La Razón (Madrid) - Tú Economía
La exclusión social se elimina con un puesto de trabajo
5.000 personas en España se encuentran vinculadas a empresas de inserción laboral
Miguel G. (nombre ficticio) estuvo en la cárcel durante varios años por un problema que, durante su juventud, tuvo con las drogas. Pero salió del centro penitenciario, como él mismo dice, con la mente cambiada. Muchas cosas pasaron durante esos años que le hicieron querer una vida diferente. Una vida mejor. Sin embargo, al terminar su condena, la realidad que se encontró fue muy diferente a la que esperaba. «Cuando uno sale de ahí, se encuentra muchas puertas cerradas, a pesar de que se dice que las cárceles de España son centros donde se trabaja por la reinserción, donde se ayuda a la gente como yo a volver a integrarse en la sociedad para que tengan una vida más o menos normal», explica. «Pero, lo que uno de verdad se encuentra son muchas puertas cerradas», añade. Y es que a Miguel ya no querían contratarle ni siquiera en lugares donde ya había trabajado anteriormente y donde nunca había tenido ningún problema. «Eran empresas, públicas y privadas, que estaban muy contentas contentas conmigo, pero en las que, de la noche a la mañana, me habían denegado el acceso por tener antecedentes», dice.
Sin embargo, Miguel es consciente de que las empresas no son otra cosa que el reflejo de la sociedad y que, como tal, es la propia sociedad la que le había rechazado. Después de haber tenido varios contratos temporales, desde hace dos años está como indefinido en una empresa gracias a la mediación de Fundación Integra. «No solo es que el trabajo te proporcione independencia económica y un bienestar, sino que esto, además, te quita las ganas de hacer las cosas que hacías», señala. Y es que Miguel sabe que, en muchas ocasiones, hay gente que al no tener a nadie que le eche una mano, vuelve a reincidir. «De nada te sirve que dentro de la cárcel intenten ayudarte en todo lo que puedan para que, al salir, se te cierren todas las puertas», subraya.
Unas 5.000 personas en España se encuentran en empresas de inserción. Entre ellas, hay quienes han estado en prisión, pero también quienes han tenido problemas de drogodependencia, se encuentran en España irregularmente, pertenecen a la comunidad gitana, tienen alguna discapacidad o han sido víctimas de violencia, como es el caso de las mujeres que han sufrido algún episodio de maltrato. Es el llamado colectivo de la «exclusión social», aquellos que están en riesgo de no poder desarrollar su vida plenamente por motivos de lo más diversos.
Y aquí es donde comienza el papel de la empresa para ayudarles a salir adelante. «En las empresas de inserción se prepara a estas personas para que su entrada en el mundo laboral sea lo más fácil posible, dándoles formación para que, más adelante, continúen con su carrera, incluso en otras empresas», explica Juan Antonio Pedreño, presidente de la Confederación Empresarial Española de Economía Social (CEPES).
«Las empresas de economía social entienden la inclusión como un deber, y por eso lo contemplamos como parte de nuestro sistema de valores, porque el compromiso con las personas es nuestra razón de ser. Trabajar por un mundo donde nadie se quede atrás», apunta. Si bien señala que, en el marco empresarial general, el proceso que sigue cada compañía para integrar a personas en riesgo de exclusión varía en función de la propia situación. «Uno de los principales obstáculos para que la integración se desarrolle con éxito es la falta de confianza que pueden tener las empresas para incorporar a personas con ciertas limitaciones, dificultades o situaciones complicadas», dice.
El rechazo al que aludía Miguel es, de esta manera, un problema de convencimiento que parte de que la empresa quiera o no incorporar a una persona de este perfil de exclusión. «Estas dudas surgen aunque la persona sea perfectamente capaz de cubrir las exigencias de su puesto de trabajo pero, una vez se tiene la voluntad, viene todo lo demás», añade. En ese momento, comienza la formación, la integración en el equipo y el cambio de vida.
«La situación vital de estas personas cambia absolutamente», recalca Pedreño, porque pasan de encontrarse en un entorno donde las personas que le rodean tienen el convencimiento de echarle una mano. «Eso lo cambia todo porque la persona ya tiene un objetivo, un sentido para levantarse cada día», asevera.
Orencio Vázquez, director del Observatorio de RSC, se muestra de acuerdo con la idea de que la mejor forma de integrarse en la sociedad es el acceso al trabajo. «Posiblemente la sociedad no esté lo suficientemente preparada ni sensibilizada para darse cuenta de que hay gente que tiene que tener la oportunidad de llevar una vida normal y digna», afirma. «En eso nos incluimos todos, porque existe una serie de prejuicios que no hacen sino reflejar la sensibilidad de la ciudadanía, pero son tabúes que se pueden romper», subraya.
LOS JÓVENES, EN RIESGO
El riesgo de vulnerabilidad se puede generar en ciertos colectivos que, hasta el momento, no se consideraban como tal. «La precariedad laboral está convirtiendo en vulnerables, bajo la perspectiva de desarrollo profesional y personal, a los jóvenes», dicen desde el Observatorio RSC. «Los contratos temporales, muchas veces a tiempo parcial, como falsos autónomos… Todo ello conlleva un prejuicio no solo para ellos, sino también para el país y desarrollo al futuro». Asimismo, otro colectivo especialmente preocupante son los parados de larga duración mayores de 50 años. «No se puede considerar a una persona, porque tenga cierta edad, no válida para el mercado laboral», subrayan estas fuentes.