CORREDOR-TRIATLETA de la TRANSICIÓN
Una vez que tenemos más o menos claros estos aspectos, las pautas generales para iniciar la transición de corredor a triatleta deberían ser:
➝ Delimitación de objetivos en términos competitivos; ¿cual va ser
nuestro objetivo de acuerdo a nuestro nivel?
➝ Valoración deportiva de nuestro nivel en cada prueba. En mi experiencia como entrenador he tenido casos, más ahora que el Triatlón se ha convertido en algo “de moda”, de deportistas que se planteaban hacer a corto plazo no un Triatlón de iniciación o sprint, sino un Medio Ironman. Y no es que no tuvieran un nivel suficiente… ¡es que no tenían aún ni bicicleta! Debemos ser honestos con nosotros mismos y plantearnos objetivos realistas de acuerdo a nuestras posibilidades de rendimiento y evolución. Como hemos dicho, cada sujeto vendrá a este deporte con un perfil marcado según: 1. Su nivel deportivo en las pruebas que practique;
2. El grado de conocimiento de las otras disciplinas. Generalmente, la procedencia de los nuevos triatletas suele ser del mundo de la carrera a pie. Y ahí radica, por lo general, su primera laguna: la fuerza y el peso. La fuerza es clave en los deportes de larga duración. Pero ojo, la expresión correcta de fuerza y peso es un lastre que en este caso, por nuestra ligereza, debemos mejorar. El objetivo es pesar algo más… pero pesar algo más de fuerza.
¿Por qué? Sencillo, por el índice de flotabilidad a la hora de nadar y la fuerza que seamos capaces de desplegar para mejorar la eficiencia de cada brazada; por la extrema situación postural que tendremos en la bici; y por la mayor disparidad de cargas de trabajo, que implicará mayor cantidad y diversidad de estímulos a nuestro organismo, musculatura, etc y que precisará tener mayor capacidad de absorción de esos impactos, es decir, ser más fuertes para aguantar más. Para ello diseñaremos un programa cruzado de musculación o potenciación muscular relacionado con nuestro entrenamiento en piscina.