El primero de la clase
Mercedes-Benz siempre ha estado presente en el segmento de las altas potencias. Quizá en un plano más discreto que otras marcas competidoras, pero siempre aportando su toque de prestigio. Ahora el mejor representante de esa filosofía es el Actros 1863, que tiene en su poderosa mecánica la mejor respuesta a las necesidades de un nicho de mercado muy exigente.
Y es que conducir con más de seiscientos caballos bajo el piso es un placer que pocos pueden disfrutar. A destacar la clara filosofía americana de una planta motriz que presenta unas pautas de conducción a las que no estamos acostumbrados. El motor entrega lo mejor de sí mismo de una forma rápida y contundente, basta con mirar el test de recuperación, llegando con alegría a la potencia máxima a las 1.300 rpm en gama baja y a las 1.500 vueltas en gama alta. Aunque pueda parecer extraño ello no penaliza el consumo a tenor de los brillantes resultados obtenidos.
Tan solo encontramos un punto de discrepancia al marchar con el PPC activado y es que a la menor protuberancia del terreno el camión reduce automáticamente una velocidad pasando de 12ª a 11ª. Creo que se trata de una cuestión de software que debiera retocarse, ya que con los argumentos de par que exhibe este propulsor se podría llegar sin problemas a las 1.000 vueltas para reducir.
Los nuevos planteamientos sobre economía y rendimiento hacen que recurramos el máximo tiempo posible a los sistemas de ayuda electrónica a la conducción, que complementan el toque personal del elemento humano. Sobresaliente la capacidad de retención del binomio freno motor/retárder hidráulico en los 17 kilómetros de descenso en la autopista del Huerna.
Finalmente, anotar que tan solo las inclemencias climatológicas y los atascos que al regreso sufrimos a la llegada a Madrid en medio de un día lluvioso, penalizaron la interesante prueba de un camión que nos parece pleno de expectativas y de futuro.