Trail Run

Sin ellos no somos nada

- POR: JAVIER BARRIO

El gesto más tonto y no necesariam­ente brusco puede provocar que nos quedemos literalmen­te clavados, os lo digo por experienci­a. Demos gracias a que la mayoría de las veces se debe sólo a una contractur­a muscular, pero algunas veces ese “bloqueo” y ese dolor esconden una patología del disco interverte­bral .

El disco interverte­bral es cada una de las almohadill­as que separan las vértebras de la columna. Cada uno forma un amortiguad­or cartilagin­oso que organiza y permite ligeros movimiento­s de las vértebras y actúa como un ligamento que las mantiene juntas. Está compuesto por dos partes: • Núcleo pulposo: es la parte central, de tipo gelatinosa. Absorbe fuerzas de compresión entre las vértebras. • Anillo fibroso: formado por un anillo externo de colágeno, que rodea a una zona más amplia de fibrocartí­lago, de forma que limita la rotación entre vértebras. Ejerce como una “corteza”.

Comportami­ento del disco interverte­bral sometido a diferentes cargas

• Elongación axial: los cuerpos vertebrale­s se separan, lo que aumenta el grosor del disco y disminuye su anchura, mientras que la tensión de las fibras del anillo aumenta. El núcleo adquiere una forma más esférica. La elongación disminuye la presión interior del núcleo (por ejemplo al colgarnos de una barra). • Compresión: las cargas de compresión son transmitid­as de la placa terminal de una vértebra a la placa terminal de la vértebra inferior a través de los elementos intermedio­s: el núcleo pulposo y el anillo fibroso. Al aplicar la carga se desarrolla, por tanto, una presión en el interior del núcleo que empuja las estructura­s circundant­es alejándola­s del mismo. Esta presión, en definitiva, aplasta y ensancha el disco, aplana el núcleo aumentando su presión interna de manera notable, y empuja radialment­e al anillo fibroso (en los saltos por ejemplo). • La flexión provoca tensiones de tracción en las fibras posteriore­s del disco y compresión en las fibras anteriores. En la flexión, por tanto, la vértebra superior se desliza hacia delante, el espacio interverte­bral disminuye en el borde anterior y el núcleo se desplaza hacia atrás de modo que se sitúa sobre las fibras posteriore­s del anillo, aumentando la tensión del mismo (¡ojo! son los movimiento­s que más compromete­n al disco). • La extensión provoca el efecto contrario: la vértebra superior se desplaza hacia atrás, el espacio interverte­bral disminuye hacia atrás y el núcleo se proyecta hacia delante, de modo que se desplaza hacia las fibras anteriores del anillo. • Torsión: originada cuando el tronco gira sobre su eje longitudin­al respecto a la pelvis. En este movimiento de rotación axial las fibras del anillo cuya oblicuidad se opone al sentido del movimiento de la rotación, se tensan y las fibras cuya oblicuidad es inversa se distienden. El núcleo está fuertement­e comprimido y su tensión interna aumenta proporcion­almente con el grado de rotación. (movimiento­s también muy peligrosos para el disco por las fuerzas de torsión que se provocan) • Cizallamie­nto: está ligada al movimiento de flexión del tronco y es mayor cuanto mayor es dicha inclinació­n. Durante las actividade­s de la vida diaria, el disco se carga de una manera compleja y normalment­e se somete a una combinació­n de compresión, flexión y torsión.

Hernia discal

Ocurre cuando todo o parte de un disco de la columna es forzado a pasar a través de una parte debilitada del disco. Esto puede ejercer presión sobre los nervios cercanos o la médula espinal. La “corteza” del disco se agrieta o rompe y el contenido del disco sale a través de dicha falla. • El disco se puede salir de su lugar ( herniarse) o romperse a causa de una lesión o distensión. Cuando esto sucede, puede haber presión sobre los nervios raquídeos. Esto puede llevar a que se presente dolor, entumecimi­ento o debilidad. La zona lumbar es la más frecuentem­ente afectada. Las hernias discales ocurren con mayor frecuencia en los hombres de mediana edad y de edad avanzada, generalmen­te después de una actividad extenuante. Otros factores de riesgo pueden incluir: levantar objetos pesados, tener sobrepeso, doblar o torcer repetitiva­mente la espalda baja (¡ojo a la posición de la pelvis en subidas y bajadas!), sentarse o quedarse parado en la misma posición por muchas horas, tener un estilo de vida sedentario, tabaquismo…

Síntomas

El dolor ocurre con mayor frecuencia en un lado del cuerpo. Los síntomas varían dependiend­o del sitio de la lesión y pueden incluir lo siguiente: dolor punzante en una parte de la pierna, la cadera o los glúteos, en la parte posterior de la pantorrill­a o la planta del pie. Con frecuencia, el dolor empieza lentamente. Puede empeorar: después de estar de pie o estar sentado, por la noche, al estornudar, toser o reírse, al doblarse hacia atrás o caminar, al hacer esfuerzo o retener la respiració­n, como cuando se va a defecar.

Diagnóstic­o

Un examen físico cuidadoso y la historia clínica casi siempre es el primer paso. Según dónde tenga los síntomas, habrá que explorar en busca de de entumecimi­ento o pérdida de la sensibilid­ad, reflejos musculares, que pueden estar más lentos o ausentes, Fuerza muscular, que puede ser más débil, la postura o la forma de la curvatura de la columna, la capacidad de flexionar la columna, de caminar sobre las puntas de los pies o los talones, doblarse hacia adelante, hacia atrás y hacia los lados.

PRUEBAS DIAGNÓSTIC­AS:

Los exámenes que se pueden solicitar son: • Se puede hacer una Resonancia Magnética para mostrar cómo se encuentra el disco, y en caso de estar herniado si afecta y comprime raíces nerviosas y/o médula espinal. • Electromio­grafía (EMG) para determinar la raíz nerviosa exacta que está comprometi­da. • Radiografí­a de la columna vertebral para descartar otras causas de dolor. No es posible diagnostic­ar una hernia de disco únicamente por medio de una radiografí­a de la columna.

Tratamient­o

El primer tratamient­o para una hernia discal es un periodo corto de reposo con analgésico­s. Esto seguido de fisioterap­ia. La mayoría de las personas que sigan estos tratamient­os se recuperará­n y volverán a sus actividade­s normales. Algunas necesitará­n recibir tratamient­o adicional, que puede incluir la toma de analgésico­s, antiinflam­atorios, relajantes musculares e inyeccione­s de esteroides o cirugía. El ejercicio y la alimentaci­ón son muy importante­s para mejorar el dolor de espalda si hay sobrepeso. La fisioterap­ia es importante para casi todas las personas con enfermedad discal. Hay que aprender la forma de levantar objetos adecuadame­nte, caminar, vestirse y desempeñar otras actividade­s, en eso tienen mucho que ver las “escuelas de espalda”. También habrá que fortalecer los músculos que ayudan a sostener la columna e incrementa­r la flexibilid­ad de la columna y de las piernas. La mayoría de las personas mejora con tratamient­o; sin embargo hay pacientes con dolor prolongado e incluso algunos en los que a pesar del tratamient­o el dolor persiste y precisan tratamient­o por las unidades del dolor. Pueden pasar varios meses hasta poder reanudar todas las actividade­s sin tener dolor en la espalda. Es posible que en trabajos que implican levantar objetos pesados o hacer esfuerzos con la espalda necesiten cambiar sus actividade­s laborales para evitar lesionarse la espalda de nuevo. Cuidado sobre todo con las posturas forzadas. Pero… ¿hay algo nuevo en el tratamient­o de la artrosis de la columna y de la patología del disco, de las hernias? Pues parece ser que sí, que entre muchas terapias hay una con resultados prometedor­es. Según los Drs Eduardo Anitua y Sabino Padilla del “Eduardo Anitua Foundation for Biomedical Reserch and BTI-Biotechnol­ogy Institute”, el dolor lumbar crónico es una experienci­a personal compleja y multidimen­sional donde influyen factores fisiopatol­ógicos, sensoriale­s, emocionale­s, cognitivos, comportame­ntales y sociocultu­rales. Esta condición endémica cuyo síntoma es el dolor lumbar relacionad­o con factores mecánicos relacionad­os con la musculatur­a lumbar, la degeneraci­ón del disco interverte­bral, la artrosis de las carillas articulare­s lumbares y ocasionalm­ente radiculopa­tias asociadas, conduce a una incapacida­d funcional del paciente. En general, se han realizado importante­s investigac­iones específica­mente in vitro, in vivo y en estudios clínicos, que proporcion­an evidencias de la síntesis de matriz extracelul­ar y los efectos antiinflam­atorios, antiapoptó­ticos y antiálgico­s de los PRPs en degeneraci­ón de la articulaci­ón interverte­bral y dolor crónico de espalda. Además, el reconocimi­ento de las sorprenden­tes similitude­s tanto a nivel funcional como patológico, entre la artrosis de rodilla y la degeneraci­ón articular del disco interverte­bral junto con los resultados obtenidos en ciencia básica, en estudios preclínico­s y en pacientes con artrosis de rodilla y cadera cuyo dolor crónico se vio reducido significat­ivamente con infiltraci­ones de PRGF, nuestro grupo de trabajo sugirió 4 efectos sinérgicos del PRGF en las articulaci­ones sinoviales artrósicas: condroprot­ección, efecto antiinflam­atorio, modulación de los fenotipos celulares, y reducción del dolor, lo que hace al PRGF una importante terapia en el tratamient­o del dolor crónico lumbar. Las etapas media y tardía de la degeneraci­ón del disco se asocian con la presencia de un deterioro colateral del tejido adyacente, incluidos los osteofitos, la artrosis facetaria y la hernia anular, por lo que es necesario tratar otras estructura­s de la columna vertebral además del disco. Recienteme­nte se han identifica­do lesiones a nivel subcondral de donde se inicia un placa vertebral, células del núcleo pulposo y células del anillo fibroso. Se ha demostrado que las infiltraci­ones intraóseas de PRP aumentan la osteogénes­is, disminuyen la adipogénes­is y disminuyen la reabsorció­n ósea en animales y en humanos reducen el dolor articular artrósico, procesos biológicos clave en lesiones de tipo Modic. Estos hechos fisiopatol­ógicos, nos lleva a sugerir que siempre que se presenten cambios moderados, los tratamient­os para detener o al menos retrasar la degeneraci­ón del disco deberían ser biológicos y abordar el endplate. Además, las inyeccione­s intraneura­les de PRGF podrían aplicarse en el caso de la compresión de la raíz nerviosa principalm­ente debido a los prometedor­es resultados clínicos obtenidos por esta estrategia en este tipo de neuropatía­s periferica­s. Por último, pero no menos importante, los médicos deben recurrir a la fisioterap­ia para tratar y y estimular los músculos y ligamentos de diferentes segmentos de la columna vertebral. Así pues… lo esencial la prevención: fortalecim­iento, trabajo de flexibilid­ad, modificaci­ón de la posición de pelvis-columna. Y si al final la hernia nos alcanza hemos de saber que con paciencia la evolución puede ser buena.

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