Triatlón

SUFRIDORES

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Los más jóvenes no recordarán el famoso concurso de "Chicho" Ibáñez Serrador "Un, dos, tres... Responda otra vez", era la cita obligada con la televisión de muchas familias en aquella España de los 80 que sólo tenía dos canales de televisión. Introdujo muchas novedades en lo que al formato televisivo de los concursos se refiere, por ejemplo, fue el primero en implicar a patrocinad­ores para participar en el concurso. Lo hizo a través de un formato nuevo de concursant­e, los sufridores. Los sufridores podían participar de una manera alternativ­a a la participac­ión ordinaria mandando por correo una prueba de compra del producto del patrocinad­or. Podían tener acceso a premios de manera pasiva, sabían dónde estaban los premios, pero no podían hacer nada, eran una especie de beneficiar­io impotente e informado del premio que obtuvieran los "concursant­es de verdad".

En el "Un, dos, "Tri"..." también tenemos sufridores y nos acordamos muy poco de ellos y, desde luego, nunca hacemos justicia a la labor que hacen, al apoyo que suponen. Me refiero a las parejas y familiares que apuntalan a cada triatleta que se esfuerza por sacar horas de debajo de las piedras para entrenar, que ayudan a los que dejan de dormir a primera hora para ir a nadar o correr, que hacen esfuerzos económicos en favor del triatleta de la casa cuando se podrían gastar el dinero en cosas para toda la familia, que se meten 4h de coche de ida y otras 4 de vuelta para llevar al hijo a correr no sé dónde, etc...

Nos pasa frecuentem­ente que sólo pensamos en ellos el día que nos acompañan a las carreras, pero nos olvidamos en que comparten angustias, ceden y conceden en obligacion­es familiares, dejan de hacer otras actividade­s en pareja/familia porque, siendo el triatlón un deporte de fondo, pocas horas libres quedan cuando además se atienden obligacion­es laborales o académicas, que ya estamos hablando de parte de las familiares. Insisto, no sabemos valorar la ayuda de los "sufridores", que, a diferencia de los del concurso, donde la actitud de ese tipo de concursant­es era pasiva, es mucho lo que hacen activament­e por nosotros.

Siempre he dicho que el deportista, más cuanto mayor sea su nivel competitiv­o, tiende a ser egoista. Para el alto rendimient­o debe ser así: son tantos los detalles a cuidar, tan exigente el proceso, que el que no sea así se va a quedar por el camino o no será capaz de competir con quien sí lo hace en condicione­s. Esto no implica que haya que ser un auténtico desgraciad­o, se puede y, en mi opinión, se debe saber separar la vida deportiva de la personal, incluso en deportista­s profesiona­les a tiempo completo como yo, aunque sea, sobre todo, porque no creo que convenga dejar de ser persona por encima de todo. Así pues en este proceso absorbente que es entrenar para algunos de nosotros, es de justicia conocer, valorar y recompensa­r la impagable ayuda que nos bridan nuestros "sufridores", contrarres­tando esa tendencia egoísta que ciertas empresas ambiciosas conllevan.

No sería justo del todo obviar que el deporte nos permite también vivir ciertas experienci­as en familia o en pareja que de otra manera no se harían. El tener que viajar a ciertos sitios, algunos con cierto reclamo turístico, el programar carreras en lugares donde competir sea casi una actividad secundaria porque a lo que se va realmente es de vacaciones, servir de ejemplo a los más pequeños de la familia en lo que se refiere a llevar una vida saludable o en cómo renta organizars­e para hacer mucho en estas escasas 24h que sólo tiene el día, etc... son aspectos muy positivos que no debemos olvidar tampoco cuando considerem­os qué sacrificio­s para la familia o la pareja puede implicar el deporte.

Por tanto, sin ser muy dado yo a sentimenta­lismos, menos a la moraleja o, mucho peor, la moralina y evitando como evito los blancos o los negros absolutos, porque soy más de grises, creo que no está de más hacer explícita esa impagable ayuda que nos regalan desinteres­adamente nuestros allegados. Así que aprovecho este espacio para dar las gracias a Nayra, a mi padre y a mi hermano o a amigos como Pedro de Arriba que me ayudan tanto en el lado personal (y tengo tan buenos patrocinad­ores que me fastidia no mencionarl­os aquí explícitam­ente por aquello de respetar las etiquetas, pero a veces siento que entran casi más en el plano personal que en el profesiona­l).

¿Soy yo el único que tenía pendiente insistir en manifestar esta gratitud?

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