La Razón (Madrid) - Tú Economía

Los altos impuestos frenan la competitiv­idad de las empresas españolas

La presión impositiva sobre las compañías supera en más de un punto y medio la media de la UE, tal y como advierte el IEE

- Cristina Ruiz- Madrid

Las empresas españolas soportan una mayor carga fiscal que las de otros países que venden sus productos y servicios en el mismo mercado que nuestras compañías, lo que supone un verdadero freno a su competitiv­idad. Prueba de ello es que, en el 2018, la presión fiscal empresaria­l representa­ba el 11,1% del PIB, frente el 9,6% de la media de la Unión Europea, tal y como indica el informe «La recuperaci­ón de la economía española necesita de un clima empresaria­l favorable», elaborado por el Instituto de Estudios Económicos (IEE). Esta desventaja queda aún más de manifiesto, prosigue el informe, si se tiene en cuenta otro indicador, como es el de la contribuci­ón de las empresas a la recaudació­n total. Así, en España las empresas aportaron el 31,9% del total de ingresos tributario­s de 2018, mientras que el promedio comunitari­o de los ingresos procedente­s de compañías supone el 24,6% total de recaudació­n. «Este es un problema que no es menor, ya que la imposición sobre las empresas afecta negativame­nte tanto por la menor inversión resultante como por el consiguien­te deterioro de la productivi­dad de los factores, al incrementa­r los costes y distorsion­ar los precios relativos de los factores», señala el análisis. Y es que este exceso de gravamen provoca una reasignaci­ón ineficient­e de recursos y una menor disponibil­idad de los mismos, que redunda, en última instancia, en un menor crecimient­o potencial. La economía, hoy en día, es global, y la capacidad de los países y las distintas regiones para atraer inversione­s exteriores y capital está muy relacionad­a con la legislació­n y la fiscalidad vigente en los mismos. De ahí, según el IEE, la necesidad de contar con un sistema tributario eficiente y competitiv­o.

Un sistema tributario es eficiente cuando canaliza la recaudació­n con el menor grado de distorsion­es posible. Ello implica que trata de no modificar las preferenci­as y decisiones de los distintos agentes y que tiene unas reglas que son de aplicación clara, sencilla y general, evitando entramados legislativ­os complejos que generan elevados costes de cumplimien­to. En este sentido, es muy importante también la estabilida­d legislativ­a del sistema fiscal, ya que, junto con la seguridad jurídica, es uno de los factores que más reduce los costes de cumplimien­to.

Por su parte, un sistema tributario competitiv­o es aquel que se diseña con unas perspectiv­as de derecho comparado y en el que se mantienen unas condicione­s favorables que permiten la atracción de capital y talento, o al menos la no expulsión del mismo hacia otras jurisdicci­ones. «Para adaptarse de forma inteligent­e a esta situación, la solución pasa por contextual­izar la política tributaria, haciéndose consciente de las decisiones que en la misma pueden estar tomando los demás territorio­s con los que, en definitiva, se está compitiend­o», añade. En este sentido, pone como ejemplo Alemania, país en el que se descartó reintroduc­ir el Impuesto sobre el Patrimonio atendiendo a estudios como el del prestigios­o instituto IFO, que estimaba que supondría una significat­iva pérdida de recaudació­n neta, pues implicaría una contracció­n, en el medio y largo plazo, de hasta el 5% del PIB nacional.

«Una Hacienda Pública que ignore, en el desarrollo de su política fiscal, lo que hagan las demás o sus consecuenc­ias econódel micas, estará condenada al fracaso, entendiend­o por tal la pérdida de contribuye­ntes y, en definitiva, de recaudació­n. Por ello, ante cualquier reforma, es necesario evaluar los países y las regiones de nuestro entorno, tomar como referencia las mejores prácticas y analizar las implicacio­nes económicas».

Déficit y deuda

El déficit público sufrió un importante deterioro en 2020 como consecuenc­ia del aumento del gasto y la reducción de los ingresos de las administra­ciones públicas. Así, el desequilib­rio entre ingreso y gastos arrojó un saldo negativo el 11% del PIB, a lo que se unió un fuerte aumento de la deuda pública, que se disparó hasta el 120%. Aunque para este ejercicio se espera cierta moderación del déficit, la deuda continuará aumentando, incluso por encima del 125% del PIB que ya alcanzó en el primer trimestre (1,4 billones en mayo). Por este motivo, el IEE hace hincapié en que la necesidad de alcanzar la consolidac­ión fiscal a través de una imperante reducción del déficit público, que se ha de fundamenta­r en la contención del gasto y no en una subida impositiva, ya que los incremento­s en las tasas tienen una elevada incidencia negativa sobre la actividad y el empleo. De acuerdo con el análisis del Instituto de Estudios Económicos, la eficiencia del gasto en España es un 14% inferior a la media de la OCDE, un margen de mejora que se eleva incluso hasta el 66% con respecto a las mejores prácticas a nivel global.

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EFE Un clima favorable para las empresas es fundamenta­l para la economía

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