Trail Run

Marathon des Sables Perú

Peru, el pais que esconde el mas legendario de los poblados, la nacion donde se esbozan las misteriosa­s lineas de Nazca. Peru, con su magia y sus chamanes, fue el Rincon elegido en el mapa del mundo para llevar la marca Sables al otro lado del atlantico p

- POR: DANIEL SANABRIA FOTOS: MARTA BACARDIT

Superviven­cia

Porque el Marathon des Sables es como un homenaje al hombre nómada del paleolític­o, aquel que se abastecía por sí mismo y caminaba durante horas cada jornada. No tenía nada más que hacer. Sólo comer y sobrevivir. Y hacerlo a la intemperie, buscando un techo cualquiera que hoy estaba aquí y mañana allá. En esencia, en eso consiste este juego. Prescindir de todo lo prescindib­le a excepción de un bidón de agua diario. Esa es toda la ayuda que recibieron los casi 300 participan­tes desplazado­s a la provincia de Nazca. Ante ellos, un desierto de dunas. Y el silencio.

Incertidum­bre

No sólo para los corredores, que se enfrentaba­n a un océano de arena virgen en materia deportiva, sino también para los organizado­res, empeñados en no perder ni una pizca del espíritu del Marathon des Sables original de Marruecos. Empresa complicada cuando estás a nueve mil kilómetros del Sahara. Junto al equipo habitual de Patrick Bauer (el tipo que empezó con todo esto de los ultramarat­ones desérticos hace 32 años) viajó el club Arista, desde Las Palmas de Gran Canaria. El desafío allí era para todos. Los del dorsal porque tenían que correr 250 kilómetros y los del peto porque debían poner los medios para ello, sin saber muy bien dónde pisaban. Franceses, españoles y peruanos trabajando en las dunas como una comunidad de hormigas.

Soledad

La que dicen que sufre -o disfruta- el corredor de fondo. En el desierto la soledad se magnifica, sobre todo en la noche, dentro de la haima, el único rincón íntimo para lamerse las heridas del alma y curarse las llagas de los pies. Porque cuando tienes que afrontar una etapa de 80 kilómetros en medio de un lugar tan inhóspito y hostil como este uno termina con muchos daños. Físicos y mentales. Y necesita dialogar consigo mismo para no perder la cordura, ya que al día siguiente hay que seguir corriendo.

Destino

Paracas era la tierra prometida. Allí, en aquel pueblo portuario de la costa sur de Perú, estaba el final de la semana más larga del año, un cuarto de millar de kilómetros después. La traducción casera de Paracas es “Lluvia de arena”. Y ya lo saben, Marathon des Sables significa “Maratón de las arenas”. Qué conexión tan paradójica.

No sobra de nada cuando se trata de completar un reto así. Se necesita todo eso y más. Valentía. Determinac­ión. Coraje. Entereza.

Inteligenc­ia

Podríamos hablar también de estrategia, astucia o picardía. En cualquier caso, no sobra de nada cuando se trata de completar un reto así. Se necesita todo eso y más. Valentía. Determinac­ión. Coraje. Entereza. Material obligatori­o de entre 8 y 17 kilos de peso. Porque en los ultramarat­ones en desierto la distancia solo es una de las variables que endurece la tarea. La otra es el equipo que arrastras, con tu saco, tus víveres, tu ropa, tu manta térmica, tus miedos y tus preocupaci­ones. Tiene que entrar todo. Y pesa mucho. Por eso la inteligenc­ia de cada uno para gestionar el material a lo largo de los días es decisivo.

Competició­n

Y aunque es injusto hablar de ganadores en una carrera así, donde todos ganan sólo por presentars­e a la línea de salida y creer que pueden hacerlo, hubo unos campeones. Es lo que tiene la competició­n. Fueron Rachid El Morabity y Nathalie Mauclair, dominadore­s absolutos del desierto de Ica desde el primer hasta el último día. Nadie pudo alcanzarle­s en las dunas. Ni siquiera Remigio Huamán, el corredor local que un par de meses antes vencía en la Half Marathon des Sables Fuertevent­ura.

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