La Razón (Madrid) - Tú Economía

El Gobierno y los Marx, Karl y Groucho

► El Gobierno ha sacado adelante su decreto de medidas anticrisis, pero cada vez más expertos temen que se repitan los errores que se cometieron en la primera crisis energética.

- Jesús Rivasés

KarlKarl y Groucho Marx no eran hermanos, ni contemporá­neos, ni tampoco tenían nada que ver. Sin embargo, hay algo de los dos en el Gobierno de Pedro Sánchez que, el jueves pasado, logró sacar adelante en el Congreso de los Diputados el llamado decreto de medidas urgentes anticrisis «para mitigar las consecuenc­ias económicas de la guerra de Ucrania». Hubo suspense a lo Hitchcock, hasta que la diputada indepe vasca Mertxe Aizpurua, de Bildu, el partido heredero de los filoetarra­s, anunció que apoyaría al Gobierno que, unos minutos antes, tuvo que encajar el golpe del aumento del paro en el primer trimestre hasta el 13,5% de la población activa y un alza de la inflación subyacente –no cuentan ni la energía ni los alimentos frescos– hasta el 4,4%, el máximo desde 1995. El consuelo para Sánchez y los suyos es que en abril el IPC general bajó, según los datos adelantado­s, un 0,1% y eso, por efectos estadístic­os, haga que la inflación haya pasado del 9,8 al 8,4% que, en cualquier caso, es un porcentaje altísimo, aunque podría haber sido peor.

Karl Marx, a quien la «vice» Yolanda Díez prologó –por lo menos firmó el texto– hace poco una reedición del Manifiesto Comunista, que principia «El 18 de brumario de Luis Bonaparte» con su histórica frase, según la traducción castellana publicada por la Fundación Federico Engels: «Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa». Quizá Hegel y Marx tengan razón, porque una gran crisis energética –y sería la tercera en medio siglo tras las de 1973 y 1979, que algunos consideran la misma– asola otra vez el mundo moderno próspero y menos próspero, porque afecta a todos. España, un país sin fuentes de energía tradiciona­les propias, sufrió mucho y durante demasiado tiempo. Solo entre 1973 y 1979 el paro pasó de 276.000 a 1,05 millones de personas. Y lo que es todavía grave, el número de ocupados cayó durante casi tres lustros, desde los 13,6 millones de 1973 a los 12,5 millones de 1987. Solo en 1990, cuando Felipe González iniciaba su tercer mandato, se superaron, con 14,04 millones, las cifras previas a la primera crisis del petróleo. Ahora hay 20 millones de ocupados, pero la cifra está casi estancada desde principios del siglo XXI y no se ha vuelto a alcanzar el récord de 2007, con 20.47 millones de personas con trabajo.

Las crisis energética­s de los años setenta del siglo pasado derivaron en inflacione­s galopantes, en las que España fue la campeona europea –y muy destacada– y que se pagó en desempleo. Fue el resultado de políticas económicas erróneas, que parece que se repiten. Lo ha advertido, entre otros, Jesús Fernández Villaverde, catedrátic­o de Economía en la Universida­d de Pensilvani­a, y uno de los impulsores, en su día, junto con el eurodiputa­do de Ciudadanos Luis Garicano, del blog «Nada es gratis», que gustaba tan poco a Cristóbal Montoro en su momento como ahora a su sucesora al frente del fisco, María Jesús Montero.

Fernández Villaverde es sólo uno de los economista­s que defiende que el Gobierno repite los mismos –o muy parecidos–errores que se cometieron en los años setenta. La bonificaci­ón de 20 céntimos en el precio de los carburante­s, además de injusta, es ineficaz. Beneficia a los más necesitado­s, pero también a quiénes pueden permitirse pagar el precio de mercado. Además, puede aumentar la demanda de un producto que se ha encarecido, pero con un precio subvencion­ado artificial­mente. Algo parecido, con matices diferentes, es cierto, puede ocurrir con las esperadas rebajas del gas, de las que tanto presume la ministra Teresa Ribera que, por otra parte, no ha aclarado quién correrá con la factura, porque las compañías gasistas no comprarán el gas a 80 o 100 euros megawatio para venderlo a 50. El Gobierno mira hacia otro lado y la oposición quizá tambén, pero como ha explicado varias veces el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, un país que no produce energía, ante una crisis como la actual, está abocado a un empobrecim­iento que debe asumir toda la sociedad, lo que no impide que haya ayudas para los verdaderam­ente necesitado­s. Alguien debería evitar volver a repetir los errores de hace medio siglo, pero no parece estar ni se le espera.

Groucho Marx, desde su ironía ácida, verbalizab­a su filosofía, unas veces en la pantalla y otras fuera de ella, y definía a la política como «el arte de meterse en problemas, ofrecer el diagnóstic­o equivocado y dejar las cosas peor de lo que estaban». Es tremendo y desesperan­zador, pero suena bastante familiar. El Gobierno, y los Marx, Karl y Groucho.

Marx, Groucho, definía la política como «el arte de meterse en problemas, ofrecer el diagnóstic­o equivocado y dejar las cosas peor de lo que estaban»

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EFE
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