CAMIONES BAJO LAS BOMBAS
A comienzos de noviembre de 1936 el gobierno republicano comienza a evacuar las principales obras de arte del Museo del Prado. Serán veintidós azarosas expediciones las que lleven en camiones hasta Valencia cuadros tan famosos como Las Meninas de Velázque
En 1936 el gobierno republicano decidió trasladar a Valencia las principales obras del Museo del Prado. Esta fue la epopeya de aquellos convoyes.
Fue el presidente de la IIª República, Manuel Azaña, el que afirmó que el Museo del Prado era más importante para España que la propia República y la Monarquía juntas y seguramente por esta razón el 5 de noviembre de 1936 el gobierno republicano decidía evacuar las piezas más destacadas de la pinacoteca madrileña.
En ese momento la escritora María Teresa León, compañera de Rafael Alberti y miembro del Partido Comunista y de la Alianza de Intelectuales Antifascistas (AIA), es la persona designada por el gobierno de la República para dirigir el traslado a Valencia de las primeras obras que abandonaban el Museo del Prado.
Hasta la última -5 de febrero de 1938- hubo un total de veintidós expediciones, siendo la primera la que partió de Madrid el 10 de noviembre de 1936. En aquella ocasión el convoy estuvo acompañado por artistas, intelectuales y científicos de la época encabezados por Rafael Alberti, máximo dirigente de la (AIA), dando a la evacuación el significado de una acción de salvación cultural, aunque tratándose de un traslado bastante precipitado y que no contaba con los medios adecuados los resultados fueron desastrosos.
Al llegar al viejo puente de hierro de Arganda, inaugurado en 1910 y que todavía hoy cruza el río Jarama, el primero de los camiones, que transporta el cuadro de Las Meninas, se encuentra con una desagradable sorpresa.
Los travesaños que unen por arriba las estructuras laterales del puente no permiten el paso de unos vehículos con exceso de altura, por lo que se toma la decisión de descargar los cuadros y transportarlos hasta la otra orilla de forma manual.
De esta forma cuadros tan famosos como Las Meninas (Velázquez) o Carlos V en Mulberg (Tiziano) tardarán cuatro horas en cubrir los 162,5 metros que tiene de longitud el puente antes de proseguir su azaroso viaje hacia Valencia.
El día anterior camiones y cuadros habían pasado la noche, debidamente custodiados, en las cocheras del madrileño Palacio del Marqués del Duero, sede de la Alianza.
Durante el viaje el camión en el que viajan los cuadros de Goya “El dos de mayo” y “El tres de mayo” choca contra una casa bombardeada, de la que se desprende un balcón que cae sobre los lienzos causándoles serios daños, mientras que el retrato de “El conde-duque de Olivares a caballo” de Velázquez llega a Valencia seriamente dañado como consecuencia de los pésimos embalajes.
Evacuación forzosa
El 16 de noviembre de 1936 la aviación nacionalista bombardea los alrededores del Museo del Prado con bombas incendiarias y lanzando proyectiles de gran potencia capaces destruir un edificio. A pesar de las bengalas que señalan su situación con el fin de protegerlo, nueve bombas caen sobre el Museo.
Tras el desastre del primer convoy el gobierno de Manuel
Azaña encarga a la Junta de Defensa del Tesoro Artístico Nacional, presidida por el pintor Timoteo Pérez Rubio, marido de la escritora Rosa Chacel, la evacuación inmediata de las obras más importantes que aún quedan en el Museo del Prado.
Seleccionadas las obras a evacuar, examinadas y tras un informe detallado de cada una de ellas, el transportista Macarrón estará encargado del proceso de embalaje. Para cada una de las piezas se fabricará una resistente caja de madera, se protegerán los lienzos con guata y cartón y, finalmente, se ajustarán los cuadros a los embalajes mediante almohadillas, aplicando después a cada una de las cajas una capa de barniz ignífugo y una envoltura de papel impermeable.
Los camiones militares que realizarán el transporte son equipados con extintores y otras medidas contraincendios, además de ser reforzados con estructuras adicionales de madera y hierro para permitir que puedan soportar los pesados embalajes. Una vez en los camiones las cajas se fijan con sogas y listones de madera, cubriéndose el cargamento con lonas ignifugadas e impermeabilizadas.
Rodando por carreteras en muy mal estado se fija una velocidad máxima de 15 km/h, lo que explica que sin hacer descansos cada expedición tarde unas veinticuatro horas en llegar a Valencia. A pesar de ir protegidos por militares republicanos los convoyes, además de ser atacados por aviones enemi- gos o por francotiradores, tienen que franquear indemnes los numerosos controles armados montados en cada pueblo o tramo de carretera por partidos, sindicatos o simplemente por grupos de milicianos.
Un total de 71 camiones y veintidós expediciones trasladaron desde el Museo del Prado a Valencia al menos 391 cuadros y 181 dibujos, además del conjunto artístico del Tesoro del Delfín, junto con otros muchos tesoros artísticos procedentes de El Escorial, la Academia de San Fernando, el Palacio Real o el Palacio de Liria.
Una vez en Valencia una parte del cargamento se guardó en el Colegio El Patriarca, mientras que las obras más importantes
se decidió almacenarlas en las Torres de Serrano situadas en una de las puertas de la muralla de la ciudad.
Para su seguridad las torres fueron reforzadas con una bóveda de hormigón armado de 90 cm de grosor y dotadas de un sistema antiincendios y de un control automático de humedad y temperatura.
El largo éxodo
Ante el avance de las tropas nacionalistas hacia Levante durante el mes de marzo de 1938 el gobierno republicano decidió trasladarse a Barcelona y el tesoro del Museo del Prado también fue llevado a Cataluña, donde tras innumerables vicisitudes las obras llegaron a la fortaleza de Figueras en 1939.
Los últimos refugios en España del tesoro del Museo del El Prado fueron el castillo de Peralada, ubicado a tan sólo 10 kilómetros de la frontera, y la mina de talco de La Vajol, en el Alto Ampurdán, conocida popularmente como la "Mina de Negrín", y que fue transformada en una auténtica fortaleza con puertas blindadas, generadores de electricidad propios, habitaciones y demás dependencias, donde las obras de arte permanecieron almacenadas a 250 metros de profundidad.
Poco tiempo antes el muralista catalán José María Sert y una serie de intelectuales en el exilio como Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Salvador de Madariaga o Juan Estelrich, habían constituido en enero de 1939 el Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros Españoles, del que formaban representantes de los principales museos de Europa y Estados Unidos y de instituciones artísticas como la Académie des Beaux-Arts, el Conseil des Musées Nationaux y la Société des Amis du Louvre. El objetivo era negociar el traslado de las obras de arte hasta la sede de la Sociedad de Naciones en Ginebra (Suiza).
El acuerdo con el gobierno republicano contemplaba que el patrimonio artístico pertenecía al pueblo español y que existía el compromiso de su regreso a España una vez que la contienda hubiera finalizado. La evacuación de las obras de arte a Ginebra tuvo que realizarse bajo intensos bombardeos, al menos hasta que José María Sert se puso en contacto con el Duque de Alba, ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de Franco, que garantizó el fin de las hostilidades durante la evacuación. El traslado duró seis días y finalizó el 9 de febrero de 1939 cuando el último camión cruzó la frontera con Francia.
El 12 de marzo de 1939 más de 20.000 obras de arte españolas partieron de Perpignan en un tren especial que atravesó Francia llegando cinco días después a la sede de la Sociedad de Naciones en Ginebra. El cargamento contenía, entre otros, 45 cuadros de Velázquez, 138 de Goya y 43 del Greco. Menos de tres semanas después del fin de la Guerra Civil el gobierno español reclamó la devolución inmediata de un tesoro que partió de Ginebra la noche del 6 de septiembre de 1939 y que cruzó territorio francés con las luces apagadas con el objeto de evitar los bombardeos alemanes. Finalmente las obras llegaron a la Estación de Norte de Madrid el 9 de septiembre de 1939, siendo trasladadas de nuevo hasta el Museo del Prado.