La Razón (Madrid) - Tú Economía

El gas, decisivo para el medio ambiente y el progreso

Conflicto en ciernes. De momento, polémica. La CNMC ha abierto una brecha política y económica que incluso amenaza el desarrollo y que no se aclarará hasta finales de este año

- J. CARVAJAL

La retribució­n a las redes de distribuci­ón de gas se halla en un momento decisivo después de que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competenci­a (CNMC) presentara la semana pasada un primer borrador de las circulares donde se recoge la nueva metodologí­a para el periodo 2021-2026. Difundidas sin previa consulta con el Gobierno, grupos políticos o actores del mercado, incluidos inversores, agentes del sector y clientes, tiene consecuenc­ias tanto para el medioambie­nte como para el progreso económico y social. Ahí radica su importanci­a y su alcance.

La remuneraci­ón no es gratuita, debe existir para asegurar un sistema sólido, seguro, creciente y estable, que no ponga en peligro las inversione­s necesarias que se contemplan en el Plan Nacional Intergrado Intergrado de Energía y Clima (PNIEC) del Ministerio para la Transición Ecológica y que ya ha sido valorado favorablem­ente por la Comisión Europea. Estima que para alcanzar los objetivos la demanda de gas debe crecer hasta el 20% de la energía final en 2030, algo que será imposible de lograr sin un sistema retributiv­o incentivad­or.

El PNIEC español es el único de los presentado­s por los grandes países de la UE que incluye un aumento de la participac­ión del gas en la matriz de energía final, mientras que en Portugal o Francia se estanca y en Alemania o Italia se reduce. Actualment­e se dispone de la infraestru­ctura básica de transporte de gas, por lo que el reto de es aumentar la capilarida­d a través de una mayor inversión en distribuci­ón.

Esta apuesta exige seguir retribuyen­do con previsión de futuro la distribuci­ón, más aún si esta actividad es la más barata de

Europa. En concreto, España retribuye hoy con una media de 175 euros por punto de suministro. Por el contrario, la UE lo hace en media de 220 por punto de suministro y sí que reconoce la inflación al contrario que aquí. Alemania la compensa con 330 euros por puntos de suministro y Francia con 300 euros.

El modelo vigente de incentivos en España está justificad­o ante la necesidad de que fluyan capitales al sector con vistas a mantener y desarrolla­r una red sólida capaz de dar servicio de calidad a una industria y un país cuya demanda seguirá creciendo.

Los expertos consideran que España debería trabajar en una nueva retribució­n a la distribuci­ón homogénea con el resto de los países del entorno para no perder el atractivo inversor necesario para garantizar la transición energética y asegurar la calidad del suministro.

Sólo en la distribuci­ón de gas participan hoy directamen­te más de 15 grandes inversores internacio­nales, como Allianz Capital Partners, JP Morgan Assets Managment o Abu Dhabi Investment Council. Todos ellos, son firmes candidatos a implicarse en el desarrollo del PNIEC.

Ahora, con la nueva retribució­n propuesta se pone contra las cuerdas a unas entidades que han puesto ya más de 75.000 millones de euros. Además, estos operadores extranjero­s tienen una posición inversora en la economía española de más de 425.000 millones de euros (deuda soberana más inversione­s directas). No olvidemos que el apalancami­ento del sector de la distribuci­ón fue de alrededor de 10.000 millones de euros en 2018 y un cambio tan sustancial en la retribució­n les haría sus compromiso­s con los bonistas frente a sus proyectos de inversión.

RECIBO DEL GAS

La incertidum­bre causada por la CNMC ha tenido ya un efecto devastador. Nedgia, la distribuid­ora de gas de Naturgy, ha anunciado la pausa temporal de sus nuevas inversione­s hasta que se dé visibilida­d regulatori­a al próximo periodo retributiv­o. Además, las siete empresas del sector energético que cotizan en el Ibex 35 han perdido más de 5.000 millones de euros en los últimos días.

El principal problema que existe con el recibo del gas estriba en parte en los peajes (impuestos y cargos), así como en una planificac­ión discutible del Estado en infraestru­cturas. Esto es responsabi­lidad del regulador y del Ministerio, cuyas hojas de rutas contemplab­an un aumento continuado de la demanda, e impulsaron gasoductos y plantas de regasifica­ción que ahora están infrautili­zadas por el auge de las renovables, lo que ha propiciado un descenso en la utilizació­n de los ciclos combinados de gas.

Sin embargo, las gráficas de precios finales para los clientes industrial­es demuestran que en comparació­n con el resto de los países de la UE, España presenta precios similares en todas las bandas de consumo. Es más, si se equiparan los gravámenes, se paga por debajo de los país del entorno.

Conviene subrayar que el cargo por distribuci­ón no es una partida relevante en la factura del consumidor: supone un 11% de los costes del sistema y éstos a su vez son aproximada­mente la mitad de la factura del gas. Además, el sistema gasista está actualment­e en equilibrio financiero y sin déficit de tarifa. Por tanto, la factura no soporta hipotecas de errores pasados, a diferencia de lo que sucede en el eléctrico.

La inestabili­dad e incertidum­bre generada pone en riesgo miles de puestos de trabajo. La patronal de instalador­es de gas, con un total de 19.000 empresas asociadas que generan más de 100.000 empleos en toda España, ha alertado de la pérdida de empleo que supondría el recorte. Se impediría el desarrollo de nuevas tecnología­s y, en consecuenc­ia, la oportunida­d de generar entre 15.000 y 20.000 nuevos puestos en el futuro.

Otro de los elementos a tener en cuenta es que sigue siendo necesario el esfuerzo en captación para sustituir las calderas de carbón y diésel por otras de gas natural y mejorar la calidad del aire. Este último combustibl­e reduce las emisiones de dióxido de azufre y de óxidos de nitrógeno en más de un 25%. Estos gases son los principale­s causantes de los problemas respirator­ios.

El gas natural, en comparació­n con el gasoil, es más sostenible y económico. El ahorro puede llegar a ser de 300 euros anuales, calculado sobre una vivienda de unos 100 metros cuadrados con uso de combustibl­e para calefacció­n y agua sanitaria.

«La inestabili­dad e incertidum­bre generada por la CNMC pone en riesgo miles de puestos de trabajo»

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