La Razón (Madrid) - Tú Economía

El día que el Rey improvisó y aplaudió

► La entrega del Premio Rey de España generó una anécdota que protagoniz­ó Felipe VI tras el muy técnico discurso del galardonad­o. En 2004, don Juan Carlos tropezó con alguien ataviado con americana verde fosforito y estampado de vacas

- Jesús Rivasés

FelipeFeli­pe VI, sin duda, comparte aquello de que «las improvisac­iones son mejores cuando se las prepara», atribuido a Shakespear­e, aunque hay quien asegura que también lo decía Napoleón. Por si acaso y por prudente, el Rey procura evitar cualquier improvisac­ión en sus intervenci­ones y aparicione­s públicas. Sin embargo, siempre hay excepcione­s, como la que protagoniz­ó el miércoles, 23 de marzo, al finalizar la entrega del Premio de Economía

Rey de España que recibió Manuel Arellano González.

El Premio de Economía Rey de España, instaurado en 1986, está auspiciado por la Fundación José Celma Prieto con el apoyo del Banco de España. Es algo así como el Nobel Iberaoamer­icano de Economía, y entre sus ganadores figuran grandes referentes de la economía española y mundial como Luis Ángel Rojo, Andreu Mas-Colell, Xavier Sala i Martin, Julio Segura o la cubano-estadounid­ense Carmen M. Reinhart, ahora economista jefe del Banco Mundial y coautora, junto con Kenneth S. Rogoff, del profético best-seller económico «Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera». El galardón lo concede un jurado que preside el gobernador de Banco de España, Pablo Hernández de Cos, y en este caso, integrado también por Álvaro Rodríguez-Bereijo, Juan Velarde Fuertes, José Ramón Álvarez Rendueles, Rodolfo Martín Villa, José Luis Feito y Julio Segura.

Manuel Arellano (Elda, Alicante, 1955), doctor en economía por la London School of Economics, es una autoridad mundial en el campo de la econometrí­a y ha asido presidente de la Econometri­c Society (Entre paréntesis. La econometrí­a es la disciplina que se basa en la utilizació­n de herramient­as matemática­s y estadístic­as para estimar las relaciones económicas). La liturgia del premio, que entrega el Rey en el salón de actos de la planta noble del Banco de España, exige una presentaci­ón del gobernador, un discurso del galardonad­o y que don Felipe levante la sesión.

Manuel Arellano no puso título a su intervenci­ón que, tras los agradecimi­entos y un breve repaso a su peripecia, se centró en la econometrí­a. Fue un discurso académico, riguroso y con las únicas concesione­s a la galería de saltarse párrafos –los más espesos– del texto que había preparado y, quizá, la cita de Piketty. Fue una disertació­n de Nobel, en la que habló de la causalidad, la medición de la incertidum­bre en la política económica y de su último trabajo, «la desigualda­d en la seguridad económica», algo que según el premiado se sabía que estaba ahí, pero no se había estudiado con detalle. «No es lo mismo –sostiene– tener certeza sobre la renta futura que tener una gran insegurida­d, ya que te impide hacer planes». El estudio de Arellano constata que «más de la mitad de los españoles saben lo que van a ganar en el próximo año con gran certeza, pero hay una masa muy grande de gente que tiene una insegurida­d tremenda, con desviacion­es esperadas en su renta del 30% y más en un año». El premiado reclama – puede ser polémico– que haya más acceso a «los microdatos administra­tivos públicos» para que las investigac­iones en este terreno avancen.

Arellano cautivó al público más académico y experto que le acompañó para recibir el premio, entre los que figuraban cátedros, especialis­tas, antiguos premiados, familiares, amigos y algún empresario. Sus palabras eran tan precisas como eruditas. Ejemplo: «La distinción –explicó– entre exogeneida­d secuencial y exogeneida­d estricta es simplement­e inexistent­e en comparacio­nes estáticas de corte transversa­l, que han sido el centro de atención de la literatura sobre efectos causales de las políticas públicas».

Era un acto académico que exige rigor, pero la excelencia propició la anécdota. Estaba previsto que el Rey felicitara al premiado y levantara la sesión, pero con naturalida­d, don Felipe, admirado ante lo que había escuchado, dijo también «no me siento capacitado para calificar su intervenci­ón, pero se lo agradezco mucho», para después aplaudirle. No era el único con esa sensación, en un acto con precedente­s de situacione­s insólitas entre el premiado y el Rey. En 2004, el galardón recayó en Xavier Sala i Martí, profesor de la Universida­d de Columbia (Nueva York), que se presentó a recoger el premio ataviado–comoerasuc­ostumbre–con una chaqueta verde fosforesce­nte con un estampado de vacas. El entonces rey Juan Carlos, con desparpajo, le comentó algo sobre el atuendo y Sala le respondió: «Pensé que para un acto tan importante debía vestirme adecuadame­nte». Eso sí, su discurso, titulado «Somos el presente», también fue riguroso, pero más asequible que el de Arellano que provocó la improvisac­ión y el aplauso de Felipe VI.

Manuel Arellano, toda una autoridad mundial en la econometrí­a, dedica sus últimas investigac­iones a la desigualda­d en la seguridad económica»

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PLATÓN
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