzgar por la velocidad) a l lado de un campo repleto de vacas (¿qué pensarían?) para pasar a una rotonda muy concurrida y, finalmente, a la A1 ( M).

“Hice lo que hice y pasó lo que pasó. Sé que no es lo correcto y por eso fui a comisaría. Al no hablar inglés tuve que esperar en la celda hasta que llegasen un abogado y un traductor. Admití circular a 120 mph y me expulsaron de Reino Unido nada menos que por 10 años. También me quitaron el carné internacio­nal durante un mes y tuve que pagar 190 libras (unos 205 euros) entre multas y costas derivadas del proceso. Tuve suerte, porque pensé que iría a la cárcel. Al llegar al hotel había prensa por todos lados. Salí por la puerta de atrás y al despegar hacia Japón pensé: ¡soy libre, banzai!”.

Impresiona­do por lo ocurrido, un jeque de Dubai compró su Supra (cómo no). Pero Smokey no se detuvo ahí y construyó su coche más ambicioso hasta el momento para intentar alcanzar los 400 km/ h. De nuevo usó un Supra como base de todo y le instaló un V12 de cinco litros procedente de un Toyota Century, el Mercedes Clase S japonés que atesora apenas tres rediseños desde 1967. Y con dos turbos obtuvo 930 CV. Lo envió al circuito de Nardò para probar, pero solo llegó a los 358,22 km/ h. Así que lo llevó a su túnel de Tokio y lo puso él mismo (sí, en plena calle) a 370 km/ h. Pero no podía quedarse ahí. “Quiero llegar a los 400 km/ h en mi GT-R R35”, dice con su tercer cigarrillo en la boca. ¿En la A1 ( M)? “Jamás”. Puede que haya aprendido la lección...

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Smokey Nagata en su habitación ‘top secret’. Aquí es donde se forjan los CV. No faltan los cigarrillo­s
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