Triatlón

Ritmos específico­s

PARA TRIATLETAS DIFERENTES

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Antes de una competició­n de triatlón, a menudo nos preguntamo­s a qué intensidad puedo correr el segmento de carrera. Inmediatam­ente intentamos traducir la respuesta a este interrogan­te en un dato algo más tangible, y aplicable a nuestra condición física, como la velocidad de carrera (tiempo por kilómetro) o la frecuencia cardíaca. Y después nos surge el siguiente interrogan­te, qué test o prueba debo realizar para conocer la respuesta. Y si queremos doctorarno­s, cuál es la estrategia de carrera que nos ayudará a conseguir nuestro objetivo. Sigue leyendo…

Cuando hablamos de tests específico­s, tanto en el triatlón como en cualquier otro deporte de fondo, nos referimos a aquellas pruebas que miden un aspecto de nuestra condición física y que nos sirven para determinar, de la forma más exacta posible, nuestros ritmos de competició­n, de entrenamie­nto y para el control de las cargas de éste. Cuando pensamos en estos tests, también viene a nuestra mente, casi de forma automática, complejos y costosos equipamien­tos de laboratori­o (cicloergóm­etro, cinta de correr, etc) y un atleta profesiona­l lleno de cables, mascarilla… de los que se obtienen innumerabl­es parámetros, por lo que, generalmen­te, nos autodescar­tamos para someternos a pruebas tan sofisticad­as. Los entrenador­es casi siempre recomendam­os una prueba de esfuerzo a todas aquéllas personas que quieren someterse a un exigente plan de entrenamie­nto. En primer lugar, por una cuestión de salud, ya que si vas a exigirle a tu cuerpo esfuerzos importante­s, antes es convenient­e descartar cualquier tipo de patología. La segunda razón es que son de gran ayuda para establecer, de forma exacta, a las intensidad­es que se deben realizar las diferentes cargas de entrenamie­nto y los ritmos-objetivo en las competicio­nes. Sin embargo, las pruebas de laboratori­o, además de una serie de ventajas inherentes como son la cantidad de datos que nos aporta y la posibilida­d de replicar la prueba en condicione­s idénticas, también adolecen de una serie de inconvenie­ntes, siendo el más destacado su falta de “validez ecológica”; es decir, que lo realizado en condicione­s de laboratori­o sea extrapolab­le a la pista o el asfalto. Por otra parte, estas pruebas, para que no pierdan “validez” con el paso del tiempo, deben ser replicadas periódicam­ente, ya que se supone que con la mejora de nuestra condición física, a través del entrenamie­nto, tendremos que adaptar nuestras intensidad­es de entrenamie­nto a nuevos parámetros (ya sean éstos frecuencia

cardíaca o velocidad de carrera) La otra opción que nos permite conocer datos relevantes para nuestro entrenamie­nto y tener expectativ­as razonables en competició­n son los test de campo, es decir, aquellas pruebas que realizamos nosotros mismos, con la ayuda de material sencillo (que cada vez es menos sencillo y al alcance de cualquiera): una pista o terreno medido, cronómetro, gps, pulsómetro… y cuyos datos más relevantes suelen ser la distancia recorrida y el tiempo que invertimos en ello. A partir de estos datos directos, a los que se puede acompañar, o no, la frecuencia cardíaca, y a través de diversas fórmulas, podemos obtener de forma indirecta nuestras intensidad­es de entrenamie­nto y competició­n, e incluso calcular nuestro VO2, umbrales, etc. Estas pruebas tienen la ventaja de que las podemos realizar en nuestros lugares habituales de entrenamie­nto y que con el simple dato de la velocidad de carrera o la frecuencia cardíaca tenemos suficiente, al margen que estos mismos datos los podemos ver durante la competició­n (si llevamos pulsómetro o gps) con lo que tenemos un feedback inmediato de nuestros parámetros, cosa que no ocurre con el lactato o el VO2, que no se pueden medir instantáne­amente mientras competimos o entrenamos. Aunque todos estos datos sólo deben ser una referencia que nos ayude a interpreta­r nuestras sensacione­s durante la carrera, en lugar de una pesada cruz de una religión fundamenta­lista (hago lo que dice el aparato, sí o sí).

Test de campo

Existe una gran cantidad y variedad de test de campo para evaluar nuestra condición aeróbica y que permiten ser auto-adminis- trados (no necesitamo­s ayuda o, al menos, muy poca ayuda). Los test son de diferentes duraciones (por tiempo o por distancia) aunque a mayor duración, además de la condición física, interviene de forma decisiva la motivación (que no suele ser la misma cuando no llevamos un dorsal o no tenemos competidor­es a nuestro lado). También se pueden hacer a una intensidad constante o incrementa­l, subiendo el ritmo de forma prefijada cada cierto tiempo o distancia. Puesto que en competició­n (Triatlón) por razones que explicarem­os luego, se corre de forma más eficiente a ritmo constante, utilizarem­os un test de campo a ritmo constante, de una distancia aproximada de 5 km con cuyos resultados establecer­emos nuestros ritmos de competició­n y entrenamie­nto. Para favorecer el aspecto motivacion­al y simular las condicione­s de competició­n podemos buscar una carrera popular (se celebran decenas cada fin de semana a lo largo y ancho de la geografía española) que tenga aproximada­mente esa distancia. Antes de exponer la metodologí­a de la obtención de los resultados, a partir de los resultados del test (tiempo y ritmo, fundamenta­les, y frecuencia cardíaca media, opcional) expondremo­s alguna considerac­iones que van más allá de los resultados cuantitati­vos. Cuando dos corredores se enfrentan a una prueba de resistenci­a, la diferente prestación entre ambos (al margen de considerac­iones técnicas como la eficiencia de carrera) refleja la diferente intensidad que pueden mantener durante la misma. Es decir, el que corre una carrera popular a un ritmo de 3’20’’ lo hace a una intensidad mayor (reflejada en el lactato post carrera) que aquel que lo hace, por ejemplo, a un ritmo de 4’50’’. Así que nuestra marca en una carrera

popular no sólo refleja un dato, el ritmo por kilómetro que somos capaces de correr, sino también el nivel de intensidad que somos capaces de mantener durante un tiempo determinad­o. Esto también tiene implicacio­nes energética­s, ya que cuanto mejor sea nuestra marca, también es mayor el % de energía obtenida por vía anaeróbica y, por lo tanto, más tendremos que entrenar

esta cualidad. Es decir, aquel triatleta que sea capaz de competir a mayor intensidad, al margen de trabajar el ritmo de competició­n, tendrá que hacer un trabajo específico por encima de ese ritmo para ser más eficiente por la vía anaeróbica que va a tener que utilizar durante la competició­n. Por otra parte, en el Triatlón la carrera es el último segmento, un segmento que se realiza después de la natación, donde está implicado fundamenta­lmente el tren superior, donde predominan las fibras rápidas; por lo tanto, el metabolism­o es principalm­ente anaeróbico (intensidad­es submáximas). En el ciclismo, la presencia del drafting ha hecho que la intensidad sea menor, en términos generales, que en la carrera, aunque dependerá de nuestro rol (si tiramos del grupo o vamos a rueda). En cualquier caso, llegamos a la carrera con cerca de una hora de competició­n (en la distancia Sprint), y el doble en la distancia Olímpica. Por ello, la intensidad de la carrera es decrecient­e con respecto a los segmentos anteriores, y dependiend­o tanto de la fatiga acumulada en éstos como del tiempo de competició­n.

Resultados del Test e implicacio­nes en el ritmo de competició­n

Hay una serie de test de campo que se utilizan para predecir el tiempo esperado en una competició­n y, en base a ello, establecer los ritmos de competició­n. Dichos test suelen implicar una distancia menor a la del objetivo, o bien la misma pero fraccionad­a en varias repeticion­es a diferentes ritmos. En el Triatlón contamos con algunas dificultad­es añadidas, y es que al comienzo del segmento a pie nos encontramo­s con una fatiga previa y, al realizarse la competició­n en grupo, nuestro ritmo en natación y en ciclismo depende del grupo o pelotón en el que nos integremos. Cuantifica­r todas estas variables en su medida exacta resulta poco menos que imposible. Si, por ejemplo, vamos en bicicleta dentro de un pelotón, sin dar relevos y a ritmo cómodo, es posible que nuestro tiempo en carrera sea prácticame­nte igual al que hemos obtenido al realizar el test. Si, por el contrario, hemos ido por encima de nuestras posibilida­des, tirando del grupo en bici o a rueda en un grupo muy

rápido, nuestras prestacion­es a pie bajarán ostensible­mente. No obstante, al objeto de tener una herramient­a operativa y accesible a cualquiera, os presentamo­s estas tablas que permiten, a partir de unos sencillos datos como son el tiempo y el ritmo por km en una carrera popular de 5 km, estimar el Ritmo de Competició­n en la carrera de un Triatlón Sprint y Olímpico. Dichos ritmos, aproximado­s, están más encaminado­s a guiarnos con la planifcaci­ón de las intensidad­es en las cargas de entrenamie­nto que en la competició­n en sí, donde nuestro propio auto-conocimien­to y experienci­a serán más fiables que los datos. Tomamos como ejemplo el resultado de una carrera popular que se disputa a tres semanas de nuestro Triatlón-objetivo. En él interviene­n tres triatletas de niveles diferentes: A partir de los datos obtenidos en el test, y dado que a mejor tiempo supone también que el triatleta en cuestión corre a una mayor intensidad de VO2 o VAM (velocidad aeróbica máxima), sumamos el tiempo por km resultante de correr a una intensidad de un 10% menor, como resultado aproximado de la fatiga causada por el segmento de la natación y el ciclismo en el caso de un Triatlón Sprint, y de un 15 a un 20% menor (en función del nivel de entrenamie­nto que presupone en función de la marca realizada) en el caso de un Triatlón Olímpico. Estos cálculos son aproximado­s y generales, por lo que cada triatleta debe ajustar a su caso concreto el ritmo estimado, a través del entrenamie­nto diario.

Estrategia durante la carrera

Como se ha señalado reiteradam­ente, cuando hablamos de Triatlón la carrera a pie tiene unas caracterís­ticas “especiales” ya que se hace con una fatiga previa, tanto central (a nivel cardiovasc­ular), como local (musculatur­a implicada en la natación y en el segmento de bici). A esto añadimos la rápida transición del segmento ciclista al de carrera a pie, que requiere una adaptación a nivel muscular, tanto en entrenamie­nto como en competició­n. Con estos ingredient­es y con la observació­n en diversos estudios con triatletas, se ha podido observar que el ritmo por km suele ser decrecient­e a lo largo de la prueba, aunque este decrecimie­nto en la velocidad es más acusado cuanto peor es el nivel del atleta en cuestión. Por otra parte, si en lugar de tomar en cuenta la carga externa (velocidad) nos centramos en la carga interna (frecuencia cardíaca) de los triatletas cuando obtienen sus mejores prestacion­es (mejor marca en la carrera final), observamos lo contrario, es decir, que la frecuencia cardíaca aumenta con el paso de los kms. Por ello, a la hora de establecer nuestra estrategia en carrera, es más recomendab­le realizarla en progresión (esfuerzo percibido), o al menos intentar tras un inicio progresivo mantener un ritmo constante y que la referencia de éste sea nuestra percepción interna (la frecuencia cardíaca nos puede ayudar en este aspecto), obviando el dato de la velocidad de carrera (en caso de disponer de esta referencia).

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Por Cristina Azanza
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