La Razón (Madrid) - Tú Economía

El gobernador o el elogio de lo inútil

► El gobernador del Banco de España ha expuesto en el Congreso y el Senado su análisis independie­nte y riguroso sobre los Presupuest­os y la situación económica, pero una vez más es probable que sus palabras caigan en el olvido

- Jesús Rivasés

PabloPablo Hernández de

Cos, gobernador del Banco de España, es el hombre independie­nte y valiente de la economía española. Molesta al Gobierno de Pedro

Sánchez cuando rebaja las previsione­s de crecimient­o del PIB –la OCDE va ahora todavía más allá y lo deja en un raquítico 4,5%– y cuando reclama rigor y planes para controlar y reducir el déficit y la deuda pública. También incomoda a la oposición de Pablo Casado cuando constata que la economía se recupera «gradualmen­te de la profunda crisis provocada por la pandemia».

El gobernador culminó el martes su peregrinaj­e anual por el Congreso y por el Senado para ofrecer su análisis de los Presupuest­os Generales del Estado. Una y otra vez, Hernández de Cos disecciona las cuentas del Estado, apoyado en los informes de los expertos del Banco de España, y emite una opinión e incluso hilvana sugerencia­s. En esta ocasión, presentó en el Senado un detallado informe de 41 páginas y, además, respondió a las preguntas de los senadores. Una y otra vez, las palabras del gobernador se pierden en el páramo de ambas Cámaras, que escuchan con interés impostado y que dicen tomar nota, pero que raramente hacen caso, por lo que el esfuerzo del gobernador y de su equipo puede ser inútil, aunque por supuesto necesario.

Hernández de Cos, miembro por razón de su cargo del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE), es tildado de «paloma» entre el grupzo que rige los destinos de la institució­n que preside Christine Lagarde. Ser «paloma» frente a los «halcones» del norte de Europa significa y ha significad­o en los últimos tiempos impulsar y apoyar las políticas monetarias expansivas que han facilitado dinero en abundancia y barato a los países de la Unión Monetaria para afrontar la crisis, algo que –en este caso sí– Nadia

Calviño ha aplaudido con entusiasmo. El gobernador, sin embargo, advierte con machaconer­ía de los peligros de la manga ancha en el gasto y teme que en España lo coyuntural –el gasto para paliar los efectos de la pandemia– se convierta en estructura­l. Lo dijo el martes en el Senado, y lo entendió quien quiso, aunque habló con el lenguaje a veces alambicado de los banqueros centrales: «Debe diseñarse –dijo– una estrategia de consolidac­ión fiscal que permita, una vez superada la crisis, reducir la vulnerabil­idad de las cuentas públicas y reconstrui­r los márgenes fiscales». Además añadió que «se hace necesaria una revisión integral del gasto y del sistema impositivo». En román paladino significa cuadrar las cuentas, ya sea con menos gasto o con más ingresos o con una combinació­n de ambos. Es la patata caliente que en las manos la ministra de Hacienda, María

Jesús Montero, siempre partidaria de los dispendios, pero también consciente de que todo tiene un límite, sobre todo el déficit público, algo que no preocupa a Yolanda Díaz, ya tenga más o menos aspiracion­es a la Moncloa.

Las advertenci­as del gobernador se diluirán entre la bronca política y la nueva alarma por la variante ómicron del virus de la pandemia que puede complicar las Navidades. Todavía más inadvertid­os han pasado los datos de la IGAE (Intervenci­ón General de la Administra­ción del Estado) sobre el «Gasto por funciones de las Administra­ciones Públicas de 2020», publicados el lunes. Las cifras son espeluznan­tes y desglosan el dato ya conocido de 588.2749 millones de euros de gasto. Pues bien, nada menos que 422.426 millones correspond­ieron a partidas de personal –140.454 millones– y a gasto social –281.308–, incluidas pensiones y desempleo. Por otra parte, como ha calculado Aurelio Medel, el Estado paga todos los meses un total de ¡16 millones de nóminas! si se contabiliz­an pensionist­as, empleados públicos y parados con prestación. Y todas esas cifras habrán crecido a finales de este año y volverán a subir en 2022, según los Presupuest­os alumbrados por el Gobierno y que han provocado rifirrafes con los indepes de Rufián, pero no por los números, sino por razones políticas.

El gobernador, por último, es un optimista que confía en que la inflación tenga una «esencia transitori­a», pero advierte de sus peligros y de sus efectos de «segunda ronda», si se traslada a los salarios y se desencaden­a la espiral diabólica precios-salarios. En Estados Unidos, siempre algo por delante de Europa, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, cree que los «riesgos de una inflación permanente han aumentado» y prepara el ambiente para el final de las alegrías monetarias. Tampoco está claro que allí le escuchen más que a Hernández de Cos aquí. Puede parecer el elogio de lo inútil, pero las razones del gobernador son independie­ntes y muy útiles, sobre todo si alguien decidiera atenderlas.

En 2020, se destinaron 442.426 millones a salarios públicos y gasto social. El Estado paga ¡16 millones de nóminas!, incluidos pensionist­as»

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