DE TAL PALO TAL ASTILLA
Dicen que el veneno de nuestro oficio tiene mucho de hereditario. El camión y el transporte se llevan en la sangre, están impresos en el ADN y por ello esta profesión auténticamente vocacional va pasando de generación en generación con fluidez y naturalid
Se llaman Urbano, se apellidan Prieto y son padre e hijo. El primero está jubilado y el segundo se encuentra en activo en Casintra. Ellos son la Prieto Family.
En nuestro país el gran movimiento social que representa el transporte de mercancías por carretera suele venir forjado, tanto en el caso de las grandes empresas como en el del sencillo autónomo, por esa primera unidad familiar que tras la Guerra Civil apuesta por un nuevo sector que trata de robarle el protagonismo al ferrocarril.
Al socaire de la reindustrialización y los planes de desarrollo a finales de los cincuenta y principios de los años sesenta surge una nueva y masiva actividad porteadora, que paulatinamente irá aumentando su importancia y protagonismo siguiendo el ritmo del renacer industrial en España.
En este contexto se dan muchos casos como el de nuestros protagonistas en el que la primera generación, tras una vida dedicada en cuerpo y alma al oficio, cede paso a la siguiente en un ejercicio de continuidad y tutelaje que a la postre garantiza el futuro y la esperanza del propio sector.
Urbano Prieto Muñiz es un jovial ejemplo de ochenta floridas primaveras que goza de una merecida jubilación, pero sin dejar de vigilar con ojo de halcón los avatares profesionales de su
hijo, e incluso de su yerno, dado que ambos han continuado una saga de trabajo al volante que el inició.
A Urbano siempre le tiró la mecánica y de chaval aprovechó la “mili” en la escuela de mecánicos-conductores de aviación para hacer sus primeras armas conduciendo, reparando y apañando aquellos camiones. Después estudió Maestría Industrial, aunque como lo suyo era conducir con veintitrés años debutó a los mandos de un Chevrolet como chófer en la antigua Ensidesa.
Tras trabajar para varios patronos Urbano llega a una carismática y desaparecida empresa avilesina -Transportes Altayóque le confía un Pegaso 165 CV que más tarde pasaría a ser su primer camión. En su bien amueblado “baúl de los recuerdos” Urbano nos comenta como en los años sesenta trabajando en corto recorrido “con la recaudación del día ya sacábamos el salario mensual del chófer. Igualito que hoy…”.
Tras quedarse con el Pegaso 165 CV Urbano Prieto comienza su vida profesional como transportista independiente, incorporándose a comienzos de los sesenta como socio fundador de Casintra, una de las cooperativas
más emblemáticas del transporte español. “Fueron tiempos muy duros, nos comenta Urbano, porque había poco trabajo y teníamos que buscarnos el “alpiste” fuera
de Asturias”. Temporadas de recolección de remolacha en Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura marcaron los primeros pasos de la actividad porteadora de Casintra.
En su larga trayectoria profesional Urbano ha sido un referente, tanto para sus compañeros de cooperativa como para el resto de colegas de profesión. Siempre atento a defender con coraje y valor sus de-
rechos, nunca se arredró ante los posibles atropellos. Algún camarada cuenta de él que en vez de encogerse de hombros y resignarse al dócil…”es lo que hay”, moneda de cambio actual, Urbano respondía con una simple pregunta: -¿Qué es lo suyo jefe?-.
En ese momento ya se disparaban las alarmas y todos sabían que “Urba” iba a sacar del error a dicho jefe para ponerle en su sitio.
Buena simiente
Con un padre tan carismático no resulta extraño que su hijo, también Urbano como su padre,
siguiera fielmente sus pasos en el mundo del camión bajo su sombra protectora.
Como era normal el joven Urbano “mamó” los camiones desde crío y durante el Bachillerato aprovechaba las vacaciones para compartir cabina con su padre, que por entonces hacía sus primeros escarceos por Europa, hasta que en 3º de BUP decide colgar los libros y apostar definitivamente por el oficio.
Aprovecha su paso por la “mili” para sacarse todos los carnés y con veintiún años empieza en la paquetería para Tresa con el Pegaso 260 de su padre, mientras que su progenitor continúa en Casintra pero ahora a los mandos de un Pegaso Dakar.
Cuando le preguntamos a Urbano Jr. por la situación actual del transporte su opinión es muy
clara. “Las cosas están ahora más difíciles. No tenemos unión y así nos va y como ejemplo de ello tenemos el nuevo ROTT, que será una puñalada trapera para los autónomos”.
Padre e hijo trabajan codo a codo mejorando sus camiones y fruto de ello en 1997 hacen entrega a Urbano de las llaves de una de las primeras unidades Scania 144L-530 vendidas en Asturias y tras la jubilación del “jefe” deciden mantener dos camiones en la cooperativa, un MAN TGA-530 en manos de un chófer y el Scania R500 de Urbano Jr. que respetando los colores de Casintra incorpora bonitos detalles de aerografía.
Pese a su bien ganado retiro Urbano sigue de cerca los pasos de su hijo y casi a diario va por la cooperativa a echar una mano en lo que haga falta, porque los consejos de un decano del transporte siempre son necesarios.
Como pueden imaginarse los lectores las anécdotas e historias de esta leyenda viva del transporte asturiano son innumerables y darían para llenar un libro con las vivencias de toda una trayectoria profesional entregada al sector.
Una larga, amena y entretenida sobremesa, regada con abundantes cafés y “digestivos” en la que se debatió de lo divino y lo humano de este bendito oficio, fue el broche de oro a una jornada compartida con dos dignos representantes de una forma de entender el transporte desde la óptica del autónomo.