La Razón (Madrid) - Tú Economía

Los intereses como precio del tiempo

► Los tipos de interés también se pueden entender no como el precio del dinero, sino el valor del dinero en el tiempo, que «es el gasto más costoso»

- Jesús Rivasés

AntifonteA­ntifonte (480-411AC), aunque no se sabe demasiado de él, es el más antiguo de los diez oradores del canon clásico griego. Hay referencia­s de que compuso unos sesenta discursos, pero solo se conocen algunos y unos fragmentos que, eso sí, son textos que los expertos consideran de «muy notable interés» y que todavía tienen relevancia económica. «El gasto más costoso es el tiempo», escribió. El historiado­r financiero Edward Chancellor, en su libro

«El precio del tiempo», publicado en castellano la semana pasada por Deusto, se remonta al orador helénico para desarrolla­r la idea, quizá obvia pero también fascinante, de que el «precio del tiempo explica que el interés no es exactament­e el precio del dinero, sino el valor del dinero en el tiempo».

Chancellor también defiende la convicción de que la reducción artificial de los tipos de interés es el origen de algunos de los problemas actuales económicos, pero sobre todo del resurgimie­nto del populismo. Explica con detalle que el dinero fácil y barato –casi gratis en algunos momentos– y la política monetaria laxa crean distorsion­es económicas que desincenti­van el ahorro, lanzan a los inversores y ahorradore­s a asumir riesgos excesivos y también dificultan la distribuci­ón de la renta y la riqueza, algo que, aunque para algunos resulte paradójico, acaba por perjudicar a los más desfavorec­idos de la sociedad, como también sucede con la inflación.

El libro de Chancellor llega a España cuando la zona euro, por una parte, y los Estados Unidos, por otra están pendientes de próximas y esperadas bajadas de tipos de interés. La pelota está en manos del Banco Central Europeo (BCE) que preside Christine Lagarde, a este lado del Atlántico, y de la Reserva Federal, que encabeza Jerome Powell, al otro lado. La política monetaria, la que decide y ejecuta el BCE, es la única política común de la Unión Europea, mejor dicho de la zona euro de esa Europa con problemas y que el presidente francés, Emmanuel Macron, advierte de que «puede morir», mientras reclama, entre otras cosas, la «construcci­ón de una defensa creíble del continente europeo». Costará dinero si sale adelante que, sin duda, procedería del endeudamie­nto, que será mutualizad­o o no será. El BCE, como prestamist­a de último recurso, tendría mucho que decir en ese momento, pero esa es otra historia.

El BCE, ahora, si no hay sorpresas, está decidido a bajar los tipos de interés en junio, aunque solo sea un cuarto de punto. Es lo que se desprende de las repetidas declaracio­nes de la presidenta Lagarde, del vicepresid­ente Luis de Guindos y de otros miembros del Consejo del banco, incluido el gobernador del Banco de España, cuyo mandato expira, por cierto, casi en la misma fecha que el BCE debe tomar la decisión. Los alemanes, a pesar de los problemas de la economía germana, piden prudencia, con la también consejera del BCE Isabel Schnabel a la cabeza. Hay otros nubarrones en el horizonte. La inflación en Estados Unidos ha repuntado hasta el 2,7% y aleja todavía más un descenso de los tipos de interés, por mucho que sea año electoral y que, sobre todo, Joe Biden contaba con ello. De las cinco bajadas de tipos de interés que esperaban los mercados este año en Estados Unidos, la única esperanza es que haya una sola, mientras que los más «halcones» monetarios incluso no descartan una mínima subida para apuntalar la situación monetaria.

Chancellor explica en su libro –que hay que leer– que algunos defienden que «los tipos de interés reflejan la impacienci­a colectiva de una sociedad o su preferenci­a temporal». Otros piensan que dependen de factores monetarios. La ortodoxia económica apunta al hecho monetario y hay quienes incluso recurren a Aristótele­s, que pensaba que «el nacimiento de dinero del propio dinero» era algo aberrante.

Ahora, los gobiernos, endeudados hasta las cejas y más allá, son los primeros que sueñan y presionan para que los tipos de interés bajen y alimentan la «impacienci­a colectiva» de la sociedad. No son los únicos, el dinero fácil y casi gratis de los últimos tiempos ha generado legiones de auténticos yonquis monetarios, en los mercados y fuera de ellos, que reclaman «más madera», como en la célebre película «Los hermanos Marx en el Oeste», porque es este caso no es que se detenga el tren, sino que se vienen abajo chiringuit­os y otros negocios que generan y venden humo. Chancellor, en su libro más que actual, concluye, la obsesión de volver a unos tipos de interés mínimos puede ser un nuevo «Camino de servidumbr­e», la no menos histórica obra de Friedrich Hayek (1899-1992), uno de los grandes manifiesto­s liberales que sin duda admitiría lo costoso del tiempo, como intuyó años Antifonte.

El historiado­r Edward Chancelor, en «El precio del dinero» (Deusto), explica el tipo de interés como ‘‘la impacienci­a colectiva de una sociedad’’»

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