La Razón (Madrid) - Tú Economía

Los nuevos proyectos que pretenden acabar con la basura espacial

Ese año internet dejará de contar con las «huellas digitales» de terceros, algo que va a transforma­rá el paisaje de la red de forma definitiva. Esto es lo que va a ocurrir

- T. E. -Madrid

Las cookies de terceros son datos como la localizaci­ón, el dispositiv­o, la edad del usuario, sus compras o las redes que tiene

Todo comenzó en 1994. Aquel año, Lou Montulli, un ingeniero de 23 años en Netscape (uno de los primeros navegadore­s de la red), se enfrentaba a un problema: los sitios web tenían pésima memoria. Cada vez que un usuario cargaba una página nueva, la web lo trataba como a un extraño que nunca antes había visto. Si esto no se cambiaba, habría que registrars­e a diario en cada web y sería imposible, por ejemplo, mantener un carrito de compra actualizad­o. Tras descartar varias ideas, principalm­ente por vulnerar la privacidad de los navegantes, Montulli obtuvo su inspiració­n de un clásico: Hánsel y Gretel. Del mismo modo que los hermanos del cuento iban dejando migas para recordar su camino, Montulli desarrolló unas «migas digitales» que permitiera­n que las web recordaran a los visitantes. Así nacieron las cookies.

A partir de ese momento la capacidad de estas migas digitales fue aumentando en cantidad y complejida­d, dividiéndo­se en dos categorías principale­s. Las cookies de origen son aquellas que reconocen al usuario cuando regresa a una web y facilitan nuestra navegación y luego están las cookies de terceros. Básicament­e son datos, como la localizaci­ón, el tipo de dispositiv­o, el género, la edad del usuario, las redes sociales que tiene, las compras realizadas o las páginas visitadas y las búsquedas previas, informació­n que se obtenía directamen­te de la página o con nuestra autorizaci­ón.

Obviamente todos estos datos conforman una biblioteca muy valiosa para las agencias de publicidad que pueden dirigirse a un público muy específico. Esto provocó un crecimient­o en la publicidad digital que la industria nunca había visto y que le dio un poder enorme a navegadore­s como Google.

De acuerdo con la firma Statista, en 2010 la publicidad digital facturó unos 26.000 millones de euros. En 2020 la cifra alcanzó los 645.000 millones y en 2027 se espera que supere el billón. Pero la privacidad de los usuarios ha hecho que Safari, Firefox y Petal Search (entre los cinco buscadores más usados en el planeta) decidan dar de baja a las cookies de terceros y Google Chrome (que controla dos tercios del mercado) no ha tenido más remedio que seguir sus pasos… con calma, ya que las mantendrá hasta 2023, año en el que desaparece­rán para siempre.

Y entonces llegará el gran cambio, uno muy similar al que impactó a la música con la llegada de los canales digitales de distribuci­ón. ¿Por qué? Como usuarios, pagamos por la conexión a la red, pero no por el contenido. Del mismo modo que la publicidad sostiene a los programas de radio o televisión, también permite la creación de contenido en la web. La diferencia es que la radio no sabe dónde estamos y la tele no sabe nuestra edad ni nuestro género. Ninguna sabe qué redes sociales tenemos instaladas o si nos gusta más viajar que armar puzzles. De ahí que la publicidad en internet sea tan valiosa para las empresas y tan importante para determinar la privacidad de los usuarios.

¿Cuáles son las alternativ­as? Google, por ejemplo, está trabajando en una llamada Privacy Sandbox. En ella está incluida la opción conocida como aprendizaj­e federado de cohortes (FLoC por sus siglas en inglés). Se trata de un seguimient­o web que agrupa a las personas en «cohortes» o grupos en función de su historial de navegación. Pero es un enfoque que no convence a las empresas, por ser demasiado amplio, y tampoco le hace gracia a Europa, ya que podría contraveni­r las normas del reglamento de privacidad de la UE (el GDPR). Otras soluciones involucran sistemas de identifica­ción universale­s (Universal IDs), Data Pools o Gráficos de identifica­ción de usuarios. El problema que estos sistemas comparten es, primero, que necesitan de un tercero que almacene la informació­n de modo «imparcial» y, segundo, que necesita el acuerdo de miles de agencias afectadas.

En este contexto, la opción más aceptada, tanto en lo que respecta a publicidad como a privacidad, es la de los identifica­dores abiertos de publicidad (OAID por sus siglas en inglés). Mozilla Firefox, por ejemplo, está trabajando en esto, mientras que Petal Search, el buscador ofrecido por Aspiegel en Europa, ya lo está implementa­ndo en sus dispositiv­os móviles. El uso que Petal Search hace de los OAID es interesant­e ya que, en un sentido amplio, permite que nosotros controlemo­s las cookies. El identifica­dor (una sucesión de letras y números) que utilizan no es permanente y cuando lo anulamos (desde los Ajustes del dispositiv­o), desaparece por completo. En el caso de Petal Search, el OAID tampoco está vinculado a la cuenta de Huawei ID, de modo que no hay ningún modo de que sepan nuestra identidad; la informació­n que se obtendrá será la relativa al comportami­ento del usuario en su dispositiv­o móvil: aplicacion­es instaladas, intereses, edad, género, ubicación, tipo de dispositiv­o, etc., pero nada relacionad­o con informació­n personal. Cualquier otra aplicación puede utilizar el modelo OAID igualmente, siendo una alternativ­a fiable para publicidad y confiable para usuarios.

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DREAMSTIME Varias empresas trabajan en sistemas en los que sean los usuarios quienes controlen las cookies
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