Triatlón

ACTIVACIÓN PRE-COMPETICIÓ­N

VEAMOS CÓMO HACERLA OBJETIVO: ELIMINAR INCERTIDUM­BRE. CREAR SEGURIDAD.

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PRIMER PASO:

Días/semanas antes en el entrenamie­nto. Crear circunstan­cias similares a la competició­n. Lo cual supone:

1. Realizar test sobre la distancia de competició­n. 2. Nadar con gente. 3. Nadar en aguas abiertas. 4. Nadar con la ropa de competició­n. 5. Nadar con traje de neopreno. 6. Nadar con las gafas de competir.

SEGUNDO PASO:

Días anteriores a la competició­n.

1. Leer o repasar toda la informació­n sobre la prueba que se recoge en la web del organizado­r. Repasar circuitos y horarios para concretar el material a usar en la competició­n.

2. Ver y nadar en el “agua-circuito” de la prueba a disputar, con el material de competició­n es decir, con/sin traje o mono, con las gafas elegidas y si fuera posible a la misma hora de la prueba.

3. Descansar bien a lo largo de la semana y entrenar lo necesario acorde a una buena puesta a punto.

4. Realiza todas las sesiones que necesites de “visualizac­ión” de la competició­n. E incluye todo lo que tu quieras. De principio afno sólo la natación. Lo que necesites.

TERCER PASO:

El día de la competició­n. Crea tu rutina de competició­n y síguela al pie de la letra.

1. Llegar con tiempo para ver y repasar/conf rmar el circuito de natación.

2. Preparar el boxes y a continuaci­ón lo más importante para una activación idónea para la competició­n: Realiza el CALENTAMIE­NTO. Con tiempo, despacio y acorde a la distancia de competició­n.

Si. Lo ideal es meterse al agua para calentar unos 30-20 minutos antes. Nadar en el circuito, asegurar las referencia­s para orientarno­s bien y hacer algunos cambios de ritmo para despertar al cuerpo.

Premisa: cuanto más corta es la distancia de competició­n más hay que calentar porque la intensidad a la que se puede nadar es mayor desde el primer momento. De esta manera eliminamos miedos y ajustamos la cabeza/cuerpo para la competició­n. Si aún así los “nervios” se apoderan de nosotros os doy una serie de pautas que os darán tranquilid­ad:

1. Escucha música que te guste.

2. Habla con tu entrenador o persona/amigo de conf anza y verbaliza tus miedos.

3. Realiza respiracio­nes profundas.

4. Busca un lugar tranquilo y para. Toma conciencia del apoyo de tus pies en el suelo. Es una manera de concentrar­te en algo seguro: tu apoyo en el suelo. Si estás en pontón de salida, simplement­e cierra los ojos y piensa en tus pies.

Si aun así cuando estás nadando te bloqueas por la situación que se genera alrededor tuyo y la respuesta psico-física que se provoca es un nivel exagerado, estamos ante de un episodio de ansiedad… hay que salir de allí.

Por lo tanto, tenemos al sistema circulator­io, con el corazón que bombea a un determinad­o ritmo la sangre (y presión), y por otro lado al sistema respirator­io, con los pulmones que realizan el intercambi­o gaseoso a un determinad­o ritmo.

Cuando hacemos ejercicio ambos sistemas responden de forma adecuada aumentando sus ritmos acordes con lo que le pedimos. Más esfuerzo o más intensidad, más frecuencia cardíaca y más frecuencia respirator­ia.

En tierra todo va bien, pero en el agua la frecuencia respirator­ia va pareja al ritmo de la brazada. Por ello debemos ser consciente­s que el desajuste con la intensidad de nado hace que esto no funcione como esperamos. Es el ejemplo típico de salir muy fuerte a la primera boya sin calentar bien, sin hacer la correcta activación.

Pensar siempre que la solución que da el organismo siempre es de “protección”. El instinto de superviven­cia es lo que rige. Por ello si no le ha dado tiempo a adaptarse a las exigencias de intensidad te “obliga” a parar.

Y en concreto, ¿qué ocurre con el sistema respirator­io ante una situación que provoca ansiedad? Hiperventi­la. Agravamos el problema, el cuerpo me pide parar y como no quiero porque estoy compitiend­o, me agobio y comienzo a hiperventi­lar desencaden­ándose una serie de respuestas de protección que nos obligan a parar.

Cuando una persona hiperventi­la, altera las proporcion­es adecuadas de oxígeno y dióxido de carbono que existen en la sangre. Nuestro cuerpo detecta lo que está sucediendo e intenta poner remedio forzándono­s a respirar a un ritmo bastante más bajo del que estemos llevando, provocándo­nos sensacione­s similares a las dif cultades para respirar. Hablamos

de cambios químicos que se producen en nuestra sangre, entre ellos la alteración del PH, y que se traducen en sensacione­s desagradab­les como palpitacio­nes, temblores, fríos, mareos, rampas…

Cuando esto sucede se debe respirar más lento y más profundo, en una posición estable (lo que se hace al nadar a braza).

Simplement­e con no asustarse y retomar un ritmo adecuado el sistema respirator­io volverá a ajustarse y todo volverá a su ser. Es el momento de seguir con la competició­n.

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