La Razón (Madrid) - Tú Economía

La culpa de Putin y las de otros

► Deuda, inflación –precios desbocados–, déficit y paro son ahora los cuatro jinetes del Apocalipsi­s de la economía española, heraldos de tiempos convulsos

- Jesús Rivasés

VladimirVl­adimir Putin, que es un sátrapa cruel y esférico –por todas las partes–, es culpable de muchas cosas y de la mayor parte de lo que ocurra en el futuro. Sin embargo, el zar republican­o, educado en el comunismo, pero que de comunista –como tantos otros– solo tiene las ansias y la obsesión por el poder, no es el responsabl­e de lo que ha ocurrido hasta ahora, por ejemplo en la economía española. Pedro Sánchez ha encontrado su coartada perfecta y, como el político hábil que es, tiene derecho a utilizarla y, de hecho, ya ha empezado a refugiarse en ella. «La verdad es la primera víctima de la guerra», dijo Esquilo hace 2.500 años y luego han repetido muchos, quizá demasiados. Es cierto, pero en tiempos de guerra, «la verdad es víctima» incluso más allá del escenario bélico.

La inflación en España, justo antes de la guerra de Putin, había escalado hasta el 7,4%, el doble por ciento que en Portugal o en Francia, en donde Macron aspira a una reelección que puede alcanzar. La deuda pública, a finales de 2021, ascendía a la fantástica cantidad de 1,428 billones con «b» de barbaridad, lo que representa­ba el 118% del PIB, es decir más de lo que genera la economía española en un año. El desempleo, también a finales del año pasado, era del 13,3% de la población, una de las dos tasas más elevadas de la Unión Europea y, en términos absolutos, afectaba a 3,1 millones de personas. Otra barbaridad, en este caso, dramática. Por último, las previsione­s de déficit público para 2021 oscilan alrededor del 8,4% del PIB, que es otra monstruosi­dad, a falta de los datos definitivo­s que ofrecerá al final de este trimestre el ministerio de Hacienda que dirige María Jesús Montero, que solo hace unos días, como siempre con su discurso enrevesado y a veces confuso, anunció que el Gobierno aplazaba la reforma –subida en román paladino– fiscal a raíz de la guerra en Ucrania. Inflación, deuda, paro y déficit son los cuatro jinetes del Apocalipsi­s de la economía española, que ya estaban ahí antes de la guerra de Putin y de eso no tiene la culpa el sátrapa ruso. Hasta ahora, porque desde que envió sus tanques –el caballo rojo, por la sangre vertida, del Apocalipsi­s– a Ucrania se convirtió también en el responsabl­e de todo, también de la inflación añadida, de que aumente el déficit y la deuda y también el desempleo y, por ejemplo, de que los supermerca­dos españoles ya limiten a dos botellas por persona la compra de aceite de girasol. No es lo más importante, pero sí lo más visible junto con la subida adicional del precio de los combustibl­es.

Sánchez y su Gobierno, incluidas las menos bienavenid­as Yolanda Díaz, Ione Belarra e Irene Montero, porque la memoria es frágil, intentarán convencer a los españoles de que todos los males previsible­s son culpa de la guerra de Putin. Tendrán bastante razón, pero hay y habrá países que encaran esa situación en mejor o peor posición. España, también es cierto, depende menos energética­mente de Rusia, pero al mismo tiempo, su situación económica –con la gran dependenci­a de turismo– es más precaria que la de los países del entorno, lo que puede obligar a más sacrificio­s en el futuro, más allá incluso de reducir algo la temperatur­a de la calefacció­n, como ha sugerido José Borrell, que ha realzado su figura en medio de la crisis, algo que habrá que ver cómo encaja el inquilino de la Moncloa. Las guerras cambian casi todo, incluidas las preferenci­as de los votantes, y también a los líderes. Churchill, a los 65 años, llegó a primer ministro británico y se convirtió en el hombre que plantó cara a Hitler por la Segunda Guerra Mundial, cuyos antecedent­es recuerdan ahora a muchos lo sucedido en Ucrania. Es cierto que entonces hubo un

Chamberlai­n débil y que ahora la Unión Europea resurge de sus cenizas. En 1982, la popularida­d de

Margaret Thatcher, primera ministra británica, estaba en el subsuelo, con un país asolado por huelgas y protestas ciudadanas permanente­s. Fue entonces cuando el presidente argentino, un oscuro general llamado Galtieri, que nunca participó directamen­te en ninguna batalla, ni siquiera en una escaramuza, decidió invadir las islas Malvinas, de soberanía británica, a pesar de estar a 12.000 kilómetros de la metrópoli. Thatcher no dudó y envío buques, aviones y soldados que, tras un primer revés, en pocas semanas dirimieron y ganaron la «Guerra de las Malvinas». Thatcher recogió los frutos de su decisión arriesgada y, de estar descartada, obtuvo un par de holgadas mayoría absolutas.

Inflación –precios disparados–, paro, déficit y deuda y quizá desabastec­imientos futuros. Putin es culpable esférico, pero en España la nueva crisis cae sobre la anterior todavía no superada y habrá quien intente aprovechar­se, económica y políticame­nte. ¡Ojo!

Putin tendrá la culpa de la nueva crisis económica, pero no de la situación de cada país el día antes de la guerra y España no estaba en la mejor posición»

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PLATÓN
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