El transporte merece tener un ministerio
Dos años l l eva el Comité Nacional negociando con los cargadores para nada. Cero patatero. Van los transportistas y ponen sobre la mesa los problemas de siempre, bajos precios, largos periodos de pago, "tender", descargas irregulares, morosidad, etc, con el ánimo de encontrar respuesta de parte de la otra parte y lo que se encuentran es ellos han venido a cambiar el “cromo” de las 44 toneladas. El dulce de los megatrailer estuvo bien, deben pensar los cargadores, pero dejémonos ya de palabras y pasemos a la “tajada”.
Cualquiera que vea con “gafas de lejos” es consciente de que esta aparente negociación no es realmente una negociación, sino más bien una rendición pactada por fascículos. A los cargadores las banderas y estandartes de los transportistas no les interesan, que se las queden, pero eso sí que nos rindan sus tráiler que ya los cargaremos nosotros. Y no es negociación -digo- porque en todo este “paripé” no termino de ver cual es el papel intermediario de Fomento. No se puede negociar desde la debilidad.
Por eso me da por desenterrar una vieja reivindicación del sector, algo que incluso llegó a defender la propia CETM por entonces ya mayoritaria en el Comité Nacional, de forma que no debe ser una propuesta que me- rezca ser calificada de “populista” y de cosa de camioneros “perroflautas”. El transporte de mercancías por carretera que es una actividad estratégica en lo económico, fundamental para la buena marcha de las exportaciones y que tiene un importante peso específico en el PIB, administrativamente apenas viste galones de Dirección General.
Tener un ministerio propio puede parecer de entrada algo descabella- do, pero lo que no puede ser es que los camiones compartan departamento ministerial con actividades varias y que en su territorio del “transporte terrestre” figuren enterrados bajo un ferrocarril que año tras año se lleva el “magro” de los presupuestos. Los retos que hay por delante son de tal magnitud, que para enfrentarlos se van a necesitar “estrellas de general” en la bocamanga.
Basta con pasearse por los foros de internet para comprobar que los transportistas están hartos de “aguantar vara”. Que protestan cuando en destino les obligan a coger la transpaleta de mano para descargarse ellos mismos los camiones; que critican que la Guardia Civil se cebe con ellos en las inspecciones en carrete- ra; que no entienden que Hacienda lleve años jugando al escondite con los módulos y que ponen el grito en el cielo cuando alguien les habla de más peajes, más tasas y más impuestos.
Muchos de ellos no se sienten representados ni en Madrid, ni en sus Comunidades Autónomas, ni en los despachos de las asociaciones sectoriales. Llevamos tiempo diciendo que el transporte por carretera se enfrenta en la próxima década a cambios muy profundos, unos provocados por la necesidad de realizar una transición energética cuyos costes habrá que soportar como ya sucedió con las normas Euro y otros que vendrán impuestos por las cada vez más exigentes normativas comunitarias, por la liberalización creciente, por las 44 toneladas, por la desaparición de los módulos y por la aplicación generalizada de los peajes obligatorios y de la euroviñeta en su momento, lo que probablemente provocará una reestructuración de los actuales modelos de negocio.
Y es en este escenario donde una Dirección General parece poco, sobre todo si se comparte mesa con el tren.
Sin galones los transportistas sufren de debilidad frente a unos cargadores fuertes.