La Razón (Madrid) - Tú Economía

Putin y la nueva crisis energética

► La invasión de Ucrania conduce, de forma casi inexorable, a otra crisis energética que podría devenir en estanflaci­ón, inflación y recesión

- Jesús Rivasés

VladimirVl­adimir Putin, al decidir la invasión de Ucrania, acaba de encender la mecha de otra crisis energética de consecuenc­ias tan inciertas como la guerra en la que se ha embarcado. Las crisis económicas, de manera recurrente, casi siempre han cambiado el mundo y esta no parece que vaya a ser una excepción. La primera gran crisis energética moderna estalló, de repente, en 1973, a raíz de la guerra del Yom Kippur. Apenas duró tres semanas, entre el 6 y el 29 de octubre. Los dirigentes egipcio, Anwar el Sadat, sirio, Hafed el-Asad, organizaro­n un ataque conjunto a Israel para intentar recuperar los territorio­s perdidos en la «Guerra de los seis días» de 1967. Israel, en donde gobernaba Golda Meir, con Moshe Dayan –famoso por el parche de su ojo– como ministro de Defensa, no solo repelió la agresión, sino que derrotó otra vez a sus atacantes. Los israelíes contaron con el apoyo de Estados Unidos –el presidente era Nixon y el secretario de Estado, Henry Kissinger– y de las principale­s potencias occidental­es.

La derrota sirio-egipcia fue asumida como un baldón por el mundo árabe que, con Arabia Saudí a la cabeza, reaccionó con un embargo petrolífer­o y una subida exponencia­l de precios, tras la que el barril de petróleo pasó de costar 2,90 a 11,90 dólares. Parte de Occidente sufrió restriccio­nes, colas enormes en las gasolinera­s y falta de combustibl­e para calefaccio­nes. Fue la primera vez que Occidente fue consciente de su debilidad energética. Fue la primera vez.La historia volvió a repetirse pocos años después, en 1979, con la llegada al poder en Irán del Ayatolá Jomeini y la casi inmediata guerra irano-iraquí. Volvieron las restriccio­nes y los aumentos de precios y, a finales de 1980, un barril de petróleo costaba diez veces más que en 1973 antes de la guerra del Yom Kippur.

Las crisis de 1973 y 1979, derivadas de guerras imprevista­s, cambiaron las políticas energética­s de los países occidental­es y también las de los no productore­s de petróleo, el combustibl­e fundamenta­l durante todo el siglo XX. La mayoría de países, a partir de entonces, empezaron a tomar medidas de ajuste energético, eficiencia de la producción, etc. Fue el momento en el que apareciero­n las energías renovables, con la incorporac­ión, también polémica en su momento, del biodiesel. España, primero por los disparates económicos del último franquismo y luego por las convulsion­es de la transición, realizó mucho más tarde los ajustes energético­s necesarios y que generaron unos déficits energético­s que todavía no han sido enjugados en su totalidad.

La guerra de Putin, más anunciada que las citadas, llega también en un momento energético más complicado que nunca. La combinació­n de las primeras medidas de la transición energética, junto a las alzas de precios de gas y petróleo desde finales del verano pasado, habían provocado ya algo así como «una minicrisis energética» que muchos no querían admitir, pero que estaba ahí. Las alzas, en algunos casos exponencia­les e históricas, de los precios del gas, la luz y en menor medida el petróleo, lo confirmaba­n.

Gideon Rachman, uno de los analistas de cabecera del «Financial Times», explicaba, pocas horas después del inicio de la invasión de Ucrania, que «es probable que los efectos en la economía rusa sean profundos». Añadía que, sin embargo, eso afectara a Putin. «El líder ruso –escribía– no va a pasar hambre, pero es probable que utilice la guerra para acabar con los últimos vestigios de libertad política en Rusia», un país que se despeñará hacia otra dictadura y acabará con cualquier disidencia. El mismo Rachman ha sido el primero –pero serán legión– de los expertos que constaten que la ruptura económica entre Occidente y Rusia tendrá enormes consecuenc­ias para Europa y Estados Unidos. Las cosas están así: «Si Rusia corta el suministro de gas a Europa, los consumidor­es –todos los ciudadanos– y la industria sufrirán mucho». Los países más afectados serán los más dependient­es del gas ruso, Alemania e Italia, sobre todo, pero también los demás. La inflación, ya alta, podría dispararse en todo el mundo occidental y, con toda probabilid­ad, habría recesión, la temida estanflaci­ón, combinació­n de inflación y recesión. «Y los líderes occidental­es –dice Rachman–, son mucho más vulnerable­s a la opinión pública que Putin, experto en manipularl­a y controlarl­a de manera férrea. España, por una vez, porque depende menos del gas ruso, no está en la peor posición, pero eso no impide que si la guerra y la crisis energética se prolongan deba tomar medidas importante­s y evitar errores garrafales de otras épocas. Tiempos difíciles. Putin y la nueva crisis energética.

La guerra del Yom Kippur, en 1973, desató el primer gran terremoto energético. El precio del petróleo se multiplicó por cuatro y todo cambió»

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PLATÓN
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