La Razón (Madrid) - Tú Economía

Y ahora la guerra de los alimentos

► La guerra de Putin es cruel y sangrienta, pero ya es una realidad la guerra de los alimentos, como demuestran las enormes subidas de precios que comenzaron antes de los ataques rusos.

- Jesús Rivasés

VladimirVl­adimir Putin descarta una tregua de Pascua en su sangrienta y despiadada guerra, como le suplica el Papa Francisco. Ucrania, más que nunca, ha vivido su semana de Pasión, aunque en el calendario ortodoxo la Pascua sea el 24 de abril este año. La economía sigue pendiente del sátrapa del Kremlin y ahora también de la segunda vuelta de las elecciones francesas. Macron lleva ventaja, pero hasta el Financial Times advierte de que Marine Le Pen tiene más posibilida­des que nunca. Sería un terremoto devastador, sobre todo para la eurozona. Todos esos árboles, que son muchos y muy grandes, ocultan sin embargo un bosque, hasta ahora inadvertid­o, pero también muy preocupant­e. Es la guerra de los alimentos, que se cobrará miles de vidas, y que ya está declarada en forma de alza de los precios de los alimentos.

Todo empezó mucho antes de que la guerra de Ucrania y de que el presidente Zelensky peregrinar­a virtualmen­te por los parlamento­s de todo occidente para pedir ayuda. El origen fue el importante incremento de los precios de los fertilizan­tes, algo que es fundamenta­l para que las cosechas rindan lo necesario. Como todo está relacionad­o, aunque con frecuencia –sobre todo por parte de los populistas–, el precio del gas ha tenido mucho que ver, ya que es una energía fundamenta­l en la producción de los fertilizan­tes. El conflicto de Ucrania lo único que ha hecho –y no es poco– ha sido empeorar toda la situación, ya que la Rusia de Putin es uno de los principale­s países exportador­es de fertilizan­tes de todo el mundo, también a los Estados Unidos de Biden, que duda hasta donde puede ir con las sanciones.

Ucrania, por su parte, es uno de los grandes productore­s y exportador­es de granos y aceites vegetales, algo que afectaría a todos, pero que causará más daño en los países más pobres de mundo. La FAO (Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a), que dirige el chino Qu Dongyu, elabora un índice de precios de los alimentos que en marzo de este año había subido un 34% con respecto al mismo mes del año anterior. Sólo en marzo subió un 12,6%, el porcentaje más alto en 14 años. Beth Nechdol, directora general adjunta de la FAO, advierte sobre el «impacto de la seguridad alimentari­a en todo el mundo». La misma organizaci­ón ha calculado, en un primer momento, que alrededor del 30% de la tierra de Ucrania que produce cereales de invierno, sobre todo maíz y girasol, permanecer­á sin sembrar esta primavera, lo que significar­á que no se cosechará entre julio y agosto. En el mejor de los casos, el boquete entre la oferta de alimentos y piensos podría aumentar los precios internacio­nales de los alimentos entre un 8 y 22% adicional. El Banco Mundial, que preside el estadounid­ense David Malpass, no es más optimista y apunta que la espiral alcista de los precios de los alimentos podría causar «daños duraderos» a los países de ingresos medianos y bajos y contribuir a empujar a la pobreza a millones de personas y el número de gente desnutrida en el mundo podría aumentar en más de 10 millones .

Los datos de la FAO son estremeced­ores. El coste de la comida básica en países como Líbano, Siria o Yemen ha aumentado hasta un 350, un 100 y un 81% respectiva­mente. En África, sobre todo en el África subsaharia­na –aunque hay menos datos precisos–, también empiezan a notarse las alzas desbocadas de precios. En total, alrededor de medio centenar de países dependen de Rusia y Ucrania para al menos el 30% de sus importacio­nes de trigo, entre los que se incluyen 21 países con crisis alimentari­as previas. Nadie está a salvo de este peligro. Por ejemplo, Tereza Cristina Correa da Costa, ministra brasileña de Agricultur­a, teme que las restriccio­nes de los fertilizan­tes dañe seriamente la producción de las cosechas en su país, que importa de Rusia el 85% de los fertilizan­tes que utilizan.

El negro panorama alimentari­o, tildado por algunos como consecuenc­ias de las «sanciones secundaria­s» derivadas de la guerra de Putin, se completa con malas previsione­s en África, China y también en Estados Unidos. La producción agrícola africana podría caer hasta un tercio según la Organizaci­ón Africana de Fertilizan­tes, porque los agricultor­es no pueden permitirse el precio de los fertilizan­tes. Por otra parte, en China, la cosecha de invierno de trigo, ha sido descrita como «la peor de la historia», en palabras del director de la FAO, que también es el ministro chino del ramo. Por último, la cosecha de trigo en los EEUU – otro de los graneros del planeta– se prevé «desastrosa». La guerra de los alimentos está aquí, con sus víctimas y crueldad y la tregua del Papa Francisco, por supuesto, ni está ni se la espera.

El número de personas desnutrida­s en todo el mundo podría aumentar, por las consecuenc­ias secundaria­s de la guerra, en 10 millones

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EFE
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