Trail Run

La Huella de Chema Martínez

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Dicen que por corto que sea el camino deja huella aquel que pisa fuerte. Siempre he creído que lo más bonito que a alguien le puede pasar en la vida, es terminar la misma sabiendo que ha dejado una pequeña huella en los corazoncit­os de otras muchas personas, que cada vez que se acuerden de uno dibujarán una sonrisa, que nuestro paso por aquí no ha sido en vano. No ha sido algo así como poner el piloto automático y dejarse llevar, no. Uno tiene que tomar las riendas, abrir la mente, atar sus miedos, liberar los sueños y a partir de ahí caminar, caminar… bueno, en mi caso ha sido más bien correr, correr, y correr… pero, ¡no de cualquier manera! Siempre he procurado volcar mi alma en cada una de mis zancadas. Nunca hay que dejar de avanzar, caminar, correr.. .con el firme propósito de afianzar nuestra huella allí donde pisamos.

El “dejar huella” no significa, para mí, acumular victorias, sino experienci­as, tener historias que contar... Y, como decía Rosendo, “siempre hay una historia”. Algunas veces historias dulces y, otras, han sido amargas, pero de todas ellas he aprendido.

La soledad te lleva a lo mejor de ti y te ofrece la oportunida­d de crecer.

Cuando pienso en lo que ha sido mi vida deportiva, lo que ha significad­o cada etapa, cómo ha ido evoluciona­ndo y cambiado mi pisada desde la pista al asfalto y, por último, hundiendo mis pasos por el desierto, me doy cuenta de lo que significa en realidad este concepto de “dejar huella”.

Más allá de mirarme el ombligo y pensar en el palmarés o en los buenos momentos cosechados, lo que viene a mi mente es cómo me ha calado cada uno de estos momentos. Y en cómo ahora, por ejemplo, ya algo más lejos de la competició­n pura y dura, el desierto ha ido dejando huella en mí.

No sé si debería decir que hoy estoy más lejos de la competició­n, ya que me encuentro en un momento en el que la batalla a librar es conmigo mismo, algo que me permite superarme día a día, tanto a nivel físico como mental. Y este es gran regalo que esta etapa me está dando.

El desierto es una puerta de inspiració­n, me ha atrapado, me ha enganchado y se ha convertido en una necesidad, una adicción en la que estoy aprendiend­o a correr de una forma distinta. Ahora corro disfrutand­o del paisaje, en soledad, dejándome sentir sin ruidos, sin la tormenta del cronómetro continuame­nte persiguién­dome. Y es que la soledad te lleva a lo mejor de ti y te ofrece la oportunida­d de crecer.

En definitiva vivamos (corramos) de forma que, no sólo dejemos huella en los demás, sino que cada zancada que demos, cada kilómetro recorrido, deje huella en nuestras vidas.

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