La Razón (Madrid) - Tú Economía

Las pensiones o la historia interminab­le

► El Gobierno, ahora a través de Arroyo, el número dos de Escrivá, vuelve a lanzar el globo sonda de ampliar a toda la vida laboral el cálculo de la cuantía de las pensiones del futuro

- Jesús Rivasés

SebastianS­ebastian Haffner, que en realidad se llamaba Raimund Pretzel (19071999), escribió una de las biografías menos extensas y más elocuentes de Winston Churchill. Al final de la obra, el autor asegura –no lo certifica– que lo último que se le oyó decir antes de morir al histórico premier británico, el hombre que plantó cara a Hitler, fue algo así como «¡es todo tan aburrido!». Michael Ende (1929-1995), alemán como Haffner, publicó en 1979 «La historia interminab­le», una novela de éxito desde el primer momento, de fantasía casi infantil para algunos, pero con más calado para otros. El propio autor decía que su obra expresaba «el deseo de encontrar la realidad que nos rodea a través de recorrer el camino inverso, es decir, la parte interna de cada uno que reside en su imaginació­n». El jueves, casi al mismo tiempo que Pedro Sánchez daba explicacio­nes

–o lo que fuera porque no convenció a nadie– sobre el asunto Pegasus en el Congreso de los Diputados, Ismael Arroyo , secretario de Estado de Seguridad Social y número dos del inefable

José Luis Escrivá, volvía a poner encima de la mesa la posibilida­d de que tenga en cuenta toda la vida laboral de un trabajador a la hora de calcular el importe de su pensión de jubilación.

Las cuentas de la Seguridad Social no cuadran y no cuadrarán en el futuro si no se aplican medidas que serán impopulare­s. No es ningún secreto. Ahora lo pide la Comisión Europea que preside Ursula Von der Leyen para dar el visto bueno al nuevo tramo de los fondos europeos que el Gobierno espera como agua de mayo, de junio o del mes que llegue. La semana anterior lo explicó el Banco de España y el Gobernador, Pablo Hernández de Cos, sin duda abordará el tema –con mayor o menor crudeza– el próximo miércoles cuando acuda a la Comisión de Economía del Congreso a explicar el Informe Anual de la institució­n que encabeza. A José Luis Escrivá, formado en el Banco de España y que aspiró a gobernarlo, le pareció «poco sofisticad­o» el análisis de sus ex-compañeros, algunos de los cuales fueron discípulos suyos. No hace tanto, cuando presidía la Airef (Autoridad Independie­nte de Responsabi­lidad Fiscal), a donde fue aupado por un ministro del PP como Álvaro Nadal, también opinaba que el futuro de las pensiones era un problema y más de una vez sacó a relucir que se tuviera en cuenta toda la vida laboral para calcular la pensión. Nadie quiere decirlo, pero eso significa –salvo excepcione­s, que las habrá– reducir algo la pensión de jubilación inicial, lo que supone un ahorro para unas cuentas tan exhaustas como esas. Hay razones técnicas y económicas para hacerlo, pero la realidad es que supondría un alivio –tampoco desmesurad­o, pero notable– del gasto.

Las palabras del secretario de Estado de Seguridad Social tienen el tufo caracterís­tico de un globo sonda con dos objetivos: Primero, presentar una especie de señuelo a los dirigentes europeos de Bruselas en un intento de convencerl­os de que se avanza en lo que ellos piden. Por otra parte, también sería el enésimo ensayo de convencer, por la vía de la repetición, a los españoles de la inevitabil­idad de esa medida, disfrazada de que podría ser beneficios­a para aquellos trabajador­es –hoy bastantes– que han visto como sus carreras laborales y de cotización se frustraban en los últimos años. Es cierto que podría beneficiar a algunos, pero en cualquier caso la práctica totalidad de las nuevas pensiones serían menores a las que tienen derecho los que se jubilan ahora.

El Gobierno, en momentos de apuros y jaleado desde dentro por la «vice» segunda, Yolanda Díaz, se comprometi­ó a ligar la subida de las pensiones a la evolución del IPC, de la inflación media, algo que este año según los últimos datos puede rondar el 7%, un porcentaje muy superior al que subirán los salarios, tanto del s e c tor privado como del público, aunque estos últimos salgan mejor parados. Hay casi 10 millones de pensionist­as que son, por efecto indirectos, casi 12 millones de votos y nadie quiere enemistars­e con ellos. Mariano Rajoy intentó coger ese toro por los cuernos –el famoso factor de sostenibil­idad–y salió trasquilad­o en tiempos en los que no había inflación, quizá porque su equipo no supo explicarlo y también porque la oposición de entonces se negó a alcanzar un pacto porque pensaba que tendría un arma electoral que años después se le vuelve en contra. Ahora, el Gobierno, como ya hicieron otros con anteriorid­ad –del PSOE y del PP– intenta reducir el gasto en pensiones sin que se note o que se note poco. El problema es que ya todo el mundo está demasiado escamado y que es «la historia interminab­le». Es terrible, «pero es todo tan aburrido», como dicen que dijo Churchill.

Las cuentas de la Seguridad Social siguen sin cuadrar y en Bruselas piden medidas o signos de que se van a tomar medidas para enderezarl­as cuanto antes

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