La Razón (Madrid) - Tú Economía
Gasolina con miga
ElEl malestar social se extiende como una pringosa mancha de petróleo. Se abre paso la indignación junto con el deterioro de las condiciones de vida y las amenazas de que la inestabilidad geopolítica se desborde por los infames cálculos fallidos de Putin en Ucrania.
La incertidumbre no es algo exclusivo de nuestro país. Es un detonador con el que navegan, con brújula confusa, muchos países europeos. La invasión rusa de Ucrania ha puesto caras al horror de la guerra. Stalin, que algo sabía del terror y de la muerte, afirmaba cínicamente que una muerte es una tragedia pero que un millón son estadísticas. Cadáveres con las uñas pintadas, caídos junto a su bicicleta, con las manos atadas a la espalda, familias enteras ejecutadas, el regreso de las fosas comunes en Bucha... Todo eso revuelve las conciencias de las personas honradas. Las ciudades de Ucrania muestran los esqueletos de sus edificios; vigas desnudas, columnas retorcidas, fachadas horadadas. La vileza se cuela hasta la cocina, hasta el corazón. El inquilino del Kremlin ha achatarrado Ucrania, buena parte del Ejército ruso y los antiguos esquemas de seguridad internacional. En Occidente, la gran perdedora es Alemania y su «ostpolitik». Ni Merkel ni Schroeder son Willy Brandt. El apaciguamiento con los tiranos suele terminar en fracaso mientras continúa el éxodo de refugiados. Al tiempo, la inflación debilita economías y empobrece poblaciones. Europa depende de la volátil llama del gas.
En los países emergentes la cosa es todavía peor. La guerra de Ucrania dispara el precio del trigo y otros alimentos. Y hay que recordar que las revueltas que desestabilizaron los países árabes comenzaron precisamente por el encarecimiento del pan.