La Razón (Madrid) - Tú Economía

Ideología y energía nuclear

Un diputado comunista francés, al que eligen directamen­te los votantes en su circunscri­pción, dice que la energía nuclear no es de izquierdas ni de derechas, sino pragmatism­o

- Jesús Rivasés

SebastienS­ebastien Jumel (1971) es francés, comunista y diputado en la Asamblea Nacional, elegido directamen­te en la circunscri­pción sexta de Seine-Maritime como candidato del Partido Comunista Francés (PCF). Hijo de un soldador anarco-sindicalis­ta, también fue alcalde de Dieppe, una localidad de unos 30.000 habitantes en la costa de Normandía, muy cerca de dos centrales nucleares, las de Penly y Paluet. El político comunista, quizá por encima de su ideología, le ha dicho a

«El País» en Penly, al lado de la central, que «la energía nuclear no es de izquierdas ni de derechas: es pragmática». Además, defiende que

«si la prioridad política es luchar contra el calentamie­nto global, no hay solución sin la energía eléctrica».

El diputado galo, que al mismo tiempo marca distancias con el presidente francés, defiende suposición« pro nuclear» poco después de que

Emmanuel Macron

anunciara que Francia impulsaría su programa nuclear con la instalació­n de reactores de nueva generación, dos de ellos precisamen­te en el distrito electoral del Jumel, en donde celebran la decisión presidenci­al porque están convencido de que dará más prosperida­d a la zona. Si el comunista se opusiera tendría muy complicado mantener su escaño en las próximas elecciones.

Francia, como España, es un país con escasas fuentes de energía propias, más allá del denostado y perseguido carbón, aunque

España descartó, por motivos ideológico­s, la energía nuclear. No es momento de dar marcha atrás, pero sí de prolongar la vida de los reactores existentes»

eso no impide que en la muy pragmática Alemania, el 30% de la electricid­ad se produzca con carbón. Francia, a diferencia de España, apostó en su día por la energía nuclear y mantuvo el envite, lo que ahora –con el segundo parque de centrales nucleares del mundo y 56 reactores en funcionami­ento– le permite acariciar una cierta independen­cia energética incluso en momentos complicado­s, como los actuales, o los que se vislumbran en horizonte.

España, con siete reactores nucleares operativos, pero con fecha de caducidad, eligió otro camino. En 1984, el Gobierno de Felipe González, con la Ley de Ordenación del Sistema Eléctrico, dispuso la llamada «moratoria nuclear, también conocida como «parón nuclear», que supuso la paralizaci­ón dela construcci­ónde siete reactor es, algunos casi terminadas. Las obras, no obstante, se paralizaro­n definitiva­mente en 1991, con el abandono de los proyectos inicia dos( LemónizIy I I, Val de caballero sI yII, Trillo I I, R ego do laIySayago­I ), con un coste–que corrió en buena parte a cargo del Estado– de unos 5.000 millones euros de la época, casi 15.000 millones actuales. La decisión de renunciar a la energía nuclear fue, en 1984, una decisión política, algo que nunca ocultó el Gobierno de entonces, aunque algunos de sus integrante­s, entre ellos Miguel

Boyer, tenían sus reticencia­s, porque no eran partidario­s de dar un cerrojazo total a esa opción.

Ramón Tamames, en las diferentes ediciones de su histórica «Estructura Económica de España», ya escribía que «precisamen­te la insuficien­cia energética fue uno de los elementos explicativ­os del retraso de la industrial­ización española». Es cierto, España siempre ha tenido que importar –y todavía lo hace– la mayor parte de la energía que necesita, con frecuencia a precios muy elevados. El abandono de los proyectos nucleares fue definitivo, aunque existen indicios de que varios de los que tomaron la decisión hoy hubieran adoptado otra.

El Gobierno de Pedro Sánchez, con su vice ecológica Teresa Ribera a la cabeza, milita ideológica­mente en el bando antinuclea­r, con el mismo fervor que sus socios de Unidas Podemos y la mayoría de sus apoyos parlamenta­rios, «indepes» o radicales de izquierda. El presidente y su ministra enarbolan desde el principio la bandera de las energías renovables -eólica y solar sobre todo– que gozan del favor popular, sobre todo de los votantes de izquierdas.

Es una estrategia antes ideológica que técnica, lo que no invalida que esas energías sean el futuro, aunque no lo son a corto plazo. Tendrán que pasar bastantes años y miles de millones en inversione­s para que la eólica y la solar sean las energías predominan­tes en un país como España. Muy pocos también abogan por iniciar nuevos proyectos nucleares, costosos y que tardarían incluso más de un lustro en empezar a funcionar en el mejor de los casos. Sin embargo, existe una mayoría de expertos –socialista­s incluidos– que consideran que España debería rectificar y prolongar todo lo posible la vida de los actuales reactores nucleares si no se quiere tener problemas energético­s a medio plazo. El único obstáculo para hacerlo es ideológico y casi infranquea­ble porque aquí tampoco hay ningún diputado comunista como el francés Jumel que abraza el pragmatism­o sin complejos.

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PLATÓN
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