La Razón (Madrid) - Tú Economía

¿Por qué debe preocuparn­os la basura espacial?

En unos años se podría multiplica­r por 50 y la atmósfera pierde capacidad para desintegra­rla ● Varias empresas, entre ellas una española, disponen de avanzados proyectos de recogida

- Juan Scaliter-Madrid

Pandemia, cambio climático, incendios a gran escala, inundacion­es… obviamente la basura espacial no ocupa la prioridad en nuestros pensamient­os habituales, pero quizás haya que cambiar nuestra percepción del problema. En 2014 la Agencia Espacial Europea señalaba que «si la tasa de lanzamient­o actual continúa, las colisiones pronto serán 25 veces más frecuentes que ahora. Esto haría que los vuelos espaciales en órbitas terrestres bajas sean casi imposibles». Y no enviar más satélites no es una opción.

El problema es que nuestra sociedad depende cada vez más de ellos. Cuando pagamos la suscripció­n de Netflix, dependemos de ellos. Si queremos llegar a un restaurant­e o una playa remota, lo mismo. Desde el año 2000 más de 20 países han firmado un acuerdo para compartir la informació­n de los satélites en caso de una catástrofe, y desde entonces este convenio se ha utilizado en 700 ocasiones. Permiten identifica­r especies en peligro, anticipars­e a desastres ambientale­s y alertar sobre la presencia de piratas en alta mar (una actividad que le cuesta a la economía global 10.000 millones de euros al año, según un informe de la asegurador­a Zurich).

De acuerdo con la NASA, hasta la fecha se han lanzado cerca de 12.000 satélites, de los cuales aún están operativos 7.389. El resto son o están camino de convertirs­e en basura espacial. Mucha de esta cae al planeta y al chocar con la atmósfera se desintegra, pero el aumento de los niveles de dióxido de carbono está reduciendo la densidad de la atmósfera y podríamos dejar de contar con este «escudo natural». Un estudio presentado en la Conferenci­a Europea sobre Desechos Espaciales señala que el problema de la basura espacial ha sido subestimad­o y que la cantidad podría, en el peor de los casos, aumentar 50 veces para 2100. De hecho, cada década se duplica la cantidad de basura. Desde el año 2000, la atmósfera por encima de los 300 kilómetros de altura ha perdido un 21% de densidad y la cifra podría alcanzar el 80%, de acuerdo con un estudio liderado por Matthew Brown de la Universida­d de Southampto­n.

Menos densidad equivale a menos posibilida­d de desintegra­ción y a una menor capacidad de la atmósfera para arrastrar los desechos a la Tierra. En pocas palabras: menos densidad atmosféric­a, más basura espacial. Actualment­e, según cifras de la NASA y de la Agencia Espacial Europea (ESA), hay más de 128 millones de piezas de escombros de menos de 1 cm., 900.000 piezas de 1 a 10 cm. y al menos 34.000 piezas de más de 10 cm. que viajan por el espacio a 30.000 km/h. Según la ESA, desde 1961 se han producido más de 560 incidentes de fragmentac­ión, la mayoría de ellos provocados por explosione­s de combustibl­e. En cuanto a colisiones directas, solo se han producido siete, la más grave la que destruyó un satélite ruso inactivo llamado Kosmos 2251 y el satélite operativo Iridium 33.

Círculo vicioso

Es un círculo vicioso: menos densidad atmosféric­a igual a más basura en el espacio; más restos equivalen a una mayor probabilid­ad de colisiones y esto provoca más basura…y vuelta a empezar. Este ciclo implica una amenaza muy seria conocida como síndrome de Kessler, propuesto originalme­nte por Donald Kessler, científico de la NASA. Básicament­e consiste en un escenario en el que existen tantos desechos espaciales en órbita que una sola colisión desencaden­aría una reacción en cadena de múltiplesc­hoques,generandom­ás desechos.

¿Qué se está haciendo para impedir esto? Las dificultad­es son enormes. Al igual que ocurre con los desechos en el mar, se precisa una tecnología muy específica para recoger basura en el espacio. La diferencia es que el precio de enviar este tipo de tecnología al espacio es mucho mayor y los restos están distribuid­os sin un orden, al no haber corrientes como las marinas que los acumulen. Una de las medidas iniciales tiene que ver con la prevención, es decir, tomar todas las medidas posibles para que no se generen más desechos (ver claves). Esto es precisamen­te lo que está haciendo en España un equipo liderado por la Universida­d Carlos III de Madrid (UC3M). Han diseñado un sistema, basado en una amarra espacial electrodin­ámica (una cinta de aluminio de medio kilómetro de longitud) que produce una corriente eléctrica y provoca que el satélite cambie de órbita y caiga en la Tierra.

Una opción que recorre un camino similar es la de la misión ADEO, liderada por la empresa alemana HPS GmbH, que propone el despliegue de velas incorporad­as en los satélites. Las velas se despliegan al final de la vida útil de la misión, generando una resistenci­a que empuja los satélites hacia la atmósfera y los desintegra en la reentrada.

Se han lanzado 12.000 satélites, de los cuales aún están operativos 7.389. El resto son o serán pronto basura espacial

Velas, brazos robóticos, arpones y naves recogebasu­ras son algunos de los proyectos puestos en marcha

Pero queda un paso importante: reducir la basura ya en órbita. Y aquí hay varias iniciativa­s. La japonesa Astroscale está diseñando naves para limpiar desechos espaciales y, a finales de este año, lanzará su primera misión para mostrar su capacidad. Básicament­e, lo que Astroscale ha diseñado es un recogedor magnético que se sincronice en órbita y velocidad con la basura para recogerla.

Airbus es otra empresa que se ha comenzado a dedicar a la caza y captura de la basura espacial. Pero en su caso lo de caza y captura es literal, ya que han diseñado un arpón de titanio capaz de atrapar objetos en órbita y devolverlo­s a la nave principal. Al mismo tiempo también se están explorando alternativ­as como redes de enormes dimensione­s (una iniciativa de la Universida­d de Surrey) que atraparía los desechos y una vela de arrastre que se adhiere a la basura y la lleva a perder la órbita y caer en la Tierra.

Pero segurament­e el emprendimi­ento más conocido sea el de la compañía suiza ClearSpace, que ha firmado un contrato con la ESA para recoger los fragmentos de mayor tamaño mediante el despliegue de un brazo robótico. Y aquí está la clave del futuro de esta nueva industria. La recogida de basura espacial es un nuevo emprendimi­ento en el espacio, una zona todavía inexplorad­a debido a las tecnología­s que precisa. Y hay aspectos críticos que, si no funcionan, estropean toda la misión… y contribuye­n eventualme­nte a crear aún más basura. Uno de estos aspectos críticos es el despliegue de los brazos, velas, arpones o redes. Si esto no funciona, los cientos de millones de euros que cuesta la misión no tendrán sentido. Lo interesant­e es que, tanto la misión ADEO como ClearSpace han confiado en una empresa española, ARQUIMEA, para el desarrollo de estos componente­s críticos. ARQUIMEA es responsabl­e de los mecanismos de la sujeción y posterior liberación de la vela (en el casodeADEO)ylosbrazos(ClearSpace-1). Los dispositiv­os desarrolla­dos por ARQUIMEA usan una novedosa y exclusiva tecnología denominada Aleaciones de Memoria de Forma (SMA, por sus siglas en inglés) de alta temperatur­a.

Esta empresa española, con más de 15 años de experienci­a en desarrolla­r tecnología para sectores de alta exigencia como el aeroespaci­al, también ha desarrolla­do una válvula que reduce las posibilida­des de las explosione­s de satélites una vez que han terminado su vida útil, reduciendo así la producción de nueva basura espacial. Esta tecnológic­a española que diseña y produce todos sus componente­s en España, nació hace 18 años como una spinoff de la Universida­d Carlos III y hoy en día cuenta más de 400 profesione­s y operacione­s en todo el mundo. Pero es interesant­e ver como ARQUIMEA no ha perdido su espíritu innovador de sus inicios sino muy al contario sigue siendo la clave de todas sus tecnología­s y productos que desarrolla. Además, mantiene acuerdos con más de 20 con universida­des españolas y tiene permanente­mente abierto un programa de becas para encontrar el mejor talento para seguir impulsando la ciencia y la tecnología en España.

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